Mi tío Pascual

La editorial asocial, desde la mas inmunda basura hasta pequeñas joyas... (En obras)
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LunaOskura
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Mi tío Pascual

Mensaje por LunaOskura »

Mi tío Pascual fue uno de esos tipos que uno puede decir que era un fuera de serie.

Yo conocí tarde a Pascual porque este vivía en Colombia. En realidad era mi tío abuelo por parte paterna.

Era maño, nació en un pueblo de la provincia de Zaragoza.

Ya con 11 años, envolvió algo de ropa en una sábana, la ató al extremo de un palo, y se marchó de casa durante la noche, en busca de aventuras, con aspecto de vagabundo de viñeta.

Llegó a un pueblo vecino, contando que era huérfano sin hogar. Una familia humilde se apiadó de él y lo tuvo durante unos días trabajando con ellos en el campo, y alojándolo en su propia casa.

Hasta que un conocido de mi bisabuelo pasó en carreta, lo vió y dijo "Coño, pero si éste es el hijo de José L. ¡Sus padres lo están buscando como locos!"

Regresó de nuevo a su morada, cogido por la oreja, y la samanta de palos que le propinó su padre se le grabó en forma de cardenales en el culo durante meses.

El bisabuelo estaba frito de sus correrías y chiquilladas.

La siguiente que se mandó fue vender a hurtadillas todos los colchones de la casa a un vendedor ambulante que pasaba por ahí.

Esta vez los gritos del bisabuelo se escucharon hasta en el Pirineo.

Al poco se trasladaron a la capital y cuando tuvo edad, se enroló en la Marina, y más tarde se fue a recorrer mundo, que era lo que él anhelaba desde bien pequeño.

Por el camino tuvo descendencia en Brasil. Unos primos perdidos y olvidados, con los cuales la familia intentó contactar, pero que ahora ya no importan.

Acabó casándose con una negrita en Colombia. Mi tía Isabel, que trabaja en la Universidad y le queda poco por jubilarse. Y como él era muy blanco y muy canoso, tuvimos primos mulatos. Y reconocidos.

Montó negocios y le fue bastante bien.

Cuando vi por primera vez a mi tío ya era algo mayor, y arrastraba los achaques típicos de las personas que han vivido demasiado en muy poco tiempo.

Era alto, muy alto, de pelo blanco como la nieve, y mirada pícara de niño chico. Constantemente hacía muecas con su boca enorme, y cada tres palabras, dos eran un chiste.

Era divertido, sí. Se le sentía holgadamente feliz con la vida que había llevado, con su éxitos y sus derrotas.

Se sintió muy dichoso de regresar, después de tan largos años, a Zaragoza. Y cuando fuimos a visitar su viejo barrio, estaba excitado como un crío en el día de Navidad, contando hazañas, recordando calles y amigos, arqueando mucho las cejas y levantando los brazos.

Fue una visita corta, pero nos dejó a todos muy buen sabor de boca. Lo mejor de todo es que a partir de entonces regresaría con más asiduidad. Y a mi me fascinaba que nos trajera artesanía colombiana.

Se jactaba de ser el presidente del Centro Español en Cartagena de Indias. Era algo que, inexplicablemente, le daba mucha alegría. Supongo que por la edad. Ya no le quedaba mucho por hacer, y después de todo se seguía sintiendo muy de aquí, a pesar de que sus orígenes le quedaban ya en la curva de los talones.

Un día nos envió una foto de él con los Reyes de España durante una visita oficial a dicho Centro.

La imagen era impactante, Sofía y Juan Carlos como un maldito pincel, con sonrisa de revista, y Pascual, como siempre, camisa por fuera, pelo despeinado y manos en los bolsillos, tal cual, como era él.

Un crack.

Y un día se fue. Enfermó del todo y se fue.

Pero todavía se le escucha reírse, levantando mucho la voz para contarnos algo interesante, y pidiendo siempre un tintico.
Sinceramente, querida, me importa un bledo.

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