Tras una intensa concentración y haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad, he sido capaz de leer algo así como tres líneas de la infumable fábula perpetrada por Jugger, hecho suficiente para provocarme severos daños retinales, caída del cabello e intermitente evacuación de heces líquidas. El breve, aunque doloroso, efecto de su diatriba, me lleva a pensar en las repercusiones inevitables de tontear con el crack durante el embarazo y en el uso alimenticio del aceite de colza.
Ahora, sin más dilación, procederé a demostrar la superioridad de los misteriosos ninjas frente a la caduca panda de cabrones deformes conocidos como samuradis.
¿Ninjas, samuradis? ¿Pero qué clase de mierda nipona es esa?
Muy fácil, señora. En este magistral ensayo consistente en un único post, los secretos de estos dos colectivos le serán desvelados, al igual que fue desvelada la dispersión cerebral de Jugger en el post anterior, pero no adelantemos acontecimientos.
Contaré con la inestimable colaboración de Grumete, mi retardado (aunque esponjoso y suave) compañero, cuya capacidad de atención rivaliza con la de una junta de culata y cuya cara es testimonio directo de la diversidad de formas grotescas que pueden surgir espontáneamente de la naturaleza.
Como bien sabreis, un samurai era un tipo que juraba lealtad y fidelidad a un señor feudal, le protegía a él y a sus dominios con su espada, y las noches de hastío las pasaba humedeciendo con la lengua el sudado orto de su señor. En su tiempo libre solía vagar por los caminos, ensartando a cualquier pobre campesino que le mirara mal, porque eran verdaderos hijos de puta además de succionadores profesionales de pene feudales.
Lo malo es que hasta nuestros días, lo que nos ha llegado de sus correrías es la versión romántica y edulcorada del asunto, que si el codigo de honor, que si los duelos con espadas, etc, y en algunos círculos reducidos de personas con serias taras cerebrales se ha llegado a pensar que ser samurai era algo que molaba. Nada más lejos. Para ello os resumiré mediante una estupenda dramatización un día normal en la vida de un samuradi:
SAMURAI (poniéndose de rodillas): Señor, ya he venido del Super, he conseguido el bote de nata montada que me pidió, y la bolsa de pistachitos. Como soy un samuradi, además de no pagar los dineros, he empalado al tendero y he violado a su mujer.
SEÑIOR FEUDAL: Bien hecho, lacayo, pedazo de bastardo. Ahora, como muestra de lealtad, chupame la polla, pero empezando por los huevos.
S: Pero señor, la tiene muy sucia. Estoy a 4 metros de usted y la puedo oler desde aquí.
SF: No oses contradecirme, gusano. Además, si ahora te parece que huele mal, esperate a que me eche el pellejo patrás.
S: Como desee, mi señor, procederé a rodear con mis labios su aromático miembro y succionaré gustoso como buen samuradi.
SF: Muy bien, hijo mido.
Como veis, en realidad, ser samurai era una mierda. No era como en las películas de Tom Cruise ni en los dibujitos de los gatos samurai.
Lo que mola de verdad es ser un ninja. Asesinos silenciosos que acechan en las sombras, una sociedad secreta más exclusiva que la LAM y cuya pericia cargándose peña solo era comparable a la pericia que tiene Jugger en producir palominos. Un ninja podía cargarse a un samurai lanzandole un churiquen en el entrecejo en la mitad de tiempo que el otro necesitaba para sacar la katana, desaparecer en una nube de humo, andar por las paredes y otras cosas mágicas que no las digo pero que cualquiera que se haya visto el Guerrero Americano sabrá distinguir.
Son infinitamente superiores a los samurais. Mientras que uno de esos patanes lameculos tenían que ir de un lado a otro gastando suela, los ninjas iban saltando de rama en rama, y no me digais que es mentira y que esto solo sale en los manga porque yo me leí una vez la Dojo y lo decían, y lo que es más, vendían equipo ninja en las páginas de publicidad, cosa que jamás harán con el equipo de un pringao samurai.
Como contrapunto al caso anterior, un ejemplo general de un dia en la vida de un ninja:
Querido diario: Me he levantado tarde, porque no tengo que madrugar para lamerle el glande a ningún señor feudal. Anoche bebí mucho, pero como soy un ninja y estoy inmunizado contra un montón de venenos, no tengo resaca ni nada. En la cama me dejé a la joven hija de un samurai a la que me follé fácilmente al ir disfrazado de noble millonetis mediante la técnica de la transformación. Todas las noches triunfo, y creo que se me están despellejando mis partes de tanto mojar. Por la tarde me fui a dar una vuelta, y vi a un par de samurais a los que envenené el sake, por un arrebato que me dio. Estuve paseando un rato por las paredes y los tejados, porque en la calle había mucha gente y era un agobio. Mañana tengo planeado ir a la playa, y andar un poco sobre el agua, como mola! Etc, etc…
Ni punto de comparación, coño. La prueba está en Grumete, que cuando llegan los carnavales, se pone como loco de nervioso, pidiendo una y otra vez que le acompañe a la fiesta del mongui-centro donde estudia vestido con su disfraz de ninja. Además, es algo muy aparente, ya que la cara de Grumete queda convenientemente oculta y no asusta a los demás niños, y económico, ya que se puede reutilizar el disfraz de la forma siguiente:
Para que veais, que incluso en los tiempos que corren, la influencia ninja se deja sentir en forma de militante de Hamás de los Hamases.
Grumetito, vete haciendo ya la redacción pa enseñarla después de Blánquita!