[Dolores, aquí] Historias de cuando no duermes
Publicado: 24 Nov 2004 00:02
Sucede que en la época del año en que estamos, a finales de abril, tengo la mala costumbre de despertarme justo cuando el sol empieza a asomar por el horizonte, rojo, cuando los pájaros empiezan a moverse de árbol en árbol, en bandadas, solos, cuando empieza a despuntar el día.
Hoy me desperté, como siempre me pasa, estabas a mi lado tumbada con la espalda mirando al cielo, me levanté a la cocina y bebí un poco de agua. Justo me asomé al balcón y vi lo que te comentaba: al sol despuntar, a los árboles moverse al son de los pájaros que realmente son los culpables de ese movimiento. Una brisa fresca corría, de esas que con una simple sabana se curan y se espantan, y que le dejan a uno en un estado de neutralidad y ambigüedad ambiental.
Volví, me senté en frente de la cama y no habías cambiado de posición. Te mecías en los brazos de morfeo, placidamente; la sabana se enredaba entre tus piernas como una serpiente, ocultando parcialmente tu absoluta desnudez que a partir de tu espalda quedaba más que patente. Es curioso la cantidad de pliegues que puede adoptar una simple sabana alrededor de tu cuerpo, es un paisaje que no se repite nunca más, es casuístico por si mismo y tu lo caracterizas, lo caracteriza tu piel que bien conozco, se mezcla lo continuo y discontinuo en una sucesión infinita de pliegues, mesetas, valles y demás orografías que a cualquier geólogo se le puedan ocurrir.
La brisa, esa brisa fresca que hacía a la sabana que te recorría un complemento ideal, movía suavemente las cortinas. Me levanté, bajé un poco la persiana, y me volví a sentar. Te observé, te recorrí con la mirada, te estudié, memorizándote, a ti, a tu piel, a la imagen que me quemó la retina en ese justo momento.
Y así hasta ahora. Hace una hora y cuarto que me desperté, y sigo observándote, cambiaste la postura, ahora duermes boca arriba, enseñándome todo tu torso, tus pechos, que desde hace un rato memorizo al igual que hice con tu espalda y resto de anatomía. El sol ya entra por la ventana, aunque a medio gas por la persiana que bajé.
Creo que ya hice el grabado que quería, ahora enciendo un cigarrillo, doy los últimos retoques, y vuelvo junto a ti al lecho, para ver si con las manos soy capaz de reconstruir lo que con la mirada creo haber grabado.
El moro.
PD: Esto es una prueba de que dolores NO lleva razón.
Hoy me desperté, como siempre me pasa, estabas a mi lado tumbada con la espalda mirando al cielo, me levanté a la cocina y bebí un poco de agua. Justo me asomé al balcón y vi lo que te comentaba: al sol despuntar, a los árboles moverse al son de los pájaros que realmente son los culpables de ese movimiento. Una brisa fresca corría, de esas que con una simple sabana se curan y se espantan, y que le dejan a uno en un estado de neutralidad y ambigüedad ambiental.
Volví, me senté en frente de la cama y no habías cambiado de posición. Te mecías en los brazos de morfeo, placidamente; la sabana se enredaba entre tus piernas como una serpiente, ocultando parcialmente tu absoluta desnudez que a partir de tu espalda quedaba más que patente. Es curioso la cantidad de pliegues que puede adoptar una simple sabana alrededor de tu cuerpo, es un paisaje que no se repite nunca más, es casuístico por si mismo y tu lo caracterizas, lo caracteriza tu piel que bien conozco, se mezcla lo continuo y discontinuo en una sucesión infinita de pliegues, mesetas, valles y demás orografías que a cualquier geólogo se le puedan ocurrir.
La brisa, esa brisa fresca que hacía a la sabana que te recorría un complemento ideal, movía suavemente las cortinas. Me levanté, bajé un poco la persiana, y me volví a sentar. Te observé, te recorrí con la mirada, te estudié, memorizándote, a ti, a tu piel, a la imagen que me quemó la retina en ese justo momento.
Y así hasta ahora. Hace una hora y cuarto que me desperté, y sigo observándote, cambiaste la postura, ahora duermes boca arriba, enseñándome todo tu torso, tus pechos, que desde hace un rato memorizo al igual que hice con tu espalda y resto de anatomía. El sol ya entra por la ventana, aunque a medio gas por la persiana que bajé.
Creo que ya hice el grabado que quería, ahora enciendo un cigarrillo, doy los últimos retoques, y vuelvo junto a ti al lecho, para ver si con las manos soy capaz de reconstruir lo que con la mirada creo haber grabado.
El moro.
PD: Esto es una prueba de que dolores NO lleva razón.