Jode menos cuando lees cosas asi: Aviso que tiene unos añitos ya.
Hospitalet, 5 de enero del 2012, pabellón Complex Esportiu l’Hospitalet Nord. Como cada año, acudo a la cita del Nike International Junior Tournament y, también como en otras muchas ocasiones, voy acompañado de Xabier Añua, histórico entrenador del baloncesto español. Una vez en las instalaciones, Xabier se encuentra a un viejo conocido, del que sobran presentaciones. Aíto García Reneses. Años de amistad fraternal les unen, no en vano fue Añua quién, casi cuatro décadas atrás, fichó para el Barcelona al por aquel entonces joven base del Estudiantes, sin saber la trascendencia que tendría aquella decisión. Xabier le dice que se siente con nosotros, que (en una exageración propia de los amigos) nadie sigue tan a fondo el torneo como yo. Que lo pasaremos bien.
Cuando ocupamos nuestros asientos, está a punto de iniciarse el Barcelona-Cajasol. Aíto se dirige a mí y me pregunta: “Bueno, ¿en quién tenemos que fijarnos?”. Tengo pocas dudas del jugador que le llamará la atención. Se lo digo, se fija en él despreocupadamente durante la rueda de calentamiento.
Empieza el duelo. Transcurridos unos minutos, un chico extremadamente alto y desgarbado se levanta del banquillo. Pide el cambio y, sorprendentemente para el que no esté sobre aviso, ocupa plaza de jugador exterior. En el primer ataque realiza dos botes con absoluta naturalidad y pasa el balón sin problemas aparentes. Miro instintivamente a Aíto, cuya expresión ahora es diferente. Poco después, en un saque de fondo del Barcelona, el chaval de envergadura interminable se empareja a Xavier Moix, base-escolta de 1.85. Y es que está jugando de alero. Flexiona piernas, se desliza, en un alarde de coordinación y agilidad le presiona hasta que el blaugrana llega a media pista. La cara de Aíto es ahora plenamente expresiva. No dice nada, pero lo dice todo. Como en la entrevista que concede a Vladimir Stankovic, jefe de prensa del torneo, al finalizar la jornada. Le preguntan cuál es el jugador más interesante en competición y la respuesta no admite dudas: “Kristaps Porzingis. Me ha gustado mucho. Lo tiene todo: es alto, rápido, buena mano. Es un gusto ayudar en los entrenos a jugadores como él”.
Palabras premonitorias. Porque hoy, dos años y medio después, la trayectoria y juego de Porzingis rezuman talento, descaro y, especialmente, una enorme proyección. Y, como en el caso de todos los jóvenes que han maravillado con el Cajasol de esta temporada, posee un marchamo muy especial. El de Aíto, considerado por muchos el gran hacedor de estrellas de nuestro baloncesto. Ya se sabe: Navarro, Gasol, Ricky, Rudy… Todos ellos NBA, todos ellos se consolidaron en ACB de la mano del técnico madrileño. Resulta difícil, además, obviar que las características del letón recuerdan poderosamente a uno de los nombres de esa lista.
Pero el camino de Porzingis (ni el de nadie) no empieza en el momento en que coincide con Aíto. Años antes de eso, un joven alero de 15 años llega a Sevilla. Según cuentan, quizás de forma un tanto exagerada y con intención de mitificar la historia, muchos clubes europeos estaban interesados en hacerse con sus servicios, pero todos ellos se echaron atrás debido a que sufría una anemia crónica desde que era niño. Sea real esa historia o no, lo cierto es que el Cajasol apostó por él. Era un adolescente delgadísimo, más aún que aquel que vería Aíto un año y medio después, y muchísimo más que el que hemos podido ver esta temporada en ACB. También era mucho más bajo: apenas alcanzaba los 2 metros, lo que le llevaba a jugar en posiciones exteriores, aunque las perspectivas de crecimiento y el potencial que ello conllevaba no era un secreto para nadie. Además del trabajo técnico con los entrenadores de categorías inferiores, Carlos Romero en su etapa cadete y Juanma Pino en la junior, los endocrinos del club diseñaron un plan personalizado para paliar los efectos de la anemia y fortalecer su cuerpo. Por el camino, creció más de 12 centímetros y su posición en la cancha pasó a ser la de ala-pívot, mucho más natural para sus características físicas actuales, teniendo en cuenta además que mantiene varias de las virtudes heredadas de su etapa como jugador exterior.
Ese peculiar recorrido técnico-vital es clave para entender el intrigante perfil de jugador que Porzingis representa actualmente, y el porqué de que las expectativas sobre su margen de mejora sean tan altas. Ya en su último campeonato disputado como junior, el Europeo celebrado en su país natal hace apenas hoy 11 meses, le situaron (ausente Mario Hezonja, no hubo debate) como el jugador con más proyección de la generación del 95. No sólo eso: una vez su crecimiento se frenó y su estructura física comenzó a estabilizarse, Porzingis se reveló como el jugador más determinante del torneo. Pese a no destacar excesivamente en el plano ofensivo, mitad por compartir galones en el juego interior con un pívot tan destacado a nivel junior como Anzejs Pasecniks, mitad por la anarquía de los bases y escoltas letones, que apenas si buscaron a su compañero, no hubo en el Europeo nadie más dominante que el jugador del Cajasol. Porque su sola presencia condicionaba los partidos, jugando por encima del aro, reboteando y, especialmente, sembrando el terror sobre el ataque rival con su intimidación, alcanzando cifras de tapones que nunca se habían visto en un Eurobasket de la categoría.
El comienzo de la nueva temporada no ha hecho más que confirmar el potencial que atesora el letón, siendo capaz de trasladar a la élite muchas de las virtudes mostradas en categorías inferiores. En algunos casos solo son destellos, a falta de un mayor desarrollo físico y técnico; en otros, son ya evidencias sólidas que parecen ser trasladables al siguiente escalón, que no es otro que la NBA. Porzingis es un ala-pívot de excelente altura y envergadura para los parámetros estadounidenses: 2.12 metros y una longitud de brazos de 2.22. A ese ya de por sí tremendo marco físico (pese a su pronunciada delgadez) añade una excelsa movilidad y capacidad atlética. El letón juega por encima del aro con evidente facilidad y, más allá de la espectacularidad de esas acciones, su coordinación le permite correr la pista muy bien en ambos sentidos, añadiendo energía al juego de su equipo. Porzingis gusta de correr la transición, ya sea para recibir el pase y finalizar con un mate o alley-oop aprovechando a su envergadura y buena capacidad de salto, o bien para atacar el rebote ofensivo llegando en segunda línea e incluso en ocasiones botando el balón. No hay tantos especímenes en el baloncesto mundial, mucho menos en el europeo, con esa mezcla de altura, largos brazos, coordinación y virtudes atléticas de las que hace gala el del Cajasol.
A media cancha es donde sale a relucir su versatilidad y recursos técnicos, si bien su juego ofensivo aún no está del todo desarrollado y carece quizás de una virtud concreta que explotar. Aún no posee un tiro sólido, pese a que hace gala de una buena mecánica, muy difícil además de taponar por la altura a la que deja ir el balón, y suave tacto. Parece sentirse cómodo en el lanzamiento a media distancia, ya sea tras hacer el pick and pop o tras recibir a pies parados; incluso desde bote su movimiento corporal y mecánica se ven naturales. También es capaz, cuando recibe al poste, de girarse para lanzar de cara o bien hacerlo a media vuelta. Todas ellas situaciones en las que aún no se muestra demasiado efectivo (salvo en el pick and pop) pero en las que tiene todas las herramientas para ganar consistencia en el futuro. Tampoco supone una amenaza clara en el tiro de larga distancia (16 triples anotados en 48 intentos, un 33%, habiendo jugado 32 partidos), pero su mecánica de lanzamiento es fluida; el hecho de que en diversos torneos de categorías inferiores fuese capaz de prodigarse en el lanzamiento de tres, y con buenos porcentajes, hacen pensar que incorporará ese arma a su arsenal, aunque de inicio en la NBA podría verse afectado por el cambio de distancia.
Al margen de las diferentes suertes del lanzamiento, Porzingis es un jugador hábil ofensivamente, capaz gracias a su dominio de balón de penetrar desde la línea de 3 buscando el aro, saliendo indistintamente a derecha e izquierda. Es directo, busca el mate si llega en carrera, y se mueve bien sin balón en los cortes para recibir la asistencia del exterior y finalizar por encima del aro. Pese a que ha de mejorar su lectura de juego, es agresivo en su búsqueda de la canasta y ataca el rebote ofensivo, ya sea para capturarlo, palmear el balón o hundirlo directamente. Pero es en las cercanías del aro donde salen a relucir sus carencias, determinadas por su falta de peso y fuerza. Sufre para conseguir ganar la posición en el poste bajo y, una vez allí, es frecuentemente desplazado por sus defensores, prácticamente siempre más pesados. Esa carencia de fortaleza limita sus finalizaciones con oposición, pues, aunque tiene un buen touch, en ocasiones rehuye el contacto físico y, cuando no lo hace, acaba realizando tiros forzados, ya que no absorbe bien los contactos. Con el tiempo ganará algo de músculo y volumen, pero, de la misma manera que tiene las suficientes habilidades para acabar siendo un buen tirador (especialmente, en el catch and shoot), su juego al poste dependerá más de cuánto sea capaz de progresar físicamente y ahí no parte de una situación tan ventajosa.
En el otro lado de la cancha, su potencial defensivo, incluyendo el ámbito NBA, es enorme. Utiliza su altura, envergadura y capacidad atlética para taponar o desviar multitud de tiros llegando a la ayuda. En esa faceta, todo hace pensar que pueda convertirse en una fuerza defensiva de primer nivel. No sólo eso: las reminiscencias de su antigua posición en la cancha se dejan notar en su desplazamiento lateral. Tapa muy agresivamente a los exteriores contrarios en el pick and roll para luego recuperar rápidamente a su hombre, e incluso es capaz de aguantar varios segundos a los bases y escoltas fuera de la línea de tres cuando se produce un mismatch. El letón parece disfrutar en tareas defensivas, abarcando gracias a su movilidad muchos metros en la defensa a media cancha. Acude a la ayuda de manera agresiva, tapa líneas de pase con sus largos brazos, así como también añade robos, balones desviados o malos pases por su movilidad y envergadura. Protección del aro, amenaza de segunda línea para los jugadores defendidos por sus compañeros… resulta evidente que el potencial defensivo es uno de sus mayores activos. Pero, al igual que sucede en la zona de ataque, su poco habitual fisonomía física deviene en muchas ventajas, pero también en diversos inconvenientes. Así, sufre mucho en la defensa en el poste bajo, los atacantes son capaces de recibir cerca de canasta y tratan de meterle bajo el aro. Porzingis carece del peso, fuerza y dureza para dificultar esas situaciones, de la misma manera que tampoco es capaz de rebotear defensivamente al mismo nivel que ofensivamente. En categorías inferiores le bastaba con su altura y envergadura; en la élite su físico le hace ser una amenaza en el rebote ofensivo por movilidad y la posibilidad de llegar en carrera pero, simultáneamente, es sólo un discreto reboteador en su aro, muchas veces desplazado con facilidad por sus rivales a base de culo y empujones.
Con todo, pocos jugadores internacionales hay en este draft con el upside de Kristaps Porzingis. Su particular evolución física, aún lejos de haber finalizado, hacen de él un jugador muy poco hecho. Un dato a tener en cuenta es que Porzingis es de agosto del 95, siendo uno de los jugadores más jóvenes en presentarse al draft, con todo lo que ello conlleva en un proyecto de sus características, aún poco hecho en diversas facetas físico-técnicas. A día de hoy está proyectado para mitad de primera ronda; pero es un biotipo del que cabría esperar que, en caso de quedarse un año más en Europa, la maduración inherente a su aún temprano punto evolutivo pudiera catapultarle a un lugar en el top10. Porque pocos talentos europeos hay con un hipotético techo tan alto, un techo que vendrá marcado por cuánto sea capaz de fortalecer su cuerpo. Hay jugadores que son un seguro en cuanto a extrapolar lo que puedan ser en el futuro. Elecciones fiables, con poco margen de error, pero con menos diferencias entre su best y worst case scenario. Porzingis no es de esos. De conseguir mayor volumen y fuerza a no hacerlo va un mundo en cuanto al escalón de dominancia que alcanzará su juego. Un best scenario muy alto, un worst scenario muy lejano al anterior. Porque el suyo es un prototipo de jugador que sólo excepcionalmente suele cristalizar; pero hay indicios que hacen pensar que precisamente él puede ser una de esas excepciones.