Editado porque mi ordenador se ha vuelto loco.
Barbie.
2ª Jornada: Dorian Gray contra Barbie.
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Barbie Superstar
- Warrilla
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Última edición por Barbie Superstar el 27 Dic 2003 12:26, editado 1 vez en total.
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Barbie Superstar
- Warrilla
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Por culpa de tu ordenador me acabas de joder una replica cojonuda. Desisto.
A la vuelta pasé por al lado de la tuya casa, saqué la cabesa desde mi hauto y grité: CHURETICAS!
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
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Dorian Gray
- moromielda
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Gracias, Srta. Barbie, por la idea y por el apoyo.
Un saludo (y un beso),
Dorian Gray
Un saludo (y un beso),
Dorian Gray
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
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Barbie Superstar
- Warrilla
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bud spencer
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Dorian Gray
- moromielda
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Bien, Sr. Organizador, postearé mi primer combate en cuanto Cronos me lo permita.
Ahora sí: Srta. Barbie, suerte y justicia.
Ahora sí: Srta. Barbie, suerte y justicia.
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
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Barbie Superstar
- Warrilla
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Dorian Gray
- moromielda
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En la variedad está el gusto y para gustos galletas. No hay más que echar un vistazo en el supermercado para comprobar la diversidad gustativa y el atractivo visual de la sección de galletas. Sírvanse ustedes mismos y disfruten de la lectura de mi primer asalto mientras saborean su galleta. O al revés, como prefieran.
Porque ese es precisamente el argumento inicial de mi defensa: la variedad. Ya han pasado muchos años desde que las opciones se restringían prácticamente a tres: la "María" (la galleta, claro), "El Príncipe de Beckelair" y el "Surtido Cuétara" con todas sus posibilidades. Las exigencias del consumidor han visto sus necesidades satisfechas encontrando una galleta a medida. Ya no hay excusas, ni siquiera el sobrepeso ni los problemas de colesterol. Para usted, Sr. Spencer. Coja una. Sólo una, por favor. Y usted también, Srta. Barbie, cójame dos. Y aquel que tenga problemas para empujar la vaca que coja tres de las enriquecidas en fibra.
Para los gorditos, para los deportistas, para los niños, para los padres, para desayunar, para merendar, para los golosos, para los salados, para todos: una galleta. Una para cada uno y una para cada momento del día. Y si nos centramos en el desayuno la comparación es insultante. No tiraré del manido chiste de la magdalena para argumentar mi exposición, ya es bastante castigo intentar pronunciarla correctamente. Con sólo hacerlo ya nos hacemos una idea de la dificultad que entraña comerla. Inténtenlo: maGdalena. De ahora en adelante la llamaremos, vulgarmente, madalena.
Frente a mi galleta, la llorona madalena de la Srta. Barbie se encuentran en bragas. La oferta es mínima. La razón evidente: la mayor demanda de galletas ha llevado a los fabricantes a diseñar una galleta para cada consumidor. Madalenas hay tres: la rellena de chocolate, la tierna y la dura (=la del chiste). La gente no quiere madalenas para desayunar, ni para merendar. La madalena obliga a beber algo, no hay boca humana que pueda tragarse una madalena sin un buen café caliente donde esponjarla. ¿Ocurre eso con una galleta? No me obliguen a chivarles la respuesta, ustedes la conocen.
¿Y si nos centramos en los niños, en los grandes consumidores de galletas después de este individuo? Señoras y señores, Barrio Sésamo destacó siempre por su papel educativo con los niños, ¿acaso iban a inculcarles la ingestión de madalenas? Los paquetes de madalenas deberían llevar una advertencia de peligrosidad por atrangatamiento. ¿De qué creen ustedes que murió Chema, el panadero del barrio? ¿Y por qué sigue vivo Triki, el monstruo de las galletas?
Y aprovechando las fechas en las que estamos les doy otra prueba más de la versatilidad de la galleta frente a la madalena: Haga click.
Señoras y señores, no me sean ustedes donpimpones ni espinetes y tómense una galleta. Su cuerpo se lo agradecerá.
Srta. Barbie, su turno.
Porque ese es precisamente el argumento inicial de mi defensa: la variedad. Ya han pasado muchos años desde que las opciones se restringían prácticamente a tres: la "María" (la galleta, claro), "El Príncipe de Beckelair" y el "Surtido Cuétara" con todas sus posibilidades. Las exigencias del consumidor han visto sus necesidades satisfechas encontrando una galleta a medida. Ya no hay excusas, ni siquiera el sobrepeso ni los problemas de colesterol. Para usted, Sr. Spencer. Coja una. Sólo una, por favor. Y usted también, Srta. Barbie, cójame dos. Y aquel que tenga problemas para empujar la vaca que coja tres de las enriquecidas en fibra.
Para los gorditos, para los deportistas, para los niños, para los padres, para desayunar, para merendar, para los golosos, para los salados, para todos: una galleta. Una para cada uno y una para cada momento del día. Y si nos centramos en el desayuno la comparación es insultante. No tiraré del manido chiste de la magdalena para argumentar mi exposición, ya es bastante castigo intentar pronunciarla correctamente. Con sólo hacerlo ya nos hacemos una idea de la dificultad que entraña comerla. Inténtenlo: maGdalena. De ahora en adelante la llamaremos, vulgarmente, madalena.
Frente a mi galleta, la llorona madalena de la Srta. Barbie se encuentran en bragas. La oferta es mínima. La razón evidente: la mayor demanda de galletas ha llevado a los fabricantes a diseñar una galleta para cada consumidor. Madalenas hay tres: la rellena de chocolate, la tierna y la dura (=la del chiste). La gente no quiere madalenas para desayunar, ni para merendar. La madalena obliga a beber algo, no hay boca humana que pueda tragarse una madalena sin un buen café caliente donde esponjarla. ¿Ocurre eso con una galleta? No me obliguen a chivarles la respuesta, ustedes la conocen.
¿Y si nos centramos en los niños, en los grandes consumidores de galletas después de este individuo? Señoras y señores, Barrio Sésamo destacó siempre por su papel educativo con los niños, ¿acaso iban a inculcarles la ingestión de madalenas? Los paquetes de madalenas deberían llevar una advertencia de peligrosidad por atrangatamiento. ¿De qué creen ustedes que murió Chema, el panadero del barrio? ¿Y por qué sigue vivo Triki, el monstruo de las galletas?
Y aprovechando las fechas en las que estamos les doy otra prueba más de la versatilidad de la galleta frente a la madalena: Haga click.
Señoras y señores, no me sean ustedes donpimpones ni espinetes y tómense una galleta. Su cuerpo se lo agradecerá.
Srta. Barbie, su turno.
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
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Dorian Gray
- moromielda
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¿Srta. Barbie? ¿Está usted ahí? ¿Se me ha atragantado con la madalena? ¿O todavía está intentando quitarle el dichoso papelito?
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."