Fotografías
Publicado: 13 Feb 2010 01:17
Odio mis fotos. Las fotografías son como instantes de tiempo congelado, muerto, como las flores secas. Abomino la idea de que haya docenas de retratos míos vagando a la deriva de un mar de familiares y amigos. Me siento extraña y desdoblada cuando por casualidad me veo en ellas, con dos, con doce, con veinte años. Esa no soy yo. Es otra que posa riendo o huraña, seria, o sin ni siquiera saberlo.
Antes era fácil, la fatídica cámara sólo salía en ocasiones especiales, en cumpleaños, en las bodas. Ahora no puedes salir una noche con tus amigos sin que todos se empeñen en inmortalizar el momento, sin dejar el mudo testimonio, sin colgarlo en el facebook al día siguiente. Yo estuve, yo hice, yo aparento ser feliz, quizá lo fui en algun instante, quizá alguna de las sonrisas sea de verdad y no una pose. Como si necesitaran justificar ante los demás y ante sí mismos lo mucho que han vivido, lo mucho que se han divertido. Por querer que perdure en la memoria de los hombres, violentan el momento, lo asesinan. No entiendo el afán por intentar agarrar lo que definitivamente se nos escapa, se nos escurre entre los dedos como arena en la playa. Nos olvidará el tiempo.
Quizá algún bisnieto nos rescate de la niebla de la memoria un día, para buscarse en nuestros ojos, y luego, un poco decepcionado, nos vuelva a relegar a una caja de galletas, a un álbum decrépito. Hasta que al fin nos llegue la segunda muerte, que no será la destrucción de nuestro último retrato, aunque este ya sólo sea ceniza y polvo, sino la triste certeza que no queda nadie en el mundo a quien le importe.
Antes era fácil, la fatídica cámara sólo salía en ocasiones especiales, en cumpleaños, en las bodas. Ahora no puedes salir una noche con tus amigos sin que todos se empeñen en inmortalizar el momento, sin dejar el mudo testimonio, sin colgarlo en el facebook al día siguiente. Yo estuve, yo hice, yo aparento ser feliz, quizá lo fui en algun instante, quizá alguna de las sonrisas sea de verdad y no una pose. Como si necesitaran justificar ante los demás y ante sí mismos lo mucho que han vivido, lo mucho que se han divertido. Por querer que perdure en la memoria de los hombres, violentan el momento, lo asesinan. No entiendo el afán por intentar agarrar lo que definitivamente se nos escapa, se nos escurre entre los dedos como arena en la playa. Nos olvidará el tiempo.
Quizá algún bisnieto nos rescate de la niebla de la memoria un día, para buscarse en nuestros ojos, y luego, un poco decepcionado, nos vuelva a relegar a una caja de galletas, a un álbum decrépito. Hasta que al fin nos llegue la segunda muerte, que no será la destrucción de nuestro último retrato, aunque este ya sólo sea ceniza y polvo, sino la triste certeza que no queda nadie en el mundo a quien le importe.