Joder, que infancia más triste.
Aparte, a contar mis historias mosqueteras, lo que hacía era arrancar un pelo de una compañera de clase (más complicado que las alas a la mosca), y atarlo alrededor de la mosca.
Acababas pareciendo como un niño pequeño con un globo de helio dando vueltas a tu alrededor.
graciosisimo el tenerlas volando en plan globo. O pegarlo el otro extremo al pupitre en clase.
El sumun de la diversión era atar una a cada lado del pelo y dejarlas volar. Las muy gilipollas siempre iban en sentido contrario.
O ponerles en un extremo del pelo un papel de fumar con cualquier proclama para verla volar arrastrando el papel. Eso es lo llamado La Mosca Publicitaria
En serio, que infancia más triste...
La mía, claro.
¿Por que nunca fuimos compañeros de clase, joder? Las monjas nos arrebataron a mis amiguitos y a mi la inventiva a la hora de torturar bichitos. Mis clases hubieran sido un 300% mas divertidas de habérseme ocurrido algo así antes.
Atar una mosca a cada extremo de un hilo... ¡Y luego dejarlas volar! ¡Moscas-mascota! Moscas pegadas a un papel de fumar con algo escrito... ¡Moscas con publicidad!
Que mal, coño. Ojalá hubiera pensado algo de esto años atrás. En mi colegio la gente, cuando le cortaba las alas a una mosca o cuando freía hormigas con una lupa hasta que saltara un chispazo del abdomen, se creía la puta reencarnación de Satanás en la Tierra. Hay que joderse.
Vuestros métodos de tortura mosquil me han sorprendido, en serio. Sois afortunados. Una infancia habiendo visto volar a una Mosca Publicitaria tiene que ser, por fuerza, una infancia sana y feliz.
Os envidio un poco, mamones.
En cuanto vea pasar una mosca le endiñaré un ocb a vuestra salud, lo juro. Seguro que me emociono y todo.