Saca el Jackson Pollock que llevas dentro
Publicado: 03 Sep 2006 14:23
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Hace un tiempo, Marla Olmstead conmovió a su pueblo, a Nueva York, al mundo del arte y finalmente al mundo entero. Con sólo 4 años, era la autora de unas pinturas abstractas que deslumbraban a los críticos, cotizaban en cientos de miles y revelaban un talento indescifrable. Pero, de repente, un especial del programa periodístico 60 Minutes lo derrumbó todo. El documental My Kid Could Paint That, que llega directo en DVD, registró auge, caída y polémica de este caso que no sólo puso en evidencia a la familia de una nena de 4 años, sino el límite siempre snob y convenido del mundo del arte.
En una película, lo único que supera tener a una niñita adorable es tener a un villano. Aquí el malo es una bolsa de gatos que usa a Marla para ganancia y gloria: el galerista, frustrado pintor hiperrealista, que odia el arte moderno por considerarlo demasiado fácil, pero luego se lo ve astutamente convenciendo a una compradora de llevarse una pintura; el padre ansioso y mediático; y la prensa que engulle todo, incluyendo a un bienintencionado director de documentales que, como reportero, seduce a su víctima, entabla una relación, para luego aniquilarla. Es parte del ADN del periodismo: está en su naturaleza volverse íntimo con su objeto de estudio para luego clavarle una estocada por la espalda. “Espero no haberlos tirado debajo de un colectivo”, dijo Bar-Lev al presentar su documental.
Cuatro de cada cinco veces, cuando un director se mete a sí mismo en la película es un acto de autocomplacencia. Pero Bar-Lev es una rareza, que sabe ponerse exactamente en el lugar apropiado, un ángulo que no roba el foco de las nuevas preguntas: ¿es la autoría algo tan claro o es una cuestión de perspectiva? ¿Qué niño actúa, escribe o dibuja sin algún tipo de ayuda de sus padres? ¿Es correcto para un cineasta seguir contando la historia aun cuando ésta da un giro inesperado?
Existe la idea de que el arte moderno no tiene estándares, no tiene verdades. Que si un niño puede hacerlo, entonces puf, el velo se ha corrido de esta farsa. A mitad del documental, Michael Kimmelman, el crítico de arte del New York Times, hace una afirmación provocativa: “Las pinturas clásicas cuentan sus historias sobre la tela, mientras que en el arte moderno esas historias existen afuera del cuadro. Es cómo y por qué el pintor hizo lo que hizo, lo que vende la obra”. No está mal. Al punto que uno siente que aquellos que estuvieron dispuestos a pagar miles de dólares por una pintura de Marla deberían ser filosóficos: si les encanta la obra, el dinero está justificado; si no, mala pata.
My Kid Could Paint That es un trabajo marcado por un sentido del escepticismo que nada tiene que ver con el cinismo. No sugiere que la verdad es relativa sino que la certeza y la duda se refuerzan una a otra, y que la necesidad de una verdad crea su propia verdad. La que en el fondo no cambiaría un ápice la esencia del documental. Porque la historia, en definitiva, no es sobre una Kandinsky en pañales sino sobre el mundo de los adultos. Y al final lo único cierto en My Kid Could Paint That es que, créame, su hijo no podría hacerlo.
Jack_Durden escribió:El arte, ese mundo de sinvergüenzas (Y no todos son artistas).
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