Excelente.
Como los futuros perdedores -nuestros rivales- ya han escogido su opción -esto no es del todo cierto, pero se lo concederemos por maricas-, toca defender la educación privada. El árbitro ya decía que eran unos mierdas gandules, y razón no le faltaba.
De todos modos no me faltarán motivos para convencer a los presentes de que las escuelas públicas han sido, son y serán un edificio lleno de
retardeds que esperan entre risotadas mongólicas un trabajo en una cadena de doblado de chapas metálicas o como funcionario incompetente; centros en los que los profesores reflexionan sobre si a lo que aspiraban en la vida, después de tantos años de estudio, esfuerzo y sacrificio es a retener en clase durante horas a un grupo de descerebrados cuyo mayor logro en la vida -en caso de ser muy afortunados- será sacrificar a su único hijo para que termine cantando el
Antes muerta que sensilla o alguna patraña similar. Baste decir que gente como Bustamante ha salido así por la educación pública. Y porque fue poco a clase, si no estaríamos perdidos.
David Bustamante, cantante de moda e Ingeniero mecánico
por la Universidad de Cantabria.
El horror.
Ante esa perspectiva, lo mejor que puede hacer alguien sensato es escoger la alternativa coherente: la
educación privada: una escuela donde los hijos de cada persona puedan cultivarse adecuadamente por un profesor que no sea adicto al Prozac, en las que las instalaciones no estén construidas con pasta de papel y uralita y, principalmente, libre de perturbados -como mi compañero de posting- rondando por la salida.
Un colegio donde nuestras nuevas generaciones puedan crecer en cultura, modales y visión de futuro, de manera que puedan resolvernos la puta vida -que anda que no está jodida ni ná- mientras nos tiramos la santa jubilación en medio de una orgía contínua de sexo, drogas y pasodobles en Benidorm.
¡Yo es que desde que dejé las acciones de mis empresas en manos de mi
hijo me paso el día colocado con Cloretilo!
Hay gente que opina que es una educación elitista, pero suelen ser los míticos
progres rojeras que viven en chalets monofamiliares y tienen 2,3 coches, que años más tarde lamentan por qué han pillado a su hijo con treinta pastillitas de colores en el audi de tres kilitos que le regaló papá estrellado contra una cuneta en Sábado al salir de Scorpia, y sus afirmaciones han sido tildadas de deprimentes.
Si hubiese sentido en mis carnes la
severa disciplina de la educación
privada ahora no estaría calentándome
un salchichón para metermelo en el culo.
La triste realidad
manque nos pese es inscribir a nuestros hijos en colegios privados si lo que queremos es que se conviertan en personas que el día de mañana hagan algo de más provecho que tirarse contra los coches en los cruces para vivir de las indemnizaciones.
Y a continuación abriré el hendiondo cubil donde encierro a mi compañero para que proceda a morderos las gónadas y propagaros así un generoso surtido de enfermedades e infecciones.
Muchas gracias.