Pues yo ya he dejado los relatitos.
Yo a Capote le tengo hamor/orror. Hamor desde que siendo prepúber leí A sangre fría en un viaje orrivle Valencia-Málaga, en un autobus cuyo asiento de al lado estaba ocupado por Meat Loaf después de haberse comido a Marlon Brando. Orror desde que, años después, leí casi seguido Ataudes de artesanía y Crucero de verano, y me tuve que tragar un bote de listerine para superar el ASCA.
Muy en la línea de A sangre fría, me acabo de leer
La canción del verdugo, de Norman MailerMuy en la línea porque, al igual que el anterior, es una crónica novelada de un crimen real, recreado en base a cienes y cienes de entrevistas (aunque en este caso, sin besitos ni relación directa con el criminal).
Trata de la salida de la cárcel de Gary Gilmore, un delincuente que ha pasado media vida en la cárcel y que tras salir es acogido por su prima y su familia mormona. Conoce a chica y se enamora como un pipiolo. Aunque pretende ir de reformado al principio, poco a poco va cayendo en vicios y hurtos estúpidos e innecesarios, hasta que en un frensi de berdadero hamigo, le da por cagarla en serio y termina condenado a muerte. Lo interesante del libro no son los hechos que conducen al desenlace ni el desenlace mismo, sino toda la relación destructiva que mantiene con una mujera white trash mormona y sobre todo, el absurdo del proceso legal, que intenta impedir a toda costa la ejecución del reo, a pesar de la sentencia y de que el hamigo esté completamente de acuerdo con ella. El tipo, debido a su actitud y al hecho de aceptar su castigo con nobleza fue visto por mucha gente como si fuera un héroe (recibía cartitas de admiradoras, llamadas de Johnny Cash, contratos para hacer peli de su historia), cosa asombrosa, pues queda bastante claro que era la hez.
Por la parte de Swann, de Marcel ProustGrandísima ocasión para quedar bien cerrando el boquino y citar al calvo, que aquí lo cuenta muy bien:
viewtopic.php?p=115696#p115696Retrato del artista adolescente, de James JoyceParece que vengo en plan lector sesudo, con la bata, las pantuflas y la pipa. Pero no, este libro es bastante accesible para ser del Joyce. Es decir, a pesar de que ya aquí empezaba a coquetear con el monólogo interior de alguna manera (poco, el libro es en tercera persona) no tiene la enfermiza relación de referencias oscuras e inescrutables para todo aquel que no sea estudioso de su obra, vida y milagros, o que no haya vivido en los mismos lugares que él en el mismo lapso de tiempo (es decir, naiden). Narra varios episodios en la vida de Stephen Dedalus,- alter-ego del Joyce joven,- que más tarde reaparecería como guest star en el Ulises. Desde su infancia, su paso por colegios jesuitas, su miedo obsesivo al infierno... va creciendo el chaval y su lenguaje va tornándose cada vez más complejo, sus ideas más elaboradas y laberínticas, hasta que en el capitulo final se vuelve complicado seguir qué está contando, pero sin dejar de ser en todo momento algo medianamente digerible con un poco de atención por parte del lector.