JorgitoForeman escribió:Pero vamos, si sigues con ganas de revolver casos cerrados, puedes decir que el tapón de Vrankovick a Montero sí fue legal y fíjate, hasta la FIBA te daría la razón entonces.

Y ya, puestos, pego
esto que escribí hace unos meses:
- Fragiskos Alvertis, pin. Recuerda lo que te digo -me dijo V.-.
- Haz caso a V., pin -apoyó C.-.
- Arturas Karnisovas -respondía yo por toda defensa-.
V. y C. eran compañeros de equipo, y estábamos concentrados en un hotel por la disputa de la fase final. Tuvimos la mala suerte de que dicha fase final se jugara en una ciudad a apenas 100 km de la nuestra, aunque si bien podíamos ir y venir en autobús, consideraron que merecíamos compartir hotel de concentración con el resto de equipos... Masculinos y femeninos (pero esa es otra historia). Paradójicamente, durante la temporada tuvimos que jugar en ciudades que estaban a más de 300 km y nadie dijo ni pío cuando íbamos y volvíamos en el día.
Se dio la circunstancia de que nuestra fase final coincidió con la Final Four de ese año. Así, estábamos concentrados en una habitación para ver el Barcelona-Panathinaikos. En las jornadas anteriores ya nos habíamos reunido antes de marchar hacia el pabellón, una hora antes más o menos. El capitán J. tomaba las riendas de la arenga, comentaba un poco el rival y recordaba lo que nos había comentado el Mister en el entrenamiento. La táctica del Mister, T., solía reducirse a balones a B., solo que con matices y eufemismos. Curiosamente, ambos han hecho carrera; T. en despachos, donde ha llegado a cargo federativo, y B. a jugar profesionalmente en la segunda mejor liga del mundo.
Como colofón a la charla táctica interna, antes de coger las bolsas con la equipación y dejar la habitación todos juntos, sonaba el tema The eye of the tiger. Bueno, también poníamos el contrapunto festivo con una grabación de un concierto de Antonio Flores (Anthony Flowers) completamente colocado, donde gritaba "Vamos a hacer.. ehh.... un concierto ¡de más a menos!" y se oía de fondo "¡Dirás de menos a más!". Epatante. Y así íbamos al pabellón, entre orgullosos y épicos, y descojonándonos y relajados.
En la charla también solía intervenir EC., que por edad e historial deportivo nos servía de referencia. EC. en realidad se llama J. pero para no confundirlo con el capitán, lo llamaremos EC. (Enano Chingón). Ese fue el nombre con el que le bautizó C. Un día, tras un partido en Burgos, mientras esperábamos a coger el autobús y hacía un frío del carajo (además era enero), nos refugiamos en un bareto de mala muerte donde a base de vinos y bolsas de matutano conseguimos coger media borrachera y varios posters de regalo del Granada-Dakar que daban con las patatas fritas. La vuelta fue apoteósica, con EC. dando saltos mortales en el interior del autobús, poniéndose de pie en el respaldo de los asientos y lanzándose contra los asientos del fondo donde estaba parte del equipo (los más borrachos). Todo era mirar hacia atrás y ver a EC. volando de un asiento a otro al grito de "¡Cabrones!!". Aún hoy no estoy muy seguro de por qué surgió el nombre, pero el vino peleón suena a buena explicación.
En fin, que estábamos todos allí reunidos viendo el partido. Y llegó el fatídico y famoso final:
[youtube]S2_XEzsfmMk[/youtube]
La visión de los últimos momentos del partido me hicieron emitir un sonido similar al grito de auxilio de un cerdo acorralado por el fuego. El bocinazo final significó la explosión de júbilo de los antibarcelonistas. Los culés todavía estábamos perplejos. El partido estaba perdido. Los puntos de Albertis, la caraja del Barcelona y Montero, el no-tapón de Vrankovic y la actuación veleta arbitral. Ni Karnisovas ni hostias: Derrota.
E., flemático y templado por lo general, pero capaz de lanzar un triple de nueve metros cuando iba solo en contraataque si se sentía ultrajado por algún lance anterior del juego, proclamó: "¡Sois todos unos hijos de puta!" y se marchó dando un portazo. En realidad, su insulto tuvo el efecto contrario, y en lugar de mitigar los ánimos y hacer recapacitar por su comportamiento a los merengones, estos terminaron retorciéndose de la risa, por el suelo, con lágrimas en los ojos.
V, en mitad de todo ese fragor, me hizo un aparte y me susurró: - Fragiskos Alvertis, pin. Te lo dije.