Cuando llevábamos algo más de año y medio saliendo, y llevábamos viviendo juntos una semana.poshol na escribió: ↑27 Oct 2021 09:49¿Os casasteis cuando llevabais 14 meses saliendo?M. Corleone escribió: ↑27 Oct 2021 09:08 He aquí una de mis ruinas. He intentado huir de las ruinas relacionadas con borracheras, heces y vómitos, que –como todos- tengo unas cuantas. Ya la conté en su día en SinIdeas, pero bueno, allá vamos.
En noviembre de 2001 comencé a salir con la que ahora es mi Santa Esposa. La conocía desde los 16 años, y estuve loco por ella esos diez años, entre 1991 y 2001. Por fin, cuando los dos teníamos 25 años y habíamos roto con nuestras respectivas parejas previas, conseguí que me hiciera casito (como diría Polina, “le hice el lío”, como el pájaro fusil.
Los primeros meses de relación, como siempre pasa, fueron de mucho fornicio y concupiscencia, buscabamos cada momento (yo tenía horario de mañana y ella de tarde) para lamernos los pliegues corporales, mirarnos los genitales de cerca y practicar el kama sutra. Como cada cual vivía aún con sus padres, solíamos coger el Seat Ibiza de mis padres, y nos dirigíamos a un apartado parking en un bello paraje de mi pueblo, empañábamos convenientemente los cristales (era invierno, en poco tiempo aquello estaba más oscuro y velado que los ojos de Ray Charles), pasábamos al asiento de detrás (el coche tenía 3 puertas) y allí, entre sonido de grillos y el frío de noviembre y diciembre, fornicábamos casi todas las noches. El tener que madrugar mucho a la mañana siguiente no era obstáculo para nuestro amor reción nacido y mi siempre dispuesta libido. Iba arrastrado a currar, pero feliz.
El caso es que ella tomaba la píldora anticonceptiva por aquel entonces, por lo que yo podía permitirme, además la noble práctica del chorrazo en las tetas, también el eyacular dentro de su vagina. Y claro, todo lo que entra tiene tendencia a salir, gracias a esa maravilla del universo que es la gravedad y el sentarse erguida. El asunto es que, en alguna ocasión (más de las que me gustaría admitir), machamos la tapicería del asiento de detrás, bien a raíz de un chorrazo con mala puntería (ah, qué potencia la de los 26 años) o bien debido a que el semen resbalaba de su vulva en un involuntario chorreo (lo que ahora, en tiempos de PornHub, denominaríamos creampie), a pesar de que ella trataba de ser cuidadosa. En aquel momento mi próstata fabricaba aproximadamente el doble de líquido seminal que ahora, a mis 46 viejos y vasectomizados años.
Al llegar a casa, cansado, pongamos que a la 1 o a las 2 de la mañana, tras uno o dos fornicios (sí, amigos, en aquella época a veces se follaba dos veces seguidas) pues me dedicaba durante 5 minutos a limpiar lo manchado, yo creía que con mucho esmero. Mis cansados ojos echaban un vistazo y decían a mi cerebro, “pues hala, ya está, no se ve nada”.
Empezamos a salir y hacer estas cochinadas el 4 de noviembre de 2001, y en cosa de un suspirito llegó la navidad de ese año, 50 días después. Hallábanos en la casa familiar, un 25 de enero, mi padre, mi madre, mi hermana (que vivía fuera, pero venía a casa por navidad, como el almendro) y yo, y comenzamos a abrir nuestros respectivos regalos de Olentzero/Papa Noel/Santa Claus/El Niño Jesús. Tras abrir los más gordos de cada uno, a mí finalmente me quedó uno más, plano y cuadrado. Ni idea de qué podía ser. La familia me miraba, mi madre estaba expectante: abrí el regalo y era una mantita, como para poner en el sofá o así. Me pareció extraño, pero no dije nada, y entonces, mi madre (que en aquel momento tenía 50 años) me dijo, delante de toda la familia: “es para el coche, para los días de frío, y sobre todo para que podáis ponerla en el asiento de detrás, y así no se manche cuando estás con tu novia” (no dijo “tu novia”, sino su nombre, en 2 meses era como de la familia ya).
Mi hermana reaccionó con un “Joder, cómo te pasas, no le hagas pasar vergüenza delante de todos”, y mi madre dijo “Si no pasa nada, si es natural, solo digo que pueden poner la mantita debajo”.
Es una de las pocas veces en mi vida en que no agradecí vivir con unos padres modernitos, rojeras, y que trataban el tema del sexo como algo normal. En este caso me hubiera gustado más cierta mojigatería, y que escogieran cierta privacidad: que alguien me dijera en privado, “tú, melón, pon una puta toalla cuando vayas a follar en el coche, que nos estás dejando la tapicería perdida de lecharasos”.
Un año después de todo esto compramos casa y nos casamos.Spoiler: mostrar
El primer beso fue en noviembre de 2001, nos casamos en verano de 2003.