Cuent You
Re: Cuent You
Ptttsss... Pollinah...

CacaDeLuxe escribió: ↑03 Ago 2021 09:53 eres un cuck wokero de los que tiene un discurso de covidiota emponzoñado grafenado bozalero aplaudidor de balcon
Re: Cuent You
A mí cuando se me pierden las cosas es porque pulso 15 teclas a la vez al mismo tiempo que pincho en le ventana de cerrar o algo así con el ratón, gracias a mis dedos del tamaño (y el autocontrol) de pierna de recien nacido.
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Re: Cuent You
Yo siempre antes de publicar un tocho le doy a control C y lo copio todo. Es una costumbre adquirida en el PH a base de cagarme en la puta madre del administrador tras perder decenas de textos. Con la nueva administración ya nunca me pasa.
¡Viva la nueva administración!
¡Viva la nueva administración!
POR DESGRACIA YA SE ME PASÓ LA INDIGNACIÓN. DE UN TIEMPO A ESTA PARTE TODO ME VALE VERGA. MAL, TODO MAL.
- golondrino
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Re: Cuent You
Yo antes de postear me hago una infusión de manzanilla con tila y hierbaluisa, a veces le pongo un poco de azahar. Me gusta meditar profundamente sobre lo que quiero transmitir y que impacto puede tener en aquellos que lo leen.
Procedo a escribir la primera parte pero no quiero lesionarme ni padecer ninguna patología asociada al sedentarismo, por lo que hago un par de flexiones y ando unos cincuenta metros fuera de casa, luego ya me ducho con tranquilidad y continúo mi redacción con sin prisa, pero sin pausa.
Lo jodido es cuando quiero postear de nuevo, que me toca repetir el dichoso ritual y hay veces que es un coñazo.
Procedo a escribir la primera parte pero no quiero lesionarme ni padecer ninguna patología asociada al sedentarismo, por lo que hago un par de flexiones y ando unos cincuenta metros fuera de casa, luego ya me ducho con tranquilidad y continúo mi redacción con sin prisa, pero sin pausa.
Lo jodido es cuando quiero postear de nuevo, que me toca repetir el dichoso ritual y hay veces que es un coñazo.
Ishkhaqwi ai durugnul!
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Re: Cuent You
Yo empiezo a pensar que Polina no tiene nada que contar y todo es un Bartual de libro, y experimento metanarrativo moderno para su tesis en el doctorado de "Maestra en brujería térfica y lentejas con curry".
Re: Cuent You
Voy a aprovechar su silencio para contaros algo que nunca os he contado; acordamos, cuando sucedió, que iba a ser un secreto pero yo creo que ya ha pasado tanto tiempo que no le importará que os lo revele:
Polina y yo nos hemos conocido en el mundo real. Es más... yo he probado sus lentejas con curry. Y están increíbles.
Polina y yo nos hemos conocido en el mundo real. Es más... yo he probado sus lentejas con curry. Y están increíbles.
CacaDeLuxe escribió: ↑03 Ago 2021 09:53 eres un cuck wokero de los que tiene un discurso de covidiota emponzoñado grafenado bozalero aplaudidor de balcon
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Re: Cuent You
Lentejas con curry...

Yo les hecho comino. Y me encanta el curry, pero no sé...
Va, Polina. Ya sabemos que no repetirás el tocho, pero un par de líneas para sacar al respetable de este simbibir, porelamoldedioooo.
P.S no salen los emojis... Bueeeeno...
Yo les hecho comino. Y me encanta el curry, pero no sé...
Va, Polina. Ya sabemos que no repetirás el tocho, pero un par de líneas para sacar al respetable de este simbibir, porelamoldedioooo.
P.S no salen los emojis... Bueeeeno...
- golondrino
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Re: Cuent You
Yo utilizo lentejas Beluga, las que son chiquiticas y negras. Son algo caras pero salen ricamente phinas.


Ishkhaqwi ai durugnul!
Re: Cuent You
Bueno, voy allá otra vez.
Más moral que el alcoyano, todo sea por dejar constancia de Un día de furia, ojalá haber tenido una escopeta.
Todo comienza cuando mi mejor Amiga, que lleva dos años viviendo en Valencia, se separa de su marido, se ha vuelto a Madrid y decidimos ir de Viernes Santo a Domingo de Resurrección a Valencia a por sus cosas aprovechando que él no está en la casa para no tener que verle.
De camino a Valencia reímos, lloramos, cantamos a grito pelado, comentamos la jugada, planeamos el finde, fantaseamos con la comida y le confieso que llevo muchos años queriendo parar en La Roda para comerme un miguelito de verdad, de pastelería buena, nada de cajas plastificadas con miguelitos hacinados desde hace un mes y de oferta en una gasolinera de Albacete. Me secunda en la fantasía lógicamente, y busca la mejor pastelería de La Roda que resulta ser La Moderna.
La Moderna nos recibe con una arquitectura llamativa, de entrada acolumnada y monumental y un folio-cartelito sucinto que reza “Hay rollos fritos (de semana santa)” a los que elegimos entregarnos también. Los miguelitos no satisfacen mis expectativas una vez más, nunca volveré a comer un miguelito como aquel de hace 32 años con el que se me saltaron las lágrimas.
Los rollos fritos en cambio hacen que parezca que tienes el paraíso dentro de la boca. Nos decimos que tenemos que venir todas las semanas santas a La Roda.
Todo esto va fenomenal. Era un poco una introducción para poner en contexto a la audiencia: hay un estado emocional claramente alterado por una ruptura reciente, hay un interés por satisfacer nuestros planes de manera eficaz y en la medida de lo posible, con consecuencias tranquilas y placenteras, hay 35 años de amistad forjada a jierro, una complicidad a prueba de bombas, y hay una comida en Madrid el domingo a nuestra vuelta con el resto de amigos de toda la vida.
El viernes transcurre plácido aunque a la llegada a Valencia hemos caído en la cuenta de que lo que para la inmensa mayoría de ateos la semana santa es sinónimo de vacaciones y atascos, hay una porción de la población para la que significa burocracia religiosa, protocolos que huelen a naftalina, procesiones leeeeentas, redención de los pecados sin mayor reflexión y el añadido valenciano de abrazar cualquier excusa para hacer muchísimo ruido vía pólvora, gritos, trompetas y tambores a unos decibelios enfermizos. Qué le gusta a esta gente anestesiarse los sentidos y la vida, la madre que los parió.
Pues llegando vemos que la calle en la que pretendemos aparcar el coche al lado del portal para cargarlo de trastos el domingo, está cortada por procesión. Nos cagamos en su puta madre e intuimos que igual lo de la mudanza no va a ser fácil, y que igual es el peor día de los 365 que tiene el año para hacerla pero no tenemos otro.
Aparcamos lejos, caminamos, y vamos cumpliendo con nuestros planes de viernes y de sábado. La tarde del sábado nos ponemos a currar y a empaquetar todo lo que tenemos que embutir en el coche, maletas, aperos de cocina, una bici aparatosa, bolsas de zapatos, cajas de libros, abrigos (demasiados para mi gusto, que en Valencia no hace tanto frío, amiga), almohadas, colchas, archiperres variados, lo que viene siendo una mudanza pero sin muebles. Dejamos la entrada sembrada de bultos y nos vamos a dar un paseo.
Al bajar a la calle vemos un cartel en el que se lee “Prohibido estacionar de 1 a 15 horas del domingo 20”. Se nos jode el plan, porque teníamos intención de cargar el coche después de desayunar y salir de allí escopetadas como tarde a las 9 para llegar a la comida del domingo en Madrid, después de haber descargado todo en casa de Amiga, claro.
Vemos a una policía local y nos acercamos a preguntarle si sabe si la calle estará cortada muchísimo o si podremos acceder en algún momento de la mañana, le contamos nuestra problemática, la mudanza, ya tu sabeh, salir a las nueve, blabla.
Nos dice que no tiene ni idea. Le decimos que gracias, que vamos a preguntar a comisaría. De camino comentamos algo que es tema habitual y es que todas las policías son guapas y estan buenorras, confirmamos una vez más.
En comisaría nos atiende un efectivo detrás de un cristal. Le comentamos la disyuntiva y nos pregunta si hay cartel.
- Sí señor agente, hay un cartel que pone que la calle estará cortada de 1 a 15 horas, señor agente. Pero queremos saber si habrá una ventana de tiempo en la que acercar el coche para cargarlo, que estamos de mudanza, jeje. Señor agente.
- Pues si pone eso, es de una a las tres de la tarde, claro.
- Pero no pone las 13, pone la 1.
- Bueno pero la 1 es las 13!
- Pero nosotras podemos dejar el coche hoy ahí aparcado y salir mañana a las nueve antes de que empiecen las procesiones?
- Claro, sin problema!- responde el hijoderremilputa.
Nos damos pues nuestro paseíto, y a la vuelta voy a buscar el coche y lo aparco a pie de portal.
A eso de las 23.45, con nosotras ya metidas en la cama, empieza a sonar el murmullo del fervor católico, trompetillas, tambores, y llega un momento en el que pese a estar en un quinto piso, resulta increíblemente invasivo. Le mando audios a otra amiga para que se descojone conmigo de lo que es capaz esta gente, empiezan los petardos, las tracas, auguro que van a entrar por la venta 150 cofrades para llevarme subida en un paso junto a Las Tres Marías, el Descendimiento y el Cristo Resucitado, a lo que mi amiga responde “Al cielo contigo, reina!!”. Pues así una hora de escandalera. Esta gente es muy cabrona y sádica y habría que expulsarla del planeta.
LA RUINA:
A la mañana siguiente desayuno, ducha, y a meter una quinta parte de los bultos junto a la bici aparatosa en el ascensor. Bajo, abro la puerta, empiezo a sacar los trastos no sin esfuerzo.
Miro a la calle a través de la puerta del portal. No hay ni un coche. Salgo y asomo el morro: no, efectivamente el mío tampoco. En mi cabeza la imagen de esa idílica comida en Madrid se convierte en llegar y comer tarde. Vuelvo al ascensor, vuelvo a embutir la bici, las bolsas y maletas. Subo. Llamo al timbre. Amiga no me abre. Vuelvo a llamar. Nada. Me imagino que me he equivocado de piso y estoy en el cuarto o en el sexto. Se abre el ascensor y sale Amiga diciendo que había bajado corriendo para ayudarme. Se ríe. Yo no. Le cuento que no tenemos coche y deja de reírse también. Nos cagamos en la ascendencia y descendencia del policía que nos decía que la una eran las trece.
Metemos las cosas en casa y nos echamos a la calle, yo busco taxis mientras ella busca el depósito de la grúa en google. Ni un taxi ni nada de nada, calles desiertas un domingo de resurrección a las 9 de la mañana.
Veo a unos municipales, locales o lo que sean al principio de la calle y camino hacia ellos con furia pese a que sé que no tienen nada que ver. Les cuento la putada que nos ha hecho su compañero el día anterior diciendo que podíamos aparcar sin problema.
Nos dicen que así es la vida. Intuyo que saben quién es el lápiz con una goma en cada extremo. De mi mirada extraen el mensaje que mando a su compañero.
Les pregunto si podremos arrimar el coche en cuanto lo recuperemos del depósito y dicen que si es antes de las diez igual sí, pero que luego empiezan las procesiones. Nos cagamos en dios mientras avanzamos por la calle.
Seguimos sin ver taxi alguno. A los 5 minutos a Amiga le sale una bombillita encima de la cabeza y dice “Una moto!”. Ella ha estado usando las motos de alquiler estos dos años y tiene la app, así que mira a ver y salimos trotando a buscar la moto que está a 5 minutos.
La cogemos y nos ponemos en marcha despendoladas y pasando frío porque hemos salido de casa con una sudadera ligerita. Ah, qué bien nos habría venido uno de esos numerosos abrigos…
Llegamos al depósito, le contamos nuestra problemática al encargado, un chaval de unos 19 años tras un cristal y nos pide la documentación del coche.
De refilón veo un cartel cuya información no quiero asimilar.
Le entrego los papeles y me dice “Pero es que este coche está a nombre de una empresa, necesito las escrituras de la empresa y una autorización firmada del titular y foto de su dni”. El cabrón ni se despeina. Eso era lo que decía el cartel.
Nosotras nos miramos y la comida con los colegas se difumina y se convierte en la hora del café.
Mi coche está a nombre de una empresa que mi padre fundó allá por los primeros noventa. Tengo que llamar a mi padre, un señor de 86 años que difícilmente sabe dónde tiene las gafas, para que busque y encuentre unas escrituras en una casa caótica llena de carpetas de papeles, que me escriba una autorización y me mande la foto por whatsapp, complicaciones añadidas.
Le pregunto a este chaval si no es posible hacer la vista gorda, que estamos en una situación muy complicada, que pagamos la grúa y lo que sea pero que nos deje sacar el coche, que tenemos que hacer una mudanza, que somos unas señoras mayores majísimas, que entendemos que no puede pero QUE PUEDA.
Dice que no puede.
Llamo a mi padre. Le explico con muchísima calma lo que pasa y lo que necesito de él y el pobre hombre me dice que no tiene ni puta idea de dónde tiene las escrituras.
Amiga de repente tiene otra bombillita encima de la cabeza, (es una lumbrera, joder), y me dice “Igual el gestor de tu padre tiene una copia de las escrituras” a lo que rebobino a mi padre, que estaba ya empezando a fibrilar y le digo que olvide las escrituras, que se centre en buscar papel, boli y dni y que copie lo que le mando, le haga una foto a todo y me lo mande por whatsapp. Cruzo los dedos.
Llamo al gestor que tarda en descolgar y me parece que jadea pero no pierdo tiempo en imaginar su escenario. Le cuento el tema mientras le pido mil perdones por llamarle a las 9.45 del domingo. Me dice que cree que sí tiene una copia, que la busca y me la manda, que por suerte no se ha ido de vacaciones.
Pasamos los siguientes 10 minutos mirando la pantalla del móvil sabiendo que las procesiones están a punto de empezar y que no llegamos como no llegan las escrituras ni la autorización.
Me llama mi padre que no sabe adjuntar la foto al whatsapp. Le guío con calma en el proceso y finalmente llega todo documento necesario, escrituras también, bien por el gestor.
Pagamos 152 euros de grúa y nos dan el ticket para salir junto con otro papelito que es la multa que nos llegará a casa. Stupendou.
Corremos por Valencia en reserva (una de mis especialidades) y descojonándonos porque probablemente nos quedemos tiradas y llegamos a la calle cortadísima y procesionando a tutiplén. Nos volvemos a cagar en dios y en su madre.
Aparcamos malamenchi en un hueco prohibido y sopesamos cargar todo pese a que la casa esté lejos. Decidimos que no, que la suerte no nos está sonriendo nada porque está mellada y que nos vamos a poner gasolina y a hacer tiempo a la playa porque en una hora en teoría, ya no habrá procesión. La comida con los colegas se ha convertido en un rato por la tarde, algo es algo. Pero antes tengo que subir a casa a hacer un pis.
Subo a casa, entro, voy al baño, meo y cuando voy a salir pienso que aprovecho el viaje de bajada y me llevo unas bolsas de ropa al coche. Cuando estoy saliendo por la puerta veo que está el ascensor y también lo aprovecho.
Ponemos rumbo la playa y a comernos un rollo de canela en un sitio donde los hacen ultradeliciosos con triple extra de riconio y cuando estamos sentadas lamentando nuestra suerte pero degustando esa jodida delicia, le pregunto a Amiga si le he dado las llaves de casa.
Me dice que no. Nos ponemos a revisar bolsos, bolsillos, coche, rollos de canela, y nada.
Estamos en Valencia con todas las cosas metidas en casa y sin llaves.
Sólo podemos llamar a la última persona con la que dos mujeres querrían hablar en este mundo: el cabrón del ex de una de ellas.
No hay más opciones. Él ha dejado una copia de las llaves a alguien pero no sabemos a quién.
Me da un ataquito de ansiedad. Amiga dice que ella no quiere hablar con él. Le digo que por supuesto que no, que la cagada es mía y que yo le llamo. Ahí se me saltan las lágrimas y nos abrazamos mientras nos reímos y lloramos porque qué otra cosa. Que siento muchísimo habernos puesto en esta situación de mierrrrrda, que soy un puto desastre, que etc etc, mientras ella me consuela diciendo que se siente súper identificada con mi malestar porque podría haber sido ella perfectamente la que se hubiese dejado las llaves.
Llamo al ex. No lo coge. Cuando estoy lamentando nuestra suerte por decimoquinta vez esta mañana, me llama él. Le cuento someramente estos cuatro folios que llevo en dos frases: se nos ha llevado el coche la grúa y mientras Amiga hace las gestiones para recuperarlo, yo me he dejado las llaves dentro. Que quién tiene llaves. Que su hermano, dice. Gracias, adiós.
Llamamos al hermano, al que tampoco apetece demasiado ver y además es un ser bastante mala gente, nos toca subir y saludar a la familia, nos acompaña al coche de vuelta después de darnos las llaves y aprovecha el camino para soltar más sentencias de mierda y por fin podemos volver a casa.
Al llegar a la zona la muchedumbre se aposta a los lados de la calle (nuestra calle) porque va a pasar la procesión número ochocientos cuarenta y tres. Yo decido que ya me suda le coño a unos niveles hidropónicos y que dejo el coche donde pueda, al lado de unos contenedores. Y que venga Jesucristo a decirme que no puedo aparcar ahí.
Subimos a la casa y sabéis qué? Que las llaves estaban puestas en la cerradura por fuera.
Viñeta de personajes cayendo patrás con los pies en alto.
Ya para terminar la ruina hay varias postdatas mierdosas como son sacar la mudanza entre la muchedumbre, unos cuatro viajes cada una al coche y vuelta, conseguir salir de Valencia a las 13.00 (mire, señor agente, AHORA sí son las 13.00) cuando estábamos listas para salir a las nueve, el atasco de una hora saliendo de Valencia para hacer 14 kilómetros, la imperiosa necesidad de comprarnos los risketos que nos comemos siempre que viajamos y parar en una gasolinera y que sólo vendiesen anticongelante y pienso para perro, parar en la siguiente gasolinera y que no haya risketos pese a que hay toooodas las otras cosas crujientes del mercado, ir a pagar y que nos digan que hay que esperar cinco minutos porque están en el cambio de turno (nos da un ataque de risa, qué nos quieres decir, diosito), preguntarle al dependiente por qué no hay risketos, que qué ha pasado y que conteste “Madrid, ha pasado Madrid”, pararnos nuevamente en una tercera gasolinera y conseguir el ansiado premio y ya viajar a Madrid con los dedos llenos de radiactividad naranja en un atasco permanente, coger el carril adicional por si conseguimos aligerar algo la marcha y que nos toque 15 coches más adelante un primo hermano del agente de “la una son las 13” que va pisándose los huevos mientras por la autovía todos nos pasan a 120. Además nos meamos mucho y no podemos salir del carril adicional hasta que llegamos ya a Madrid y meamos en la rotonda que lleva al Faunia.
Y bueno, más o menos esto es todo.
Entiendo que quizá me he recreado demasiado en la prosa y que podría haber sintetizado consiguiendo efectos más cómicos y lamentables pero quería dejar constancia aquí de estos hechos para recordarlos por siempre jamás y no volver a Valencia en lo que me quede de vida.
Más moral que el alcoyano, todo sea por dejar constancia de Un día de furia, ojalá haber tenido una escopeta.
Todo comienza cuando mi mejor Amiga, que lleva dos años viviendo en Valencia, se separa de su marido, se ha vuelto a Madrid y decidimos ir de Viernes Santo a Domingo de Resurrección a Valencia a por sus cosas aprovechando que él no está en la casa para no tener que verle.
De camino a Valencia reímos, lloramos, cantamos a grito pelado, comentamos la jugada, planeamos el finde, fantaseamos con la comida y le confieso que llevo muchos años queriendo parar en La Roda para comerme un miguelito de verdad, de pastelería buena, nada de cajas plastificadas con miguelitos hacinados desde hace un mes y de oferta en una gasolinera de Albacete. Me secunda en la fantasía lógicamente, y busca la mejor pastelería de La Roda que resulta ser La Moderna.
La Moderna nos recibe con una arquitectura llamativa, de entrada acolumnada y monumental y un folio-cartelito sucinto que reza “Hay rollos fritos (de semana santa)” a los que elegimos entregarnos también. Los miguelitos no satisfacen mis expectativas una vez más, nunca volveré a comer un miguelito como aquel de hace 32 años con el que se me saltaron las lágrimas.
Los rollos fritos en cambio hacen que parezca que tienes el paraíso dentro de la boca. Nos decimos que tenemos que venir todas las semanas santas a La Roda.
Todo esto va fenomenal. Era un poco una introducción para poner en contexto a la audiencia: hay un estado emocional claramente alterado por una ruptura reciente, hay un interés por satisfacer nuestros planes de manera eficaz y en la medida de lo posible, con consecuencias tranquilas y placenteras, hay 35 años de amistad forjada a jierro, una complicidad a prueba de bombas, y hay una comida en Madrid el domingo a nuestra vuelta con el resto de amigos de toda la vida.
El viernes transcurre plácido aunque a la llegada a Valencia hemos caído en la cuenta de que lo que para la inmensa mayoría de ateos la semana santa es sinónimo de vacaciones y atascos, hay una porción de la población para la que significa burocracia religiosa, protocolos que huelen a naftalina, procesiones leeeeentas, redención de los pecados sin mayor reflexión y el añadido valenciano de abrazar cualquier excusa para hacer muchísimo ruido vía pólvora, gritos, trompetas y tambores a unos decibelios enfermizos. Qué le gusta a esta gente anestesiarse los sentidos y la vida, la madre que los parió.
Pues llegando vemos que la calle en la que pretendemos aparcar el coche al lado del portal para cargarlo de trastos el domingo, está cortada por procesión. Nos cagamos en su puta madre e intuimos que igual lo de la mudanza no va a ser fácil, y que igual es el peor día de los 365 que tiene el año para hacerla pero no tenemos otro.
Aparcamos lejos, caminamos, y vamos cumpliendo con nuestros planes de viernes y de sábado. La tarde del sábado nos ponemos a currar y a empaquetar todo lo que tenemos que embutir en el coche, maletas, aperos de cocina, una bici aparatosa, bolsas de zapatos, cajas de libros, abrigos (demasiados para mi gusto, que en Valencia no hace tanto frío, amiga), almohadas, colchas, archiperres variados, lo que viene siendo una mudanza pero sin muebles. Dejamos la entrada sembrada de bultos y nos vamos a dar un paseo.
Al bajar a la calle vemos un cartel en el que se lee “Prohibido estacionar de 1 a 15 horas del domingo 20”. Se nos jode el plan, porque teníamos intención de cargar el coche después de desayunar y salir de allí escopetadas como tarde a las 9 para llegar a la comida del domingo en Madrid, después de haber descargado todo en casa de Amiga, claro.
Vemos a una policía local y nos acercamos a preguntarle si sabe si la calle estará cortada muchísimo o si podremos acceder en algún momento de la mañana, le contamos nuestra problemática, la mudanza, ya tu sabeh, salir a las nueve, blabla.
Nos dice que no tiene ni idea. Le decimos que gracias, que vamos a preguntar a comisaría. De camino comentamos algo que es tema habitual y es que todas las policías son guapas y estan buenorras, confirmamos una vez más.
En comisaría nos atiende un efectivo detrás de un cristal. Le comentamos la disyuntiva y nos pregunta si hay cartel.
- Sí señor agente, hay un cartel que pone que la calle estará cortada de 1 a 15 horas, señor agente. Pero queremos saber si habrá una ventana de tiempo en la que acercar el coche para cargarlo, que estamos de mudanza, jeje. Señor agente.
- Pues si pone eso, es de una a las tres de la tarde, claro.
- Pero no pone las 13, pone la 1.
- Bueno pero la 1 es las 13!
- Pero nosotras podemos dejar el coche hoy ahí aparcado y salir mañana a las nueve antes de que empiecen las procesiones?
- Claro, sin problema!- responde el hijoderremilputa.
Nos damos pues nuestro paseíto, y a la vuelta voy a buscar el coche y lo aparco a pie de portal.
A eso de las 23.45, con nosotras ya metidas en la cama, empieza a sonar el murmullo del fervor católico, trompetillas, tambores, y llega un momento en el que pese a estar en un quinto piso, resulta increíblemente invasivo. Le mando audios a otra amiga para que se descojone conmigo de lo que es capaz esta gente, empiezan los petardos, las tracas, auguro que van a entrar por la venta 150 cofrades para llevarme subida en un paso junto a Las Tres Marías, el Descendimiento y el Cristo Resucitado, a lo que mi amiga responde “Al cielo contigo, reina!!”. Pues así una hora de escandalera. Esta gente es muy cabrona y sádica y habría que expulsarla del planeta.
LA RUINA:
A la mañana siguiente desayuno, ducha, y a meter una quinta parte de los bultos junto a la bici aparatosa en el ascensor. Bajo, abro la puerta, empiezo a sacar los trastos no sin esfuerzo.
Miro a la calle a través de la puerta del portal. No hay ni un coche. Salgo y asomo el morro: no, efectivamente el mío tampoco. En mi cabeza la imagen de esa idílica comida en Madrid se convierte en llegar y comer tarde. Vuelvo al ascensor, vuelvo a embutir la bici, las bolsas y maletas. Subo. Llamo al timbre. Amiga no me abre. Vuelvo a llamar. Nada. Me imagino que me he equivocado de piso y estoy en el cuarto o en el sexto. Se abre el ascensor y sale Amiga diciendo que había bajado corriendo para ayudarme. Se ríe. Yo no. Le cuento que no tenemos coche y deja de reírse también. Nos cagamos en la ascendencia y descendencia del policía que nos decía que la una eran las trece.
Metemos las cosas en casa y nos echamos a la calle, yo busco taxis mientras ella busca el depósito de la grúa en google. Ni un taxi ni nada de nada, calles desiertas un domingo de resurrección a las 9 de la mañana.
Veo a unos municipales, locales o lo que sean al principio de la calle y camino hacia ellos con furia pese a que sé que no tienen nada que ver. Les cuento la putada que nos ha hecho su compañero el día anterior diciendo que podíamos aparcar sin problema.
Nos dicen que así es la vida. Intuyo que saben quién es el lápiz con una goma en cada extremo. De mi mirada extraen el mensaje que mando a su compañero.
Les pregunto si podremos arrimar el coche en cuanto lo recuperemos del depósito y dicen que si es antes de las diez igual sí, pero que luego empiezan las procesiones. Nos cagamos en dios mientras avanzamos por la calle.
Seguimos sin ver taxi alguno. A los 5 minutos a Amiga le sale una bombillita encima de la cabeza y dice “Una moto!”. Ella ha estado usando las motos de alquiler estos dos años y tiene la app, así que mira a ver y salimos trotando a buscar la moto que está a 5 minutos.
La cogemos y nos ponemos en marcha despendoladas y pasando frío porque hemos salido de casa con una sudadera ligerita. Ah, qué bien nos habría venido uno de esos numerosos abrigos…
Llegamos al depósito, le contamos nuestra problemática al encargado, un chaval de unos 19 años tras un cristal y nos pide la documentación del coche.
De refilón veo un cartel cuya información no quiero asimilar.
Le entrego los papeles y me dice “Pero es que este coche está a nombre de una empresa, necesito las escrituras de la empresa y una autorización firmada del titular y foto de su dni”. El cabrón ni se despeina. Eso era lo que decía el cartel.
Nosotras nos miramos y la comida con los colegas se difumina y se convierte en la hora del café.
Mi coche está a nombre de una empresa que mi padre fundó allá por los primeros noventa. Tengo que llamar a mi padre, un señor de 86 años que difícilmente sabe dónde tiene las gafas, para que busque y encuentre unas escrituras en una casa caótica llena de carpetas de papeles, que me escriba una autorización y me mande la foto por whatsapp, complicaciones añadidas.
Le pregunto a este chaval si no es posible hacer la vista gorda, que estamos en una situación muy complicada, que pagamos la grúa y lo que sea pero que nos deje sacar el coche, que tenemos que hacer una mudanza, que somos unas señoras mayores majísimas, que entendemos que no puede pero QUE PUEDA.
Dice que no puede.
Llamo a mi padre. Le explico con muchísima calma lo que pasa y lo que necesito de él y el pobre hombre me dice que no tiene ni puta idea de dónde tiene las escrituras.
Amiga de repente tiene otra bombillita encima de la cabeza, (es una lumbrera, joder), y me dice “Igual el gestor de tu padre tiene una copia de las escrituras” a lo que rebobino a mi padre, que estaba ya empezando a fibrilar y le digo que olvide las escrituras, que se centre en buscar papel, boli y dni y que copie lo que le mando, le haga una foto a todo y me lo mande por whatsapp. Cruzo los dedos.
Llamo al gestor que tarda en descolgar y me parece que jadea pero no pierdo tiempo en imaginar su escenario. Le cuento el tema mientras le pido mil perdones por llamarle a las 9.45 del domingo. Me dice que cree que sí tiene una copia, que la busca y me la manda, que por suerte no se ha ido de vacaciones.
Pasamos los siguientes 10 minutos mirando la pantalla del móvil sabiendo que las procesiones están a punto de empezar y que no llegamos como no llegan las escrituras ni la autorización.
Me llama mi padre que no sabe adjuntar la foto al whatsapp. Le guío con calma en el proceso y finalmente llega todo documento necesario, escrituras también, bien por el gestor.
Pagamos 152 euros de grúa y nos dan el ticket para salir junto con otro papelito que es la multa que nos llegará a casa. Stupendou.
Corremos por Valencia en reserva (una de mis especialidades) y descojonándonos porque probablemente nos quedemos tiradas y llegamos a la calle cortadísima y procesionando a tutiplén. Nos volvemos a cagar en dios y en su madre.
Aparcamos malamenchi en un hueco prohibido y sopesamos cargar todo pese a que la casa esté lejos. Decidimos que no, que la suerte no nos está sonriendo nada porque está mellada y que nos vamos a poner gasolina y a hacer tiempo a la playa porque en una hora en teoría, ya no habrá procesión. La comida con los colegas se ha convertido en un rato por la tarde, algo es algo. Pero antes tengo que subir a casa a hacer un pis.
Subo a casa, entro, voy al baño, meo y cuando voy a salir pienso que aprovecho el viaje de bajada y me llevo unas bolsas de ropa al coche. Cuando estoy saliendo por la puerta veo que está el ascensor y también lo aprovecho.
Ponemos rumbo la playa y a comernos un rollo de canela en un sitio donde los hacen ultradeliciosos con triple extra de riconio y cuando estamos sentadas lamentando nuestra suerte pero degustando esa jodida delicia, le pregunto a Amiga si le he dado las llaves de casa.
Me dice que no. Nos ponemos a revisar bolsos, bolsillos, coche, rollos de canela, y nada.
Estamos en Valencia con todas las cosas metidas en casa y sin llaves.
Sólo podemos llamar a la última persona con la que dos mujeres querrían hablar en este mundo: el cabrón del ex de una de ellas.
No hay más opciones. Él ha dejado una copia de las llaves a alguien pero no sabemos a quién.
Me da un ataquito de ansiedad. Amiga dice que ella no quiere hablar con él. Le digo que por supuesto que no, que la cagada es mía y que yo le llamo. Ahí se me saltan las lágrimas y nos abrazamos mientras nos reímos y lloramos porque qué otra cosa. Que siento muchísimo habernos puesto en esta situación de mierrrrrda, que soy un puto desastre, que etc etc, mientras ella me consuela diciendo que se siente súper identificada con mi malestar porque podría haber sido ella perfectamente la que se hubiese dejado las llaves.
Llamo al ex. No lo coge. Cuando estoy lamentando nuestra suerte por decimoquinta vez esta mañana, me llama él. Le cuento someramente estos cuatro folios que llevo en dos frases: se nos ha llevado el coche la grúa y mientras Amiga hace las gestiones para recuperarlo, yo me he dejado las llaves dentro. Que quién tiene llaves. Que su hermano, dice. Gracias, adiós.
Llamamos al hermano, al que tampoco apetece demasiado ver y además es un ser bastante mala gente, nos toca subir y saludar a la familia, nos acompaña al coche de vuelta después de darnos las llaves y aprovecha el camino para soltar más sentencias de mierda y por fin podemos volver a casa.
Al llegar a la zona la muchedumbre se aposta a los lados de la calle (nuestra calle) porque va a pasar la procesión número ochocientos cuarenta y tres. Yo decido que ya me suda le coño a unos niveles hidropónicos y que dejo el coche donde pueda, al lado de unos contenedores. Y que venga Jesucristo a decirme que no puedo aparcar ahí.
Subimos a la casa y sabéis qué? Que las llaves estaban puestas en la cerradura por fuera.
Viñeta de personajes cayendo patrás con los pies en alto.
Ya para terminar la ruina hay varias postdatas mierdosas como son sacar la mudanza entre la muchedumbre, unos cuatro viajes cada una al coche y vuelta, conseguir salir de Valencia a las 13.00 (mire, señor agente, AHORA sí son las 13.00) cuando estábamos listas para salir a las nueve, el atasco de una hora saliendo de Valencia para hacer 14 kilómetros, la imperiosa necesidad de comprarnos los risketos que nos comemos siempre que viajamos y parar en una gasolinera y que sólo vendiesen anticongelante y pienso para perro, parar en la siguiente gasolinera y que no haya risketos pese a que hay toooodas las otras cosas crujientes del mercado, ir a pagar y que nos digan que hay que esperar cinco minutos porque están en el cambio de turno (nos da un ataque de risa, qué nos quieres decir, diosito), preguntarle al dependiente por qué no hay risketos, que qué ha pasado y que conteste “Madrid, ha pasado Madrid”, pararnos nuevamente en una tercera gasolinera y conseguir el ansiado premio y ya viajar a Madrid con los dedos llenos de radiactividad naranja en un atasco permanente, coger el carril adicional por si conseguimos aligerar algo la marcha y que nos toque 15 coches más adelante un primo hermano del agente de “la una son las 13” que va pisándose los huevos mientras por la autovía todos nos pasan a 120. Además nos meamos mucho y no podemos salir del carril adicional hasta que llegamos ya a Madrid y meamos en la rotonda que lleva al Faunia.
Y bueno, más o menos esto es todo.
Entiendo que quizá me he recreado demasiado en la prosa y que podría haber sintetizado consiguiendo efectos más cómicos y lamentables pero quería dejar constancia aquí de estos hechos para recordarlos por siempre jamás y no volver a Valencia en lo que me quede de vida.
NO TE CREERAS COMO SE HA QUEDADO ANGELITA JOLÍN DESPUÉS DE COMER POLLO AL CURRY DURANTE UN AÑO LA LECHE DE COCO COMO SE ORDEÑA UN COCO LA INDIA ES UN PAIS
Re: Cuent You
He llorado de la risa. Y cuando ya estaba a punto de irme a dormir el "y meamos en la rotonda que lleva al Faunia" me ha recobrado la fe en mi propia felicidad.
Gracias por este regalo!
Gracias por este regalo!
CacaDeLuxe escribió: ↑03 Ago 2021 09:53 eres un cuck wokero de los que tiene un discurso de covidiota emponzoñado grafenado bozalero aplaudidor de balcon