Qué putada para todos aquellos que soñábamos con ir este finde a Palencia.
Me acabo de comprar una mascarilla.
Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
M. Corleone escribió: ↑05 Nov 2022 10:08 Hasta que comes un coño en el que te has corrido segundos antes NO HAS VIVIDO.
- The last samurai
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Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Nos han jodido la Vaella del domingo.


Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Pues yo me voy a Cuenca este finde. Cómo empieza por C, espero que no nos confinen hasta que dé la vuelta el abecedario.
NO TE CREERAS COMO SE HA QUEDADO ANGELITA JOLÍN DESPUÉS DE COMER POLLO AL CURRY DURANTE UN AÑO LA LECHE DE COCO COMO SE ORDEÑA UN COCO LA INDIA ES UN PAIS
Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Menos mal que recomiendan movilidad reducida, mamonakers.
Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Yo vivo en un lugar en el que el Covid no tiene huevos a asomarse. Por eso tendré que salir a buscarlo.
NO TE CREERAS COMO SE HA QUEDADO ANGELITA JOLÍN DESPUÉS DE COMER POLLO AL CURRY DURANTE UN AÑO LA LECHE DE COCO COMO SE ORDEÑA UN COCO LA INDIA ES UN PAIS
Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Yo me voy a Berlín este sábado.
Mañana empezará a picarme un poco la garganta. Pasado mañana unas décimas de fiebre...
Mañana empezará a picarme un poco la garganta. Pasado mañana unas décimas de fiebre...
CacaDeLuxe escribió: ↑03 Ago 2021 09:53 eres un cuck wokero de los que tiene un discurso de covidiota emponzoñado grafenado bozalero aplaudidor de balcon
- M. Corleone
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Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Ha llegado el temido momento que todos esperábamos, con el hacha levantada, el filo amenazante. El enfrentamiento era inevitable, la confrontación no por esperada será menos cruenta. Lo sentíamos a la vuelta de la esquina, y nos cargamos de argumentos, afilamos las tijeras, cargamos los portaminas con punzantes minas de grafito de la mejor calidad. Se masca la tensión. Antes o después habrá bajas, y no por lumbalgia. Estoy hablando, claro está, de la eterna lucha entre Hombres Partidarios de la Ventilación de Oficinas y Mujeres Frioleras Temerosas de las Corrientes de Aire.
La guerra, obviamente, no viene de ahora, sino que se arrastra desde el inicio del trabajo remunerado por cuenta ajena en oficinas dotadas de ventanas. El conflicto hunde sus raíces en lo más oscuro de los tiempos pero ahora, en el marco de esta pandemia que asola las residencias de ancianos y las parrillas televisivas, la dicotomía riesgo sanitario versus frío en la garganta toma tintes verdaderamente dramáticos jamás vistos hasta ahora.
Se cuenta que en algunas bien consideradas multinacionales los edificios son “inteligentes”, la temperatura está controlada por sofisticados termostatos, se mide la concentración de dióxido de carbono en aire cada cierto tiempo y, en definitiva, se hace lo que dice el jefe, que normalmente es un señor con traje y corbata y que, por tanto, pasa calor y es amigo de la ventilación. Pero, ay amigos, nos enfrentamos a un escenario nuevo, el de la función pública, cuyas filas se nutren de mujeres de mediana edad, personas que temen más a las corrientes que a un tigre de Bengala hambriento.
A estas cuestiones en absoluto menores se une, cómo no, la llegada del cambiante otoño cantábrico, cuyas primeras oscilaciones térmicas ya comienzan a sentirse en la Oficina de Corleone, moqueta en el suelo, espacios diáfanos y edificio noble de los años cincuenta. También influye la notable rotación de personal administrativo, que hace que cualquier consenso térmico alcanzado en el pasado sea frágil y esté destinado a morir en un breve lapso temporal, porque a Marisa no le importaban las corrientes, pero Marta las detesta, y Pili prefiere el calor de la sabana, aún a riesgo de contagios víricos, sudores varios y olor a vestuario de equipo de fútbol adolescente.
Todo esto podría solucionarse fácilmente si las personas contrarias a la apertura de ventanas comprendieran que el frío se combate fácilmente con un jersey sobre esa blusa de seda que tan bonita queda sobre sus traviesos pechos, pero por todo el mundo es conocida la alergia de las funcionarias cuarentonas a utilizar prendas de abrigo sobre sus mejores galas, la aversión a la camiseta interior, para qué usarla si se puede ir por ahí con los pezones duros y poderosos.
Cuentan las leyendas que en alguna ocasión se ha escuchado gritar a algún calvo –minoría entre un mundo de melenas rizadas con mechas rubias- la concisa frase “¡¡Vamos a morir todes si no abrimos las ventanas!!”, pero los anónimos cronistas explican con gesto triste que esta desesperada súplica fue recibida con los sólidos e irrefutables argumentos que apelan al elevado índice de morbilidad derivado de las temibles corrientes de aire. Las partidarias de la bunkerización cuentan, además, con una nueva arma, sofisticada e imbatible. Se trata de una frase, impecablemente construida, que ha llegado a sus manos en fechas recientes: “Con ventilar un poco a primera hora basta”. Es demoledora, y tiene el inconfundible sello de calidad que adorna los argumentos inabordables, sólidos.
Se intuye el drama, no tanto debido a un contagio masivo derivado de la aspiración de aerosoles cargados de virus, como a un buen golpe en la sien con grapadora de acero El Casco, contundente instrumento que viene pidiendo participar en un crimen desde que llegó a mis manos.
La guerra, obviamente, no viene de ahora, sino que se arrastra desde el inicio del trabajo remunerado por cuenta ajena en oficinas dotadas de ventanas. El conflicto hunde sus raíces en lo más oscuro de los tiempos pero ahora, en el marco de esta pandemia que asola las residencias de ancianos y las parrillas televisivas, la dicotomía riesgo sanitario versus frío en la garganta toma tintes verdaderamente dramáticos jamás vistos hasta ahora.
Se cuenta que en algunas bien consideradas multinacionales los edificios son “inteligentes”, la temperatura está controlada por sofisticados termostatos, se mide la concentración de dióxido de carbono en aire cada cierto tiempo y, en definitiva, se hace lo que dice el jefe, que normalmente es un señor con traje y corbata y que, por tanto, pasa calor y es amigo de la ventilación. Pero, ay amigos, nos enfrentamos a un escenario nuevo, el de la función pública, cuyas filas se nutren de mujeres de mediana edad, personas que temen más a las corrientes que a un tigre de Bengala hambriento.
A estas cuestiones en absoluto menores se une, cómo no, la llegada del cambiante otoño cantábrico, cuyas primeras oscilaciones térmicas ya comienzan a sentirse en la Oficina de Corleone, moqueta en el suelo, espacios diáfanos y edificio noble de los años cincuenta. También influye la notable rotación de personal administrativo, que hace que cualquier consenso térmico alcanzado en el pasado sea frágil y esté destinado a morir en un breve lapso temporal, porque a Marisa no le importaban las corrientes, pero Marta las detesta, y Pili prefiere el calor de la sabana, aún a riesgo de contagios víricos, sudores varios y olor a vestuario de equipo de fútbol adolescente.
Todo esto podría solucionarse fácilmente si las personas contrarias a la apertura de ventanas comprendieran que el frío se combate fácilmente con un jersey sobre esa blusa de seda que tan bonita queda sobre sus traviesos pechos, pero por todo el mundo es conocida la alergia de las funcionarias cuarentonas a utilizar prendas de abrigo sobre sus mejores galas, la aversión a la camiseta interior, para qué usarla si se puede ir por ahí con los pezones duros y poderosos.
Cuentan las leyendas que en alguna ocasión se ha escuchado gritar a algún calvo –minoría entre un mundo de melenas rizadas con mechas rubias- la concisa frase “¡¡Vamos a morir todes si no abrimos las ventanas!!”, pero los anónimos cronistas explican con gesto triste que esta desesperada súplica fue recibida con los sólidos e irrefutables argumentos que apelan al elevado índice de morbilidad derivado de las temibles corrientes de aire. Las partidarias de la bunkerización cuentan, además, con una nueva arma, sofisticada e imbatible. Se trata de una frase, impecablemente construida, que ha llegado a sus manos en fechas recientes: “Con ventilar un poco a primera hora basta”. Es demoledora, y tiene el inconfundible sello de calidad que adorna los argumentos inabordables, sólidos.
Se intuye el drama, no tanto debido a un contagio masivo derivado de la aspiración de aerosoles cargados de virus, como a un buen golpe en la sien con grapadora de acero El Casco, contundente instrumento que viene pidiendo participar en un crimen desde que llegó a mis manos.
Última edición por M. Corleone el 06 Oct 2020 13:07, editado 2 veces en total.
Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Para calentar los ánimos les puedes decir: "cómo que tenéis frío? pero no tenéis sofocos, charos menopáusicas de los cojones?"
Aspiro a la hegemonía mundial.
- M. Corleone
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Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Ayer ya dije "A ver si tanto frío es porque tenéis el coño muerto", y no cayó bien, no.
Re: Me acabo de comprar una mascarilla.
Que falta pensamiento estratégico...
Lo que tienen que hacer los hombres de la oficina es comer una buena fabada, un locro, beber leche chocolatada y bastante cerveza.
Dejar que todo eso fermente adentro y luego ponerse a soltar pedos de los silenciosos pero letales como si no hubiera un mañana.
En 10 minutos tienes las ventanas abiertas de par en par.
Para mayor efectividad pueden dividir un grupo y que coman comidas con mucho ajo y después se dediquen a eructar, para diversificar un poco el asunto.
Lo que tienen que hacer los hombres de la oficina es comer una buena fabada, un locro, beber leche chocolatada y bastante cerveza.
Dejar que todo eso fermente adentro y luego ponerse a soltar pedos de los silenciosos pero letales como si no hubiera un mañana.
En 10 minutos tienes las ventanas abiertas de par en par.
Para mayor efectividad pueden dividir un grupo y que coman comidas con mucho ajo y después se dediquen a eructar, para diversificar un poco el asunto.
"Apathy's a tragedy
And boredom is a crime"
GNU Terry Pratchett
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