Piratas
Publicado: 01 Mar 2004 20:26
LA PIRATERÍA EN EL CARIBE Y LAS ANTILLAS
Un océano y dos grandes mares interiores rodean el litoral cubano: el 0céano Atlántico por el NE y E, el Golfo de México por el N y NO, y el Caribe o de Las Antillas por el S. Estos dos mares interiores suman de conjunto una extensión de más de 2 700 000 kilómetros cuadrados.
Dos corrientes marítimas atraviesan estos mares interiores. Una ecuatorial, caliente, el famoso Gulf Stream; y otra cálida de menor intensidad y extensión, que se mueve por el Norte de las Grandes Antillas.
Una de las características climatológicas antillanas lo constituye la persistencia de vientos húmedos de mar a tierra. La presencia de pequeños anticiclones locales produce grandes alteraciones en el régimen barométrico, y da lugar a frecuentes huracanes y ciclones cuya violencia ocasiona naufragios y catástrofes a lo largo de la historia meteorológica antillana.
En esta región las estaciones se hallan marcadas, más que por los cambios termométricos, por el régimen de las precipitaciones. Corre una estación seca de noviembre a mayo y otra lluviosa de junio a octubre.
Esta información geográfica es necesaria para situar el marco dentro del cual, durante tres siglos, habrán de sucederse las más memorables hazañas de la historia pirática del mundo. Así la geografía se hace auxiliar de la historia y se comprenden mejor los lugares que fueron asiento y refugio de piratas y filibusteros.
II
En los casi 3 millones de kilómetros cuadrados de superficie acuática que suman los dos grandes mares interiores del trópico americano, emergen más de un millar de islas, islotes y cayos.
Este variado e irregular archipiélago es designado en conjunto con el nombre de Las Antillas. Durante un tiempo fueron conocidas como Indias Occidentales o West Indies.
Se extienden Las Antillas en forma de semicírculo entre los 62 y los 85 grados de longitud Oeste y los 10 y 27 grados de latitud Norte. Desde la desembocadura del Orinoco en Venezuela hasta la península de Yucatán y la Florida, malecones exteriores del Golfo de México.
Hay tres grupos principales de islas en Las Antillas. Uno, formado por pequeñas islas e islotes de origen volcánico, que comprende las islas de San Eustaquio, St. Kits, Nevis, Redonda, Monserrat, Saba, Dominica, Santa. Lucía, San Vicente, Granada y la parte occidental de Guadalupe.
Un segundo grupo comprende islas de mayor extensión, de formación sedimentaria, alterada por movimientos tectónicos arcaicos, en el que se agrupan Cuba, Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), Santo Domingo, Puerto Rico, Jamaica, Vírgenes, Santa Cruz, Anguila, San Bartolomé, Antigua y la parte oriental de Guadalupe.
El tercer grupo, de formación mucho más reciente, geológicamente hablando, algunas todavía en actividad coralina, comprende el sinnúmero de islas, islotes y cayos de Las Bahamas o Lucayas, y hacia el sur, Barbudas, Anegadas, Sombrero y Barbados.
En general, el archipiélago antillano presenta una tendencia montañosa bien definida, debido probablemente a su formación volcánica más o menos remota, o a los grandes cataclismos tectónicos sufridos a lo largo de su milenaria historia geológica.
Hay algunas desproporciones, como por ejemplo la isla de Saba, que con sólo 13 kilómetros cuadrados de extensión, eleva su más alta cima a más de 840 metros sobre el nivel marino.
El clima antillano es tórrido, pero goza de una refrescante brisa nocturna que sirve de compensación y equilibrio. Es, en general, sano. La mayor parte del archipiélago es rico en aguas.
En los siglos de la piratería, antes que el urgido régimen precapitalista los echara abajo, abundaban los bosques en casi todas estas islas. La vegetación natural era extraordinaria, y crecían de esa manera, la yuca, la papa, el boniato, el maíz, el coco, el zapote, el tamarindo, el aguacate, el mamey, la guayaba, la piña, la fruta bomba, y también el cacao, el algodón y el tabaco.
Sus bosques son ricos en mangle, palo santo, caoba, palo de hierro, ácana y otros maderables.
Durante los siglos de colonización, los españoles irían aclimatando la caña de azúcar, el café, el naranjo, y leguminosas de origen occidental.
La fauna antillana, rica en aves y peces, era pobre en mamíferos, pero los españoles lograron aclimatar una fauna útil y prolífera, tales como la caballar, bovina, cabría, vacuna y porcina, y fue tan abundante, que superó los límites de los hatos y corrales y se hizo cimarrona, dando lugar un siglo después de la conquista, a la aparición del pintoresco grupo caribeño de los bucaneros.
El paisaje antillano, en resumen, en los primeros siglos de la colonización, era variado y brillante, caracterizado por tupidas selvas de altos árboles e inextrincable frondosidad. Habría que distinguir dos tipos de bosques, uno bajo y litoral, formado por manglares, palmeras y cocoteros; y otro alto e interior, donde abundaban especies xerófitas y las hierbas espinosas.
La población aborigen, no tan abundante como cronistas e historiadores exageraron, desapareció desde los primeros decenios de la conquista y colonización.
III
La población de las grandes Antillas estaba formada por araucos, y las menores, por caribes. Ambos pueblos, de baja cultura, estaban supeditados a la caza y la pesca con una industria primitiva incipiente.
Araucos y caribes se hicieron la guerra desde un siglo antes de la llegada de los españoles, y desaparecieron ante el trato a que los sometieron los conquistadores.
Los caribes sobrevivieron durante algún tiempo más, seguramente refugiados en las pequeñas Antillas que el español ignoró y dispensó de sus presiones. Los caribes de las islas Dominica y San Vicente perduraron hasta entrado el siglo XX.
Toda esta población se enfrentó muchas veces a los piratas que infestaban los mares antillanos y algunos de los más connotados murieron en sus manos. Durante mucho tiempo fueron famosos los llamados "caribes negros" de la isla de San Vicente, mestizaje originado por africanos sobrevivientes de un buque negrero naufragado en sus cercanías.
Pero cuando se inician los siglos de la piratería en las Antillas, la población dominante en las islas mayores era española. Las grandes Antillas fueron solar permanente de españoles. Estos tomaron algunos de sus buenos puertos como centros mercantiles.
El oro y las riquezas abundaban en otras tierras americanas, pero en las islas se daban con escasez y demasiado esfuerzo, por ese motivo sólo aquellos que hacían sus negocios en el comercio con las flotas, y las guarniciones que obligatoriamente se establecían para la seguridad de los puertos, permanecían establemente en las cuatro o seis factorías de alguna importancia que sobrevivieron en las Antillas.
Esta condición mercantil, de portazgo de la riqueza indiana, no dejó de tener su importancia. Ciudades como Santo Domingo, La Habana y Santiago de Cuba crecieron al socaire de las actividades mercantiles al paso de las flotas.
Andando el tiempo, al crecer los cultivos del algodón y la caña de azúcar, los colonos irán repoblando las islas de un nuevo pueblo forzosamente importado: el negro africano. La esclavitud vendrá a constituir factor económico del desarrollo de estas islas.
IV
Poco a poco la población antillana irá adquiriendo una nueva conformación. El negro tomará importancia en el Caribe. Surgirá el mulato. Sobrevendrá el negro criollo y el rellollo. Una cultura mulata se inicia en las islas, especialmente en los últimos tiempos de la etapa pirática.
En esos tiempos -siglo XVIII- la población se censa por millares y cientos de millares. Santo Domingo, y especialmente La Habana, se cuentan entre las localidades más pobladas y prósperas del continente americano. Cuentan con universidades y doctores, imprimen periódicos y libros, tienen teatros y plazas de toros. Ya son emporios de la civilización y la cultura.
Los españoles descubrieron en poco tiempo casi todas las islas antillanas. En sus libros de navegación, Cristóbal Colón ya dejó inscritas un gran número de ellas. Las fue bautizando con los nombres más curiosos: el santo del día del descubrimiento, el nombre de la nave, el recuerdo de la lejana ciudad española...
Los españoles las conocieron, bautizaron, las inscribieron en sus libros de navegación, y les volvieron las espaldas, en ocasiones por siglos.
Buena parte de esas islas e islotes no fueron ocupados y permanecieron deshabitados durante siglos, y muchas de ellas serían refugio perfecto de piratas y bucaneros.
Una bula pontificia dice que bajo pena de excomunión ningún país ajeno puede arrebatarlas a la Corona española, pero en Europa hay por entonces potencias nacientes que no creen en excomuniones, y otras que, aunque creen en eso, saben también que el oro dispensa muchos pecados.
Por la época, ya un rey de Francia ironizaba sobre si este Nuevo Mundo se lo había dejado Adán en su testamento al rey de España. Y poco después Francia, Inglaterra y Holanda comienzan a poner sus plantas en el Nuevo Mundo, y por supuesto, también en las Antillas.
V
En 1607 los británicos desembarcan por primera vez en las Antillas. En 1623 pelean con los españoles por San Cristóbal y los franceses los ayudan, pero ambos son desalojados por los hispanos, sin embargo, volverán para apoderarse de Nevis y Monserrat, Guadalupe y Martinica.
Pero en estas nuevas conquistas un enemigo terrible es el caribe que reside allí, que no defienden imperio, sino patria, y asaban a los prisioneros de la misma manera que los bucaneros sus reses.
También hacen su aparición los navíos holandeses, unas veces en corso y otras en aventura. Así, el mundo antillano deja de ser mare nostrum para los españoles.
Las crecientes potencias occidentales comienzan a repartirse pequeñas pero suculentas tajadas. Y en este mar revuelto las ganancias habrán de ser para los aventureros. Así, durante siglos, el Caribe será el mar de la piratería.
http://www.nautica.cu/fijas/pirateria.htm
Un océano y dos grandes mares interiores rodean el litoral cubano: el 0céano Atlántico por el NE y E, el Golfo de México por el N y NO, y el Caribe o de Las Antillas por el S. Estos dos mares interiores suman de conjunto una extensión de más de 2 700 000 kilómetros cuadrados.
Dos corrientes marítimas atraviesan estos mares interiores. Una ecuatorial, caliente, el famoso Gulf Stream; y otra cálida de menor intensidad y extensión, que se mueve por el Norte de las Grandes Antillas.
Una de las características climatológicas antillanas lo constituye la persistencia de vientos húmedos de mar a tierra. La presencia de pequeños anticiclones locales produce grandes alteraciones en el régimen barométrico, y da lugar a frecuentes huracanes y ciclones cuya violencia ocasiona naufragios y catástrofes a lo largo de la historia meteorológica antillana.
En esta región las estaciones se hallan marcadas, más que por los cambios termométricos, por el régimen de las precipitaciones. Corre una estación seca de noviembre a mayo y otra lluviosa de junio a octubre.
Esta información geográfica es necesaria para situar el marco dentro del cual, durante tres siglos, habrán de sucederse las más memorables hazañas de la historia pirática del mundo. Así la geografía se hace auxiliar de la historia y se comprenden mejor los lugares que fueron asiento y refugio de piratas y filibusteros.
II
En los casi 3 millones de kilómetros cuadrados de superficie acuática que suman los dos grandes mares interiores del trópico americano, emergen más de un millar de islas, islotes y cayos.
Este variado e irregular archipiélago es designado en conjunto con el nombre de Las Antillas. Durante un tiempo fueron conocidas como Indias Occidentales o West Indies.
Se extienden Las Antillas en forma de semicírculo entre los 62 y los 85 grados de longitud Oeste y los 10 y 27 grados de latitud Norte. Desde la desembocadura del Orinoco en Venezuela hasta la península de Yucatán y la Florida, malecones exteriores del Golfo de México.
Hay tres grupos principales de islas en Las Antillas. Uno, formado por pequeñas islas e islotes de origen volcánico, que comprende las islas de San Eustaquio, St. Kits, Nevis, Redonda, Monserrat, Saba, Dominica, Santa. Lucía, San Vicente, Granada y la parte occidental de Guadalupe.
Un segundo grupo comprende islas de mayor extensión, de formación sedimentaria, alterada por movimientos tectónicos arcaicos, en el que se agrupan Cuba, Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), Santo Domingo, Puerto Rico, Jamaica, Vírgenes, Santa Cruz, Anguila, San Bartolomé, Antigua y la parte oriental de Guadalupe.
El tercer grupo, de formación mucho más reciente, geológicamente hablando, algunas todavía en actividad coralina, comprende el sinnúmero de islas, islotes y cayos de Las Bahamas o Lucayas, y hacia el sur, Barbudas, Anegadas, Sombrero y Barbados.
En general, el archipiélago antillano presenta una tendencia montañosa bien definida, debido probablemente a su formación volcánica más o menos remota, o a los grandes cataclismos tectónicos sufridos a lo largo de su milenaria historia geológica.
Hay algunas desproporciones, como por ejemplo la isla de Saba, que con sólo 13 kilómetros cuadrados de extensión, eleva su más alta cima a más de 840 metros sobre el nivel marino.
El clima antillano es tórrido, pero goza de una refrescante brisa nocturna que sirve de compensación y equilibrio. Es, en general, sano. La mayor parte del archipiélago es rico en aguas.
En los siglos de la piratería, antes que el urgido régimen precapitalista los echara abajo, abundaban los bosques en casi todas estas islas. La vegetación natural era extraordinaria, y crecían de esa manera, la yuca, la papa, el boniato, el maíz, el coco, el zapote, el tamarindo, el aguacate, el mamey, la guayaba, la piña, la fruta bomba, y también el cacao, el algodón y el tabaco.
Sus bosques son ricos en mangle, palo santo, caoba, palo de hierro, ácana y otros maderables.
Durante los siglos de colonización, los españoles irían aclimatando la caña de azúcar, el café, el naranjo, y leguminosas de origen occidental.
La fauna antillana, rica en aves y peces, era pobre en mamíferos, pero los españoles lograron aclimatar una fauna útil y prolífera, tales como la caballar, bovina, cabría, vacuna y porcina, y fue tan abundante, que superó los límites de los hatos y corrales y se hizo cimarrona, dando lugar un siglo después de la conquista, a la aparición del pintoresco grupo caribeño de los bucaneros.
El paisaje antillano, en resumen, en los primeros siglos de la colonización, era variado y brillante, caracterizado por tupidas selvas de altos árboles e inextrincable frondosidad. Habría que distinguir dos tipos de bosques, uno bajo y litoral, formado por manglares, palmeras y cocoteros; y otro alto e interior, donde abundaban especies xerófitas y las hierbas espinosas.
La población aborigen, no tan abundante como cronistas e historiadores exageraron, desapareció desde los primeros decenios de la conquista y colonización.
III
La población de las grandes Antillas estaba formada por araucos, y las menores, por caribes. Ambos pueblos, de baja cultura, estaban supeditados a la caza y la pesca con una industria primitiva incipiente.
Araucos y caribes se hicieron la guerra desde un siglo antes de la llegada de los españoles, y desaparecieron ante el trato a que los sometieron los conquistadores.
Los caribes sobrevivieron durante algún tiempo más, seguramente refugiados en las pequeñas Antillas que el español ignoró y dispensó de sus presiones. Los caribes de las islas Dominica y San Vicente perduraron hasta entrado el siglo XX.
Toda esta población se enfrentó muchas veces a los piratas que infestaban los mares antillanos y algunos de los más connotados murieron en sus manos. Durante mucho tiempo fueron famosos los llamados "caribes negros" de la isla de San Vicente, mestizaje originado por africanos sobrevivientes de un buque negrero naufragado en sus cercanías.
Pero cuando se inician los siglos de la piratería en las Antillas, la población dominante en las islas mayores era española. Las grandes Antillas fueron solar permanente de españoles. Estos tomaron algunos de sus buenos puertos como centros mercantiles.
El oro y las riquezas abundaban en otras tierras americanas, pero en las islas se daban con escasez y demasiado esfuerzo, por ese motivo sólo aquellos que hacían sus negocios en el comercio con las flotas, y las guarniciones que obligatoriamente se establecían para la seguridad de los puertos, permanecían establemente en las cuatro o seis factorías de alguna importancia que sobrevivieron en las Antillas.
Esta condición mercantil, de portazgo de la riqueza indiana, no dejó de tener su importancia. Ciudades como Santo Domingo, La Habana y Santiago de Cuba crecieron al socaire de las actividades mercantiles al paso de las flotas.
Andando el tiempo, al crecer los cultivos del algodón y la caña de azúcar, los colonos irán repoblando las islas de un nuevo pueblo forzosamente importado: el negro africano. La esclavitud vendrá a constituir factor económico del desarrollo de estas islas.
IV
Poco a poco la población antillana irá adquiriendo una nueva conformación. El negro tomará importancia en el Caribe. Surgirá el mulato. Sobrevendrá el negro criollo y el rellollo. Una cultura mulata se inicia en las islas, especialmente en los últimos tiempos de la etapa pirática.
En esos tiempos -siglo XVIII- la población se censa por millares y cientos de millares. Santo Domingo, y especialmente La Habana, se cuentan entre las localidades más pobladas y prósperas del continente americano. Cuentan con universidades y doctores, imprimen periódicos y libros, tienen teatros y plazas de toros. Ya son emporios de la civilización y la cultura.
Los españoles descubrieron en poco tiempo casi todas las islas antillanas. En sus libros de navegación, Cristóbal Colón ya dejó inscritas un gran número de ellas. Las fue bautizando con los nombres más curiosos: el santo del día del descubrimiento, el nombre de la nave, el recuerdo de la lejana ciudad española...
Los españoles las conocieron, bautizaron, las inscribieron en sus libros de navegación, y les volvieron las espaldas, en ocasiones por siglos.
Buena parte de esas islas e islotes no fueron ocupados y permanecieron deshabitados durante siglos, y muchas de ellas serían refugio perfecto de piratas y bucaneros.
Una bula pontificia dice que bajo pena de excomunión ningún país ajeno puede arrebatarlas a la Corona española, pero en Europa hay por entonces potencias nacientes que no creen en excomuniones, y otras que, aunque creen en eso, saben también que el oro dispensa muchos pecados.
Por la época, ya un rey de Francia ironizaba sobre si este Nuevo Mundo se lo había dejado Adán en su testamento al rey de España. Y poco después Francia, Inglaterra y Holanda comienzan a poner sus plantas en el Nuevo Mundo, y por supuesto, también en las Antillas.
V
En 1607 los británicos desembarcan por primera vez en las Antillas. En 1623 pelean con los españoles por San Cristóbal y los franceses los ayudan, pero ambos son desalojados por los hispanos, sin embargo, volverán para apoderarse de Nevis y Monserrat, Guadalupe y Martinica.
Pero en estas nuevas conquistas un enemigo terrible es el caribe que reside allí, que no defienden imperio, sino patria, y asaban a los prisioneros de la misma manera que los bucaneros sus reses.
También hacen su aparición los navíos holandeses, unas veces en corso y otras en aventura. Así, el mundo antillano deja de ser mare nostrum para los españoles.
Las crecientes potencias occidentales comienzan a repartirse pequeñas pero suculentas tajadas. Y en este mar revuelto las ganancias habrán de ser para los aventureros. Así, durante siglos, el Caribe será el mar de la piratería.
http://www.nautica.cu/fijas/pirateria.htm