Memoria felina
Publicado: 31 Ene 2011 18:46
De crío, en el pueblo de mi padre en Granada, andaba un día por el campo con un amigo. Tendríamos... no sé, siete años o así. Andábamos siguiendo la acequia, no sé con qué propósito, cuando oímos un maullido bastante desgarrado en un campo sin sembrar a nuestra derecha. Seguimos el sonido y dimos con un gato tirado en la tierra sobre su costado, con los ojos muy abiertos, las orejas hacia atrás y, eso, maullando de una forma muy fea. No tenía sangre ni nada roto, así que no supimos qué le pasaba (de hecho no lo sé todavía, aunque imagino que quizá lo hubieran envenenado). Pero el ruído que hacía era estremecedor. Servidor siempre ha odiado a los putos humanos pero los animalicos me dan una pena que no veas.
No quería irme y dejar al gato ahí, y mi amigo no parecía capaz de formular ninguna propuesta acerca de qué hacer. Así que dije, este gato está agonizando, vamos a acabar con su sufrimiento. Y cogimos una piedra y se la tiramos a la cabeza. Pero claro, el problema estuvo en que la piedra que puede tirar un crío de siete años y la fuerza con que lo hace es absolutamente incapaz de matar a un gato. Repetimos el proceso varias veces y los berridos del animal eran cada vez más dolorosos, y el muy cabrón no se moría. Uno no se da cuenta de lo jodido que es matar a un animal hasta que lo intenta, imagino.
Decidí que lo mejor sería parar, y eso hicimos mientras el gato nos miraba de reojo sin poder moverse con muy mala cara. Necesitado de ayuda, hice lo que cualquier crío de siete años haría: buscar a su padre. Y ahí que fui corriendo, con mi amigo detrás. Le dije a mi padre lo que habíamos visto, lo que habíamos intentado sin éxito alguno, y lo llevé donde el gato.
Ahí mi padre cogió una piedra enorme, la tiró sobre la cabeza del gato que nos miraba de nuevo de reojo con los ojos muy abiertos y las orejas hacia atrás, y un sonido sordo nos dio a entender que estaba efectivamente muerto. De todos modos mi padre levantó la piedra para asegurarse y, sí, la forma del cráneo era incompatible con la vida. Nos fuimos de ahí y mis vacaciones siguieron su rumbo normal, creo, sin embargo no sé porqué cojones pero últimamente pienso en ese gato casi a diario, imagino que porque el mío se rompió la pata, también lo pasó muy mal y soltó berridos horribles, y me ha traído eso a la cabeza.
Así que he dicho, voy a escribirlo a ver si así me lo quito de encima.
Y nada, que eso. Venga.
No quería irme y dejar al gato ahí, y mi amigo no parecía capaz de formular ninguna propuesta acerca de qué hacer. Así que dije, este gato está agonizando, vamos a acabar con su sufrimiento. Y cogimos una piedra y se la tiramos a la cabeza. Pero claro, el problema estuvo en que la piedra que puede tirar un crío de siete años y la fuerza con que lo hace es absolutamente incapaz de matar a un gato. Repetimos el proceso varias veces y los berridos del animal eran cada vez más dolorosos, y el muy cabrón no se moría. Uno no se da cuenta de lo jodido que es matar a un animal hasta que lo intenta, imagino.
Decidí que lo mejor sería parar, y eso hicimos mientras el gato nos miraba de reojo sin poder moverse con muy mala cara. Necesitado de ayuda, hice lo que cualquier crío de siete años haría: buscar a su padre. Y ahí que fui corriendo, con mi amigo detrás. Le dije a mi padre lo que habíamos visto, lo que habíamos intentado sin éxito alguno, y lo llevé donde el gato.
Ahí mi padre cogió una piedra enorme, la tiró sobre la cabeza del gato que nos miraba de nuevo de reojo con los ojos muy abiertos y las orejas hacia atrás, y un sonido sordo nos dio a entender que estaba efectivamente muerto. De todos modos mi padre levantó la piedra para asegurarse y, sí, la forma del cráneo era incompatible con la vida. Nos fuimos de ahí y mis vacaciones siguieron su rumbo normal, creo, sin embargo no sé porqué cojones pero últimamente pienso en ese gato casi a diario, imagino que porque el mío se rompió la pata, también lo pasó muy mal y soltó berridos horribles, y me ha traído eso a la cabeza.
Así que he dicho, voy a escribirlo a ver si así me lo quito de encima.
Y nada, que eso. Venga.