LOS PUTOS FOO FIGHTERS.10 años hacía que no venían a España y servidor jamás los había visto.
Este tipo de vivencias son de las que se te quedan grabadas en algún lugar del córtex temporal de forma absolutamente indeleble. Cuando llegue a los 90 años y sea un viejo chocho, probablemente haya olvidado el nombre de los gilipollas de mis hijos, pero seguramente de vez en cuando dé el coñazo a las enfermeras suramericanas de la residencia en la que me hayan depositado, con la cantinela de que una vez vi a los Foo Fighters dar uno de los mejores conciertos de mi vida, si no casi casi el mejor.
Un ambiente de auténtico lujo, con un llenazo monumental en el Palacio de los Deportes y la gente totalmente entregada.
Un comienzo que fue una auténtica bomba con dos temas potentes de su nuevos disco: Bride Burning, Rope y luego acabando el prólogo nada menos que con The Pretender y con My Hero, con la consiguente e irremisible puesta de punta de los pelos de mi ohio.
Después bajaron un pelín las marchas por el simple hecho de que podía pasar algo a más de uno si no se calmaban. Presentaron nuevas canciones, y entre medias no se dejaron ni uno de sus clásicos, llegando a cotas brutales de nuevo con Best of you, Monkey Wrench, Learn to Fly, These days... Y es que uno de los puntos más fuertes de FF es que tras 16 años o así de carrera han conseguido crear una serie de singles que dan para más de dos horas de concierto con temas absolutamente reconocibles para cualquiera.
Una gozada vamos.
Yo estaba mascando la tragedia cuando ya se estaban casi despidiendo e incluso algunas personas de mi alrededor se iban o se habían ido ya para no pillar peta en el metro.
Pero, por supuesto, no podía faltar. Y no faltó:
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Dave Grohl es un frontman absolutamente espectacular. Admitiendo que no es precisamente Jeff Buckley y que su voz da para lo que da, el tipo se mueve por el escenario a sabiendas de que es un puñetero mito del rock actual que lleva una década sin pisar estas tierras. Como si fuese el puto amo, vamos. Una seguridad brutal en sí mismo y en su banda, bastante sentido del humor y con un repertorio ajustado al milímetro.
A destacar Taylor Hawkins a la batería. Brutar, y la vuelta de Pat Smear, otro crack absoluto al que me hizo ilusión ver en directo.
Yo lo vi un poco a tomar por culo porque fui lento a la hora de pillar entradas y sólo quedaban en las gradas, sentado. Pero bueno, ni tan mal: con tu mini de cerveza (a 10 putos y dolorosos euros cada uno, pero un día es un día), sentándote cuando querías, y con buena visibilidad de todo el pabellón y el ambiente.
Cómo única nota negativa: no hubo pantallas de televisión para dar más ambiente aún y así ayudar un poco a los que estábamos lejos. Con eso ya hubiese sido la hostia en verso.
Para despedirse dijeron que tardarían mucho menos esta vez en volver.
Ojalá.