L'ongle
L'ongle
Tengo la uña hecha una mierda. En realidad debería decir las uñas, porque ya son varias. La primera, porque todo tiene un principio y por algo hay que empezar, fue la del dedo índice de la mano derecha y luego ha ido extendiéndose por el resto. Pero ésa, la primera, está hecha una mierda. Y todo por culpa de una maldición.
Porque a lo mejor debería empezar con un regalo, o con una fiesta o, incluso, con una nevera, pero prefiero hacerlo por mi uña, que es lo que me preocupa más.
Mi uña empezó agrietándose sin previo aviso. Me di cuenta una mañana, después de lavarme los dientes. La queratina de la capa exterior decidió desintegrarse poco a poco. En pocos días, la superficie dejó de ser lisa y aparecieron rugosidades que empezaron a mancharse de un gris verdoso, semejante al tejido putrefacto. Intentar limpiarla no servía de nada. La fricción del lavado aceleraba la pérdida de queratina y el gris en descomposición seguí ahí, así que me tuve que resignar a tener una uña manchada. Después perdió la media luna de color claro de su nacimiento. Éste creo que fue el momento de su muerte. Pasó a ser tejido muerto y dejó de crecer. Por último, empezó a perder su curvatura y a separase de mi piel. Se levantó de los extremos y dejó al descubierto la carne que debería cubrir. Ahora está casi negra y a punto de caerse. No duele, pero es asqueroso.
Este mismo proceso se desarrolla también en las uñas del dedo corazón, pulgar y anular, por este orden. Y esta mañana me he dado cuenta de que acaba de empezar en la del meñique.
Siempre se aprende algo. Y la lección de todo esto ha sido que nunca más volveré a regalar un juego de letras imantadas. Inocente de mí, me pareció un buen regalo para la inauguración de la casa de Fernando.
Mi amigo Fernando se compró una casa de las de toda la vida hace unos meses. Poco sé de la casa. Él dice que es del siglo XIX o, por lo menos, eso le dijeron al comprarla, pero parecen demasiados años. La ha reformado por completo y ha trabajado como un esclavo para hacerla habitable. Un buen día decidió hacer una fiesta de inauguración y allí me presenté yo, con una botella de whisky de malta y con un juego de letras imantadas, de esos que se pegan al frigorífico y sirven para dejar mensajes, tipo: “no queda leche” o “comprar puerros para las lentejas”.
Siempre quise tener un juego de ésos, por hacer la coña, porque tampoco le veía la utilidad por ningún lado. Por eso se lo regalé a Fernando, porque era algo estúpido que a mi me hubiera encantado tener.
La fiesta fue bien. Comimos poco y bebimos mucho. Y cuando todo el mundo iba ya lo suficientemente colocado, me fui hacia el frigorífico y abrí el regalo. En principio me sorprendió la cantidad de palabras y letras sueltas que había dentro de la caja. Las combinaciones deberían ser casi infinitas, y las frases podían ser muy largas, así que me puse manos a la obra. Me sentía un Baudelaire cualquiera practicando la escritura automática:
“El perro se enfría pero la ley de la calle permanece indolente”
“Esperad el fin, mientras las alubias crezcan cerca del coche”
“Las aguas desaparecieron por el humilladero”
“El bien no estorba porque las bicicletas se han quedado sin resuello”
Llegó un momento en el que se me agotó el whisky pero no la inspiración. Fui a servirme otro, y cuando volví al frigorífico todas las letras estaban desordenadas. Mis frases habían desaparecido en el abismo de lo incompresible. Sólo había formada una palabra: “NO”, y yo no la había compuesto. Me pareció raro, pero también iba muy borracho, así que no le di la mayor importancia, y continué:
“Agria la leche el fuego encendido en la ventana”
“Las nubes soplan olores de rancio sentido”
“Cortaron las alas al fregadero. Pobre intestino grueso, solo y vacío”
Y de repente, delante de mi, otro “NO”. Me quedé pensando si yo era el autor de tan escueto mensaje cuando, ante mis ojos, todo empezó a desordenarse. Las letras y la palabras dejaron libre el centro de la puerta del frigorífico y el “NO” bajó hasta ocupar este espacio ahora vacío. Mis intentos por parar esta hecatombe fueron vanos. Por más que intenté sujetar las letras, éstas se me escurrieron entre los dedos con una fuerza inusual, y por más que intenté volver a traerlas al centro, una fuerza invisible las mantenía alejadas de todo sentido.Con la mano derecha golpeé la puerta del frigorífico varias veces. Entonces sentí como si otra mano helada agarrara mi puño y lo inmovilizara. Después de eso se fue la luz. Y por mucho que Fernando trasteó entre fusibles y diferenciales, por lo que aquella noche respectaba, no habría más corriente.
Nadie había visto mi enfrentamiento con la nevera, así que no dije nada. Pero sabía que aquel corte de luz no era más que otra estratagema para que no pudiera seguir construyendo palabras.
Salimos a la calle y continuamos la fiesta en un bar.
Al día siguiente fue cuando me di cuenta de que la uña de mi dedo índice empezaba a irse a tomar por culo.
A los pocos días tomé café con Fernando y me dijo que creía que en su casa había fantasmas. Que los mensajes que se dejaba a sí mismo en el frigorífico desaparecían. No quise asustarlo, pero le dije que mejor olvidara las letras.
Ahora que tengo las uñas perdidas, sólo espero no perder la mano entera, porque debajo de mi uña suelta del dedo índice empiezo a ver la piel con manchas grisáceas y empiezo a notar un olor extraño.
Putas letritas.
Porque a lo mejor debería empezar con un regalo, o con una fiesta o, incluso, con una nevera, pero prefiero hacerlo por mi uña, que es lo que me preocupa más.
Mi uña empezó agrietándose sin previo aviso. Me di cuenta una mañana, después de lavarme los dientes. La queratina de la capa exterior decidió desintegrarse poco a poco. En pocos días, la superficie dejó de ser lisa y aparecieron rugosidades que empezaron a mancharse de un gris verdoso, semejante al tejido putrefacto. Intentar limpiarla no servía de nada. La fricción del lavado aceleraba la pérdida de queratina y el gris en descomposición seguí ahí, así que me tuve que resignar a tener una uña manchada. Después perdió la media luna de color claro de su nacimiento. Éste creo que fue el momento de su muerte. Pasó a ser tejido muerto y dejó de crecer. Por último, empezó a perder su curvatura y a separase de mi piel. Se levantó de los extremos y dejó al descubierto la carne que debería cubrir. Ahora está casi negra y a punto de caerse. No duele, pero es asqueroso.
Este mismo proceso se desarrolla también en las uñas del dedo corazón, pulgar y anular, por este orden. Y esta mañana me he dado cuenta de que acaba de empezar en la del meñique.
Siempre se aprende algo. Y la lección de todo esto ha sido que nunca más volveré a regalar un juego de letras imantadas. Inocente de mí, me pareció un buen regalo para la inauguración de la casa de Fernando.
Mi amigo Fernando se compró una casa de las de toda la vida hace unos meses. Poco sé de la casa. Él dice que es del siglo XIX o, por lo menos, eso le dijeron al comprarla, pero parecen demasiados años. La ha reformado por completo y ha trabajado como un esclavo para hacerla habitable. Un buen día decidió hacer una fiesta de inauguración y allí me presenté yo, con una botella de whisky de malta y con un juego de letras imantadas, de esos que se pegan al frigorífico y sirven para dejar mensajes, tipo: “no queda leche” o “comprar puerros para las lentejas”.
Siempre quise tener un juego de ésos, por hacer la coña, porque tampoco le veía la utilidad por ningún lado. Por eso se lo regalé a Fernando, porque era algo estúpido que a mi me hubiera encantado tener.
La fiesta fue bien. Comimos poco y bebimos mucho. Y cuando todo el mundo iba ya lo suficientemente colocado, me fui hacia el frigorífico y abrí el regalo. En principio me sorprendió la cantidad de palabras y letras sueltas que había dentro de la caja. Las combinaciones deberían ser casi infinitas, y las frases podían ser muy largas, así que me puse manos a la obra. Me sentía un Baudelaire cualquiera practicando la escritura automática:
“El perro se enfría pero la ley de la calle permanece indolente”
“Esperad el fin, mientras las alubias crezcan cerca del coche”
“Las aguas desaparecieron por el humilladero”
“El bien no estorba porque las bicicletas se han quedado sin resuello”
Llegó un momento en el que se me agotó el whisky pero no la inspiración. Fui a servirme otro, y cuando volví al frigorífico todas las letras estaban desordenadas. Mis frases habían desaparecido en el abismo de lo incompresible. Sólo había formada una palabra: “NO”, y yo no la había compuesto. Me pareció raro, pero también iba muy borracho, así que no le di la mayor importancia, y continué:
“Agria la leche el fuego encendido en la ventana”
“Las nubes soplan olores de rancio sentido”
“Cortaron las alas al fregadero. Pobre intestino grueso, solo y vacío”
Y de repente, delante de mi, otro “NO”. Me quedé pensando si yo era el autor de tan escueto mensaje cuando, ante mis ojos, todo empezó a desordenarse. Las letras y la palabras dejaron libre el centro de la puerta del frigorífico y el “NO” bajó hasta ocupar este espacio ahora vacío. Mis intentos por parar esta hecatombe fueron vanos. Por más que intenté sujetar las letras, éstas se me escurrieron entre los dedos con una fuerza inusual, y por más que intenté volver a traerlas al centro, una fuerza invisible las mantenía alejadas de todo sentido.Con la mano derecha golpeé la puerta del frigorífico varias veces. Entonces sentí como si otra mano helada agarrara mi puño y lo inmovilizara. Después de eso se fue la luz. Y por mucho que Fernando trasteó entre fusibles y diferenciales, por lo que aquella noche respectaba, no habría más corriente.
Nadie había visto mi enfrentamiento con la nevera, así que no dije nada. Pero sabía que aquel corte de luz no era más que otra estratagema para que no pudiera seguir construyendo palabras.
Salimos a la calle y continuamos la fiesta en un bar.
Al día siguiente fue cuando me di cuenta de que la uña de mi dedo índice empezaba a irse a tomar por culo.
A los pocos días tomé café con Fernando y me dijo que creía que en su casa había fantasmas. Que los mensajes que se dejaba a sí mismo en el frigorífico desaparecían. No quise asustarlo, pero le dije que mejor olvidara las letras.
Ahora que tengo las uñas perdidas, sólo espero no perder la mano entera, porque debajo de mi uña suelta del dedo índice empiezo a ver la piel con manchas grisáceas y empiezo a notar un olor extraño.
Putas letritas.
Como ver a Platón y Aristóteles haciendo un 69 disfrazados de la patrulla canina.
Ramón, Telephono roto 2020.
Ramón, Telephono roto 2020.
- The last samurai
- Ulema
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- Registrado: 10 Ene 2004 13:20
Está bastante bien tal y como está, la verdad. Bien escrito, lectura fluida.
Reconozco que no entiendo dónde está la relación entre perder las uñas y haber tenido una redecilla (ja, ja) con las letritas imantadas que se le hayan regalado a un amigo.
Al principio hablas de una maldición, continúas describiendo los síntomas que provoca, te extiendes en los detalles del regalo y de su banal-profundo significado, das cuenta del pasado suceso surrealista (incluyendo una serie de frases que he llamado "greguerías surrealistas" y que quiero ver como puntos oscuros) y cierras volviendo al presente, dejando abierto el final (¿pierde la mano?). Mi pregunta es: ¿dónde está la maldición? Es un poco frustrante no encontrarse con la puta maldición, que no te abundes en ese tema.
[EDITADO] Como me he dado cuenta de que soy un poco zoquete porque me atrevo a opinar después de una lectura diagonal, he intentado repararme releyéndote por ver (con más detenimiento) si retomabas lo de la maldición:
Fantasmas, dices. Pfá.
Vaya, qué rollo.
¿Continuarás hablando de fantasmas? Es decir, esto no se plantea como un capítulo, ¿no? Desde luego no lo parece por cómo cierras.
Un fantasma es una sábana blanca atada a una cadena y a una bola de hierro a menos que lo trates como un personaje, y además de ese "NO" que todavía no he comprendido de dónde sale, no hay más dato de personalidad, de propósito. Convendrás conmigo en que una sábana atada a una bola de hierro no es algo muy aterrador a menos que traten de utilizarla como arma contundente (la bola, claro).
De todas formas, el título mismo del relato me hace pensar que quizás haya fijado demasiado mi atención en algo secundario. ¿Entonces qué es? «Que no, coño, que lo de la maldición no importa nada, que no quieras ver fantasmas, sólo quería extenderme en una descripción escatológica-gore más». Entonces vale. [/EDITADO]
Como lo veo como demasiado extenso para ser sólo un caprichillo sin sentido ninguna, quiero creer que debe haber algo entre las greguerías surrealistas esas que juntas.
O no.
No me he parado a pensar en el porqué, pero es habitual que de los textillos que se publican por aquí, la parte más irreal sea la que más atrape al lector, salvo en pocos casos. Entiendo que deben ser ramalazos de infantilismo. En cualquier caso, tu texto no es una excepción. La parte con más ritmo, que coincide con la vorágine que se produce justo antes de que la luz se vaya, viene a ser lo más aprovechable que le encuentro.
Reconozco que no entiendo dónde está la relación entre perder las uñas y haber tenido una redecilla (ja, ja) con las letritas imantadas que se le hayan regalado a un amigo.
Al principio hablas de una maldición, continúas describiendo los síntomas que provoca, te extiendes en los detalles del regalo y de su banal-profundo significado, das cuenta del pasado suceso surrealista (incluyendo una serie de frases que he llamado "greguerías surrealistas" y que quiero ver como puntos oscuros) y cierras volviendo al presente, dejando abierto el final (¿pierde la mano?). Mi pregunta es: ¿dónde está la maldición? Es un poco frustrante no encontrarse con la puta maldición, que no te abundes en ese tema.
[EDITADO] Como me he dado cuenta de que soy un poco zoquete porque me atrevo a opinar después de una lectura diagonal, he intentado repararme releyéndote por ver (con más detenimiento) si retomabas lo de la maldición:
Fantasmas, dices. Pfá.
Vaya, qué rollo.
¿Continuarás hablando de fantasmas? Es decir, esto no se plantea como un capítulo, ¿no? Desde luego no lo parece por cómo cierras.
Un fantasma es una sábana blanca atada a una cadena y a una bola de hierro a menos que lo trates como un personaje, y además de ese "NO" que todavía no he comprendido de dónde sale, no hay más dato de personalidad, de propósito. Convendrás conmigo en que una sábana atada a una bola de hierro no es algo muy aterrador a menos que traten de utilizarla como arma contundente (la bola, claro).
De todas formas, el título mismo del relato me hace pensar que quizás haya fijado demasiado mi atención en algo secundario. ¿Entonces qué es? «Que no, coño, que lo de la maldición no importa nada, que no quieras ver fantasmas, sólo quería extenderme en una descripción escatológica-gore más». Entonces vale. [/EDITADO]
Como lo veo como demasiado extenso para ser sólo un caprichillo sin sentido ninguna, quiero creer que debe haber algo entre las greguerías surrealistas esas que juntas.
O no.
No me he parado a pensar en el porqué, pero es habitual que de los textillos que se publican por aquí, la parte más irreal sea la que más atrape al lector, salvo en pocos casos. Entiendo que deben ser ramalazos de infantilismo. En cualquier caso, tu texto no es una excepción. La parte con más ritmo, que coincide con la vorágine que se produce justo antes de que la luz se vaya, viene a ser lo más aprovechable que le encuentro.
Última edición por Alvarito el 19 Oct 2006 19:38, editado 1 vez en total.
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.
Muchas gracias por el piropo, Sr de la personalidad doble. No te creas que me ha dejado muy convencido el texto a mi.
Alvarito, vamos a ver, empiezas diciendo que el texto está bien como está y terminas diciendo que sólo son aprovechables un par de párrafos. En fin.
Me parece estupendo que me dediques un post tan extenso analizando todo esto. Me he acordado de una anecdota de Alberti. Era algo así: en un curso, una gafapasta empollona se levantó y le preguntó al poeta que qué significaba el famoso verso "Se equivocó la paloma", si era una metáfora de la inocencia perdida de la infancia que acaba haciéndonos volar en direcciones erróneas, o si era una imagen de la ideología de izquierdas que deseosa de conseguir la paz erró su orientación y acabó trayendo la guerra fratricida. Tras meditarlo, Alberti dijo algo así: "Cuando decía se equivocó la paloma, estaba diciendo que la paloma se equivocaba".
Poco te puedo explicar del texto. Es una historia de dos ideas. A mi tampoco me atrae nada el tema de los fantasmas y de las maldiciones, por eso he pasado algo por encima. Pero yo creo que la relación está clara: la uña se jode por culpa de jugar con las letritas cuando te están diciendo que no lo hagas.
Gracias por los comentarios.
Un saludo
Alvarito, vamos a ver, empiezas diciendo que el texto está bien como está y terminas diciendo que sólo son aprovechables un par de párrafos. En fin.
Me parece estupendo que me dediques un post tan extenso analizando todo esto. Me he acordado de una anecdota de Alberti. Era algo así: en un curso, una gafapasta empollona se levantó y le preguntó al poeta que qué significaba el famoso verso "Se equivocó la paloma", si era una metáfora de la inocencia perdida de la infancia que acaba haciéndonos volar en direcciones erróneas, o si era una imagen de la ideología de izquierdas que deseosa de conseguir la paz erró su orientación y acabó trayendo la guerra fratricida. Tras meditarlo, Alberti dijo algo así: "Cuando decía se equivocó la paloma, estaba diciendo que la paloma se equivocaba".
Poco te puedo explicar del texto. Es una historia de dos ideas. A mi tampoco me atrae nada el tema de los fantasmas y de las maldiciones, por eso he pasado algo por encima. Pero yo creo que la relación está clara: la uña se jode por culpa de jugar con las letritas cuando te están diciendo que no lo hagas.
Gracias por los comentarios.
Un saludo
Como ver a Platón y Aristóteles haciendo un 69 disfrazados de la patrulla canina.
Ramón, Telephono roto 2020.
Ramón, Telephono roto 2020.
Pombito escribió:¿Podrías explayarte?
Sí, pero no. Sólo hay que mirar la primera página de este subforo para entender lo que ya se entendía sólo con leer mi anterior post. A mí cualquier cosa que se salga de lo anteriormente dicho me sabe a gloria bendita, desde un haiku de soy_yonki hasta un Kaddish rococó ciborgfuturista de Cíclope.
Asín te lo digo.
puagh escribió:[...] Alvarito, vamos a ver, empiezas diciendo que el texto está bien como está y terminas diciendo que sólo son aprovechables un par de párrafos. En fin.
[...]
Vale, me corrijo. No es "lo más aprovechable" (que en cualquier caso no es "sólo son aprovechables"), es "lo mejor".
Alvarito, antes escribió:La parte con más ritmo, que coincide con la vorágine que se produce justo antes de que la luz se vaya, viene a ser lo más aprovechable que le encuentro.
Alvarito, ahora escribió:La parte con más ritmo, que coincide con la vorágine que se produce justo antes de que la luz se vaya, viene a ser lo mejor que le encuentro.
Pd.
Digo ¡argh!
puagh escribió:Pero yo creo que la relación está clara: la uña se jode por culpa de jugar con las letritas cuando te están diciendo que no lo hagas.
Argh. No había entendido el "¡No!" como un "No juegues con estas letritas". Qué mal.
A título personal comento que no me gusta eso de "te pasa por no hacerte caso". Charles Puagherrault.
[...] se vio tragado por la boca de una decadencia larga y serpenteante, de la que no volvería a salir hasta que, al final mismo de sus días, se enamoró por fin de su mujer.