Final Fantasy VIII.Y efectivamente, en líneas generales es el FF que menos me ha gustado de todos, lo cual no quiere decir que sea un mal juego.
El principal problema que le veo es que la historia no es gran cosa, y sobre todo que los personajes carecen casi por completo del carisma que sí han tenido otros nombres célebres de la saga. Squall es sin duda el más sieso de todos los protagonistas de Final Fantasy, compitiendo arduamente en caracemento con Lightining (ésta se salva al final porque está bastante buena por lo menos). Antipático y con un estilismo bastante hortera, no será precisamente el personaje con el que el jugador más se quiera sentir identificado.
El resto de ellos se mueven con mayor o meno fortuna entre los estereotipos clásicos: el amigo un poco lerdo pero simpático (les salió mucho mejor con Wakka en el FFX), el chuloputas, la japo canija y simpática y ñoña, o la tía buena estricta con buen fondo.
En fin, que si el juego destaca no es precisamente por su imaginativo e interesante plantel de protagonistas jugables.
La historia como he dicho no es la mejor de entre todos los FF, aunque al menos te permite moverte con mucha libertad desde prácticamente el comiendo del juego. El hecho de que antes de la mitad ya puedas volar por el mapa es un plus. Creo que es el juego de la saga en que con más prontitud te dan esa opción.
El combate es el clásico de los juegos pre-PS2, sistema de turnos (puedes elegir si quieres que sea en tiempo real o no además) con el añadido de que vas a tener sólo 4 opciones de entre todas las que hay para configurar tus comandos de acción. Ahí comienza la estrategia, ya que nunca podrás tener a un personaje que pueda atacar/magia/objetos/invocar/extraer magias enemigas... Sólo podrá hacer 4 cosas, y ahí comienza la especialización.
A los enemigos, además de aplastarlos, se les puede extraer diferentes magias, que se pueden acumular hasta un límite de 99. Las magias acumuladas se pueden vincular a las armas de los personajes, encantándolas para que hagan más daño, o para que te protegan de diferentes ataques o estados alterados. También se pueden vincular directamente a los personajes, de manera que cuanta más magia tengas de un tipo, ésta interactuará con algún parámetro (desde la vitalidad, a la fuerza, o a la resistencia al fuego, por ejemplo, según la magia) haciendolo mucho más poderoso.
Este sistema en un principio se puede hacer algo farragoso, pero haciendolo bien te convierte en un tanque prácticamente indestructible.
Y es que de hecho este es probablemente el FF más sencillo de todos. A poco que te entretengas con las misiones secundarias, llegarás a los jefes finales bastante por encima de ellos.
Otra cosa que está muy bien, y a la que le dan una importancia capital en las batallas, serán las invocaciones (aquí se llaman G.F.). Éstos seres te darán una ventaja importantísima en los duelos más difíciles, pudiendolos invocar todas las veces que se quieran en la misma batalla, y llevándose el daño (hasta morir si cabe) que le hagan al invocador mientras dure la operación de invocación. Ifrit, Shiva, Alejandro, Cactilio, Bahamut... los clásicos y algunos como Diablo o Edén que pueden borrar de un plumazo a casi cualquier enemigo.
En fin, un juego que dura unas 70 horas haciendolo tranquilamente, con un buen sistema de combate, unos personajes un poco planos, unos enemigos que ni fu ni fa tampoco y una historia que está bien, sin más, que va clarísimamente de más a menos, y que se queda muy lejos de otros juegos de la saga. Una banda sonora que es de lo que más destaca (manque tampoco sea de los mejores trabajos de Nobuo) junto con unas animaciones marca Square siempre impecables para su época están siempre entre lo mejor de estos juegos.
A destacar por último los interludios acerca de la historia de Laguna, un héroe misterioso del pasado cercano de los acontecimientos que se desarrollan en el juego. Claramente el mejor personaje de todos, y con la historia más inspirada de todas.
En fin. Le doy un 7,5.
Si me hiciesen elegir un FF al que volver a jugar antes de morirme claramente no sería éste ni de coña.