El otro día vi
La forma del agua.
Amigos, ya van dos años que los académicos nos la cuelan hasta el fondo. El año pasado con Moonlight flipé en colores, ¿cómo podía llevarse una peli tan mierdera el Óscar a mejor película? Una peli tan obvia, tan teledirigida a la corrección política y al adoctrinamiento inclusivo que casi parecía una parodia de sí misma. Recordemos: un niño que es hijo de una drogadicta, que crece en un hogar desestructurado, que es negro y sufre racismo, que además sufre Bulling en el cole, que además es gay y, por supuesto, sufre homofobia... es acojonante, no se dejaron ni un solo tema sin tocar, y todo en el mismo protagonista. Óscar al canto.
Este año pensaba que ya se había cubierto el cupo, pero no... La forma del agua se supone que es un cuento ambientado en la América de los 50, en la que una limpiadora muda se enamora de una criatura anfibia que ha sido capturada en el amazonas. Vale, ahí uno puede intuir una alegoría social, una historia de amor imposible entre dos seres rechazados y discriminados, y blablablá... pero resulta que no es solo eso, sino que la peli va acompañada de una serie de personajes y escenas que están puestas ahí a modo panfletario y propagandístico y que no solo no aportan nada a la historia, sino que restan.
Me explico.
- La prota es una muda que vive sola, y que nadie hace caso. Todas las mañanas se masturba. ¿Cómo sé eso? Porque hay dos escenas explícitas en las que nos lo muestran... supongo que para enseñar que las mujeres también se hacen pajas. Vale, algo obvio, ¿no? Pues debe ser que no... Si se pusieran las pajas que se hace cada personaje masculino en las pelis, estas durarían más que Ben-Hur.
- Su único amigo es su vecino, que es... Gay. Sí, no podía faltar, claro. Y eso es algo que debería ser irrelevante para la historia (¿qué importa la inclinación sexual del vecino de la prota en un cuento de amor), de no ser porque sirve de pretexto para una de las escenas más lamentables que recuerdo en mucho tiempo: el vecino se enamora de un camarero de un bar, y un día intenta ligar con él, a lo que este reacciona de forma bastante irascible. Justo en ese momento, aparece una pareja de negros en el bar, y el camarero les echa de malas maneras. Todo en unos 20 segundos, amigos. El hombre blanco heterosexual que es homófobo y racista, como es lógico. ¿Tiene esto algo que ver con el cuento de amor? No lo creo...
- El malo malísimo (personaje plano donde los haya), es, como no podía ser de otra manera, un blanco heterosexual con pasta de clase media. Se compra un Cádillac, y se folla a su mujer en la postura del misionero (se encargan, también de que lo veamos de forma explícita, para que se note que toma una posición de dominio sobre su mujer). Es malo porque sí, no tiene motivación ninguna, es una caricatura... pero es hombre, claro. Al paredón.
- Aparecen por ahí otros personajes masculinos. El ayudante del malo, que es rematadamente idiota. El marido de la compañera de la prota, que tiene una escena para él solito, ¿adivináis? Sí, la mujer vuelve a casa después de un árduo día de trabajo, y el marido está tumbado en el sofá, y ni se levanta cuando llaman a la puerta, aparte de ser blanco de toda una serie de chistes de su mujer sobre lo machista que es. ¿Le encontráis relación con el cuento? Yo tampoco.
Y en estas que te das cuenta que una gran parte de la peli transcurre entre estereotipos, y propaganda de género burda y obvia hasta la náusea, y en ningún momento se elabora la relación entre la prota y el arenque. Porque sí, amigos, supuestamente esa era la historia, aunque parezca que a la postre sea una mera excusa para darnos el discurso del año. No hay ninguna evolución en su relación, su amor no se ve sustentado por ningún motivo... es todo forzado y artificial.
Eso sí, la dirección artística mola mazo, la fotografía y la música acompañan. Y el amigo Del Toro sabe dirigir, pero la película es un bodrio inconmensurable.
Puestos a hacer una denuncia sobre un tema social, ya podían haber aprendido de
Get out, que trata el tema del racismo y clasismo en USA de una forma muy inteligente y, por supuesto, no tomando al espectador como un auténtico idiota...