La pena de ésas es que en las bodas, cuando ya vas empujando a la gente mientras crees que vas como una especie de modelo en la pasarela, tras haberte bebido más de seis o siete litros de tipos diferentes de alcohol, y el pinchadiscos empieza a poner pachanga como si no hubiese un mañana; el cuerpo te pide atarte una buena corbata a la frente y retratarte rodeado de tus amigos más impresentables, para la posteridad.
Y con las de clip no se puede.
