Tiempo de elecciones
Publicado: 30 Oct 2006 12:36
El Estatut ha condicionado el desarrollo de la política social en Cataluña a la consecución de objetivos de construcción nacional que sólo pueden lograrse mediante el enfrentamiento entre catalanes y entre españoles. La norma fue concebida como un texto-saco de patatas, un conjuro diluido, sólo útil para aglutinar a las formaciones locales en torno a una concepción identitaria y maquiavélica del poder. Pero la providencia cristiana y leibniziana ha probado una vez más que los males engendran bienes. A raíz de ese proceso vergonzante, lleno de demoras, excusas, victimismos, mitologías y demás fingimientos piadosos; después de la pérdida de tiempo, las distracciones, las vaguedades y los fuegos de artificio, hay, al fin, algo que se sostiene con coherencia: la oposición extraparlamentaria al mismo. El 52% del electorado catalán reaccionó absteniéndose de votar en un referéndum donde se ha mezclado lo patriótico con lo democrático y el populismo con la insolidaridad. Ahora esta oposición aspira a convertirse en orgánica mediante un partido de nuevo cuño, Ciutadans de Catalunya / Partido de la ciudadanía. Los políticos del oasis han hecho una democracia a su medida, un ring de broma donde darse tortas ficticias mientras el pueblo aplaude enfervorecido. No sólo no se ha logrado acabar con los grupos de presión, sino que se los ha santificado. Han querido crucificar al espíritu crítico tras envenenar las fuentes de la opinión pública, obstaculizando lo esencial del pluralismo: la concurrencia y el intercambio libre de ideas. Cataluña se ha convertido gracias a ellos en un lugar donde todos vigilan a todos, mientras que en la cúspide -en su delirio étnico-lingüístico- hay sólo polémicas verbales.
Más democracia, menos demagogia, más política social, menos confrontación, más transparencia, menos corporativismo... Ojalá los recién llegados saneen el debate público con propuestas universales y perdurables más que con banderas, consignas o miradas carismáticas de ojos azul claro.
Más democracia, menos demagogia, más política social, menos confrontación, más transparencia, menos corporativismo... Ojalá los recién llegados saneen el debate público con propuestas universales y perdurables más que con banderas, consignas o miradas carismáticas de ojos azul claro.
