Es cierto, hace mucho que no me transuptancio en bits y llego hasta vosotros en la venerada forma de puagh, pero todo tiene su explicación y esto también. Permitidme.
Rondaban los últimos días del mes de septiembre del año de nuestro señor 2004, según rezaba el calendario gregoriano que pendía de una alcayata de mi cuarto, cuando, estando sin nada mejor que hacer en mi aposentos, oí cómo el timbre de mi morada requería mi presencia, pues algún invitado inoportuno pedía yantar y buen puerto para refocilarse a costa de mermar aún más mis arcas. Y como el aburrimiento es mal consejero, y ya he dicho que ninguna ocupación me urgía, incauto acudí al zaguán para franquear la entrada del inesperado invitado.
Mayúscula fue mi sorpresa cuando, al abrir, me di de bruces con dos fulanos que no había visto antes en los largos años de mi vida. Dios me perdone por aquellos momentos irreflexivos y sepa disculparlos por el ímpetu y arrojo que infunde la juventud, pero nada más verlos pensé: ¿Qué cojones querrán estos gilipollas ahora? Sus pulcros trajes no delataban la urgente necesidad de la limosna, costumbre muy extendida estos días en nuestra sociedad, y su mirada dócil y tocada por la Gracia no aventuraba ningún crimen ni intención espurea. No, aquellos eran unos Santos y yo todavía no lo sabía.
Pues mire, que veníamos a hablarle de Dostoyewsky
(Confeso homenaje a Amanece que no es poco)
Por eso, Dios vuelva a perdonarme, mis primeras palabras fueron frías, cortantes, intenté cerrar la puerta ante sus narices, algo que evitó el más lanzado interponiendo su providente pie ante el quicio, empujando y gritando (aunque creo que tal demostración de su faringe fue debida al dolor que debía estar experimentando en su extremidad inferior a causa de la presión que estaba ejerciendo con todo mi cuerpo sobre la misma puerta… ahora que lo pienso, sí que tenía que estar haciéndole daño, porque una semana después le amputaron la pierna entera, con arituclaciones y todo incluidas… jo, lo que es la vida, no somos nadie. Aleluya, alabado sea el Señor). En fin, que pierdo el hilo, que fueron aquellos apóstoles del Señor enviados a mi casa, los que con su sacrificio y su abnegación consiguieron colarse en mi salón (por la terraza los hijoputas, rompiéndome una cristalera entera y dejándome todo perdido de sangre porque uno se cortó y tuve que llevarlo al hospital a que le dieran 20 puntos de sutura) y me iluminó.
Me hablaron (en urgencias) de la
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días y, ¡Aleluya! (
exclama un coro de fervientes hermanos que está junto a mi mientras os escribo), me enseñaron el camino.
No, joder, éste no, que estos están condenados.
Me refería a otro camino
Bueno, vale, este puede valer, sí
Todo fue muy rápido, al salir del hospital estos apóstoles me invitaron a una copa (mi última copa), en la que tuvo que echar algún bienintencionado fármaco, y cuando desperté me encontraba en Salt Lake City, el paraíso, tierra de promisión.
Desde entonces aquí estoy, rodeado por mis hermanos (que no me dejan ni ir a cagar en soledad, porque nuestra vida es comunitaria y plena), quienes me guían por estos sinuosos senderos terrenales, sólo Dios sabe de lo que sería capaz si no estuviera bajo su beatífica tutela.
Y a pesar de que el aparte ha sido largo, dirijámonos con paso firme hasta el asunto que nos ocupa: las bebidas de Satanás. Sí, porque tal vez tocado por las buenas intenciones (de las que no dudo, pero desconfío), este descarriado árbitro que nos asiste ha propuesto tan carnal y mundano tema. Pero no desesperéis, descendientes de Henoc, que para eso la razón divina nos asiste y ante nosotros, el maligno retrocederá asustado y rubicundo, derrotado una vez más por la palabra del Señor. ¡Aleluya! (
vuelven a gritar los hermanos al unísono)
Coñe, que haces daño con las alpargatas
Y así se me pide que yo, este neonato puagh, nacido de nuevo en la Gracia, hable de mi bebida alcohólica favorita. ¡Anatema!, me veo obligado a esgrimir. ¿Es que acaso no sabéis que el alcohol lo puso el diablo en la tierra para pervertir a los descendientes de Adam? Ya lo dijo nuestro profeta
Smith, cuando, al enfrentarse a los crudos inviernos de Nebraska (y agotadas todas sus reservas de orujo, todo hay que decirlo) proclamó: ¿Quién necesita bebidas cuando se le puede dar al fornicio con todas las mujeres que plazcan y hacerlas llamar esposas? (Valga esta frase como prueba de la inspiración divina sobre la que está construida nuestra Iglesia).
Joseph Smith, éste sí que era un follata de puta madre
No, incluso el antiguo
puagh, ese que maldecía e iba con mujeres que no pertenecían a la comunidad, lo sabía. Y cada mañana de cada fin de semana lo recordaba: el alcohol no es bueno, el alcohol es un invento del maligno. Pero la carne es débil, y como vosotros, también yo, hermanos, olvidaba fácilmente, y una semana después volvía a caer en el desenfreno y en la orgía etílica. Pero he visto la luz. ¡Aleluya! (coño que susto acaban de darme los hermanos así sin avisar). Y ahora sé que este templo del Señor que es nuestro cuerpo no debe profanarse con bebidas impuras.
El diablo os habla, sí, y habla por boca de vosotros, como cuando el hermano
Perro de Lobo se jacta de pimplarse a palo seco las botellas de alcohol que su madre usa para encender el chismico de la fondue. E incluso puede que después agarre el agua oxigenada y el aguarrás y se haga con ellas una Caipiriña… pero hermano, recapacita, el Señor está llamando a tu puerta tal y como llamaba a la de las doncellas que esperaban al esposo y tu pareces estar disfrazado de lagarterana poniéndole los cuernos con tu cuñao quien practica contigo la sodomía apoyado en el dintel. ¿No preferirías poderte zumbar a quien quisieras amparado en el divino derecho a la poligamia? Sólo tienes que renunciar al alcohol. Abandona esos hábitos impuros, alma perdida, y abraza la fe cuando hasta ti llega. ¡Aleluya! (
bueno, vamos a ver ya si dejamos de dar estos sobresaltos, ¿eh?)
Sólo el alcohol puede conducir a estos sin sentidos
-Juntos de la mano, se les ve por el jardiiiiiinnn
No puede haber nadie en este mundo tan feliz
Perdon. Ah, insensatos, no os dais cuenta de que las puertas del infierno os esperan abiertas de par en par. Decidme: ¿qué ganáis sucumbiendo ante Lucifer cuando se os brinda la salvación? Condenación, eso es lo único que veo por aquí, condenación y oprobio. Mucho oprobio.
Grumete dando rienda suelta a sus vicios y a todo su oprobio
Porque no es lo mismo pegarle a la parienta borracho que sobrio. Cuando lo haces después de las copas, es Satanás quien guía tu mano, ni siquiera te enteras de lo que estás haciendo. No eres un instrumento del Señor. Mientras que con la mente limpia, como Nuestro Señor quiere que la tengamos, la razón y la Santidad guían nuestras manos y nos permiten recapacitar sobre las razones y los fines que una buena paliza conyugal puede tener en esta vida. ¡Aleluya! (
Conio, callaos ya, abusadores de los cojones).
Así, hasta disfruta más ella
Incluso el hermano Stevie, sí,
Stevie Wonder, nos lo dijo tocado por la mano de Dios. Ya lo sabéis, no hay que beber, y mucho menos si tienes a una pareja de picoletos esperándote en la rotonda de la salida de casa, porque, los caminos del Señor son muchos, pero en ese caso iban a derivar todos en una paliza de vuestros padres que iba a caer sobre vuestras cabezas con más contundencia que con la que cayeron las murallas de Jericó. Y entonces olvídate ya de beber y de fornicar, porque no vas a poder llevarte el coche de tus progenitores para poner mirando a la Meca en él a la primera guarrilla impura que te encuentres en uno de esos antros de perdición que tanto gusta la juventud disoluta de frecuentar.
No se puede tener ninguna bebida alcohólica favorita. La salvación está cerca, no desesperéis ¡Aleluya! (
Que os calléis, coño, que os calléis de una puta vez). Mirad al hermano
Jordison. Hace tan sólo unos días, obligado por las convenciones proclamaba maravillas de una bebida inventada por infieles cosacos. Alcohol y comunismo, los dos caminos más rápidos para llegar a los infiernos. ¿A cuantos no vio
Dante en su viaje arrepentidos por sus efectos? Y ahora, aquí le tenéis, a mi lado, con su traje nuevo, su cerebro nuevo y una eterna cara de felicidad beatífica. Diles algo, Jordison, diles algo. [Jordison dice:
Aleluya, hermanos], ¡Aleluya! Jordison, ¡Aleluya! (el pobre está esperando a que le demos los folletos para salir a predicar puerta a puerta sobre los malignos efectos del alcohol con un amigo).
Y nos lavan el cerebro con Ariel, queda tan
blanco como nuestras camisas
Purificad vuestras sangres, como hacía el hermano
Howard Hugues (no, no sale en la peli), quien sólo quería transfusiones de sangre de mormones, como nosotros, sangre pura y libre de enfermedades, sangre por la que no corre una gota de alcohol, ni de pecado. Sangre de Santos. ¡Aleluya! (
se acabó, ya estoy harto, a tomar por culo, no aguanto ni otro aleluya más, me cago en los Santos de los Últimos Días, joder. Como volvais a pegar otro grito… [y la voz de puagh se va perdiendo en la distancia de la santidad desde donde volvió hasta vosotros])