Alboreaba el quattrocento. La desintegración de los dos imperios romanos -el legítimo de oriente que los cismáticos llamamos bizantino y el fraudulento Sacro Imperio- era una realidad innegable que había propiciado un maremágnum de distintos señoríos que señoreaban entre poco y menos. La costa dálmata del Adriático estaba en manos de ciudades-estado vasallas de la Serenísima República de Venecia.
En esas estábamos cuando un pequeño señor serbio, Stjepan Vukčić Kosača, se hartó de servir al pusilánime de su rey y señor que no sólo había pactado vasallaje con los pujantes otomanos sino que que para más escarnio andaba en negociaciones con el Sumo Pontífice para renegar de la verdadera fe a cambio de tropas para combatir al turco. Nuestro prócer por contra decidió ofrecer su vasallaje al más bruto que encontrara con la esperanza de que en compensación le enviaran tropas con las que emanciparse de su rey principalmente y luego ya si eso de los muslimes.
Tal era la fama que habían ganado Roger de Flor y sus almogávares un siglo antes, que la célebre maldición griega "así te alcance la venganza de los catalanes" se había extendido por todos los Balcanes, por lo que que en principio Stjepan ofreció su vasallaje a Alfonso V de Aragón y ante su falta de interés al Káiser Federico III de Habsburgo que le hizo el mismo caso, o sea ninguno. No obstante tal trasiego diplomático hizo que nuestro terrateniente tuviera que presentar sus credenciales con un título adecuado, y pareciéndole de poco lustre y elegancia su eslavo Vojvoda y no queriendo utilizar el latino Dux para que nadie lo acusara de amigo de los venecianos tan odiados por el Papa y los catalanes, se agarró al título equivalente alemán de Herzog. Y herzog por aquí, herzog por allá, a aquella región montañosa junto a la costa dálmata por encima de Montenegro se la conoce como Hercegovina.
¿De qué vivían los lugareños? de las explotaciones mineras de bauxita (a día de hoy la industria del aluminio sigue siendo la principal riqueza de la zona) cuyas remesas eran esperadas con avidez por la flota veneciana en el puerto de Ragusa (hoy Dubrovnik). Pero, ¡ay!, había un problema para llegar a las montañas era preciso cruzar el Neretva, el típico río costero mediterráneo que lo mismo es una rambla seca a finales de verano que una temible fuerza de la naturaleza durante el deshielo primaveral.
Fue de este modo que unos avispados emprendedores erigieron un poderoso puente de madera sobre el río. Y para "amortizar gastos" sendas barbacanas a cada orilla, de tal modo que quién quisiera cruzar el río con sus mercaderías no les quedara otra que pagar el pontazgo. Por si alguno no capta la construcción, como Las Gemelas de los Frey en Juego de Tronos. Fina, fina les quedó la obra, tanto que los otomanos la conservaron y a su alrededor construyeron una ciudad con el nombre del propio edificio, Puente Viejo que le decían en eslavo, Mos Stari.
Los turcómanos edificaron Móstar como cualquier otra ciudad oriental, con dos barrios diferenciados, uno dedicado al comercio e industria de manufacturas y otro residencial. En plan Satán es mi señor, ahora ve y haz burla de Niemeyer o Le Corbussier. Mas vino el sultán de la Sublime Puerta de paso por la zona camino de asediar Viena y vió que la idea era buena pero mejorable. Y dispuso el simpar Solimán el Magnífico que los mejores ingenieros de su invicto ejército reedificaran el puente en piedra.
Solimán el Magnífico, es que se te llena la boca. Bueno en la foto además de su puente podéis ver el inmenso muro rocoso de las primeras estribaciones del Monte Velež. Justamente acá empieza el fútbol pues es la conjunción de los nombres del monte y la ciudad con los que compite el equipo rojo representativo del lugar. Dicen del FK Velež Mostar que su época de oro fueron los setenta cuando aportaron a la selección al goleador Vahid Halilhodzic (hoy seleccionador de Argelia) que junto con los también bosnios Safet Susic y Zlatko Vujovic, ambos sarajevitas el uno musulmán y el otro católico formaron la delantera plavi en el mundial de España.
Pero en realidad más popular sonará a los españoles el Vélez Móstar de finales de los ochenta donde su máxima estrella y goleador era el extremo izquierdo Semir Tuce, que escoltado por Pedrag Juric, Ivica Barbaric y Anel Karabeg cosiguió el último título de la institución, la copa Yugoslava del 1986 así como un tercer puesto tras los colosos belgradenses Partizán y Estrella Roja, en una liga mancillada por el escándalo de los amaños de partidos en la última jornada. Un nuevo escándalo, la anulación de las sanciones por los amaños, permitió al Partizán volver a ganar en los despachos la liga de 1987 con nuestros rojillos escoltándoles como segundos una liga que en el campo habían ganado los macedonios del Vardar Skopje. Otro tercer puesto tras el derbi eterno, esta vez ganó Estrella Roja y escoltó Partizán, fue el colofón de la última gran época de Vélez Móstar que traspasó a Barbaric, Juric y Karabeg al Burgos, un equipo de nuevos ricos que recién habían ascendido a la segunda división A española y que gracias a nuestros mostarenses quedaron campeones de la misma en el 1989 y equipo revelación de primera al año siguiente, luego el equipo castellano moriría de éxito.
Creía el Vélez Móstar y no creía mal que sus nuevos valores ya suficientemente fogueados podían cubrir las ausencias, el centrocampista Sergej Barbarez, pero sobre todo su pareja de arietes el serbio Vlado Gudelj y el bosnio Meho Kodro. Una nueva final de copa, esta vez perdida, en 1989 el año de su última participación en competiciones europeas parecía corroborar la impresión. Luego todo el país se fue al carajo.
No quiero meterme con el tema de la Guerra de los Balcanes, pero si hacer un inciso para explicar que una de las causas aducidas fue la pérdida de capacidad productiva de la economía yugoslava a lo largo de los años 70. Quizá me equivoque, es una idea personal, pero como en occidente los yugoslavos intentaron compensar la economía priorizando el sector servicios, lo que explicaría sobre todo que muchos jóvenes vieran en la práctica deportiva un medio seguro de asegurarse su subsistencia, pensad en la hornada de veinteañeros que deslumbraron en fútbol, baloncesto o balonmano en los años noventa. Sustituyeron la economía productiva por la especulativa con los resultados que hoy en día en occidente conocemos y cuyo ejemplo deberíamos temer pues llevamos su misma derrota hacia el desastre.
Volvemos a nuestra pareja de nueves, Gudelj y Kodro, dos típicos unidelanteros del bloque comunista. Grandotes y fuertes como osos, al igual que los plantígrados tras su engañosa apariencia pesada eran peligrosamente veloces. El delantero moderno tal y como le conocemos tan poderoso físicamente como veloz (Ronaldo, Weah, Henry, Drogbá, Rooney) surgió en el Este de Europa.
Gudelj, el más tosco, pronto recibió ofertas del antes mentado Burgos para que formara dupla con Kodro, pero éste ya estudiaba ofertas mejores del Nantes y la Real Sociedad. Al final el serbio recaló en un Celta de Vigo que penaba en los últimos lugares de la segunda A y se convirtió en máximo goleador al paso que subía al equipo gallego a primera, donde siguió ejerciendo sus buenos oficios de hombre diana durante varias temporadas. Una final de copa del Rey perdida ante el Zaragoza en 1994 y la clasificación para competiciones europeas en 1998 señalan el buen hacer de uno de los mayores goleadores de la entidad celeste.
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http://historiadoceltadevigo.net/index. ... Itemid=398Kodro, otro jornalero del área con buen juego aéreo y duros zapatazos, recaló con los txuri-urdiñ y les surtió a goles. Menos centrado, alternaba largas sequías con orgías goleadoras. Mucho más afectado por la guerra, deambulaba como alma en pena por los partidos.
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Primera de tres partes que podéis seguir en Youtube.
Es muy bonito de verdad el cariño que profesan los txuri-urdiñ a sus antiguas estrellas, como suben entrevistas y vídeos de éllos.
Buscad los de López Ufarte o Aldridge.http://m.noticiasdegipuzkoa.com/2012/08 ... -la-guerraAún así consiguió que se fijara en él el Barça para reconstruir el equipo en 1995. Un gran error, aunque comprensible, no era más que una cabezonería de Cruijff, que rezongando contra el entorno, esta vez sin razón, le prefirió sobre Davor Suker e hizo que los culés desembolsaran setecientos millones de pesetas por él (al año siguiente el Madrid pagó por el traspaso de Suker seiscientos millones).
Una pequeña curiosidad, un enfrentamiento entre la Real de Kodro y el Celta de Gudelj.
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El año del doblete del Aleti, fue un año horrible para los blaugrana, faltos de todo, con apenas cinco defensas y el propio Kodro como único delantero, Figo en su primera temporada y Prosinecki y Hagi ostracisados al banquillo. El único consuelo culé residía en que al Madrid le iba todavía peor, llegando al punto de destituir a Valdano.
Encontradas sensaciones había en el Camp Nou ante la visita merengue. Diez jornadas sin marcar llevaba el deprimido Kodro, algo más de paciencia se mostraba con Figo extremo con poco gol pero que llevaba dieciocho partidos sin mojar. A once puntos, once del líder el Atlético de Madrid. Abiertamente se hablaba de ultimatúm a Cruijff. O victoria o cese.
Y el equipo dirigido eventualmente por el anciano Arsenio Iglesias dió en el Camp Nou una lección de fútbol al Barça. Al menos en la primera parte se los merendaron, el argentino Redondo fue dueño y señor, el tridente Laudrup, Raúl, Zamorano infartaba las gradas en cada avance. Y ojo que no eran las típicas arreadas blancas, no. Buen juego, triangulaciones, busquedas de espacio, el Madrid parecía el Brasil del 82. Y el Barça, Nueva Zelanda. Con prehistóricos marcajes al hombre y voleones a la grada para minimizar la goleada que se les venía encima y el árbitro haciéndose el longui ante los penales que se cometían en el área local.
Mmmm, antes de que alguno me salte a la yugular, que sepáis que soy del Barça y además estuve allí.
El indignado público barcelonista llegó a corear por mofa y befa la marcha triunfal de Aída, el tarareo favorito de su ácrima némesis de la capital, por mucho que Guardiola, más pendiente de marcar a Redondo que otra cosa, afirmara lo contrario en el típico ejercicio de populismo tribunero. Y en éstas andaban cuando en una jugada aislada Kodro anotó el gol que evitó que el Camp Nou saltara en llamas. Un Madrid tan elegante como frágil se vino abajo en la segunda parte. El Barcelona obtuvo la más injusta de sus victorias y además por "goleada" 3-0 habiendo sido netamente inferior. Hasta Núñez aplaudía desganado el postrer gol de Kodro que le impedía despedir a Cruijff.
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¿Y mientras el Vélez? Pues la ciudad se dividió entre los croatas en la parte oeste, más cercana a la costa y los musulmanes en el este. El estadio de Vélez Móstar para unas veinte mil personas quedó en manos croatas y no permiten que juegen los rojos en él. En su lugar se han montado la historia lacrimógena del Zrinjski, un equipo al que Tito hizo desaparecer, muestra dicen éllos de lo mucho que los comunistas odiaban al buen pueblo croata.
Bien contemos la otra parte de la historia. Sí, es cierto que el Zrinjski fue disuelto porque fue de los pocos equipos que se avinieron a jugar en la liga germano-italo-croata del efímero régimen títere de los ustacha. No me cebaré en las maldades de los colaboracionistas, muchos de éllos prelados de la Santa Madre Iglesia católica apostólica y romana,
pero que conste que hasta los más curtidos genocidas nazis salían espantados de lo que allí veían. Una sóla palabra buscad: Jasenovac.
Si os digo que los comunistas de Tito "sólo" persiguieron a los colaboracionistas. Esto daría lugar a vergonzosos episodios de venganza, principalmente contra las mujeres, no muy distintos de los que hubo en Italia, Francia o los Paises Bajos, por poner naciones occidentales. Pero Tito nunca persigió a los croatas, de hecho era lugar común que era seguidor del Hadjuk Splitz el gran equipo de fútbol dálmata.
Por no hablar del baloncesto donde los croatas arrollaban con sus Sibenka Sibenik, Zadar, Jugoplastika Splitz o Cibona de Zagreb, frente a la magra oposición de la sección de baloncesto del Ejército, el Partizán. De hecho, el primer equipo yugoslavo que gano la Copa de Europa fueron los bermellones del Bosna Sarajevo claro que contaban, afortunados éllos, con el inigualable Mirza Delibasic (sit tibi terra levis). Afortunados éllos y los que le vimos en el Real Madrid, porque él si que era un genio del baloncesto.
En suma que el recreado Zrijsnki, se quedó con el estadio de Móstar, con las ayudas y subvenciones y con el aporte de famosos como Luka Modric que disputó algunas pachangas con éllos para recaudar fondos. Hacen honor a su vituperable pasado con actitudes ultraderechistas.
Mientras el Vélez Móstar es visto como el equipo del pasado y dirán algunos que no menos criticable régimen comunista (al parecer ahora que son capitalistas viven mucho peor, pero bueno) donde lo mismo jugaban serbios, que croatas, que bosnios, una abominación al parecer malvadísima y horrible. Se han tenido que hacer un estadio, que consiste en graderías móviles con tubos y tablones como las de los equipos de instituto de las películas americanas. No entran ni siete mil personas. No pintan nada en la liga bosnia.