En la Red de Redes

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LunaOskura
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En la Red de Redes

Mensaje por LunaOskura »

Entró por la puerta y se dirigió al estudio sin quitarse la chaqueta siquiera. Encendió su ordenador y fue a su habitación para ponerse algo cómodo.

Sentado frente a la pantalla abrió una lata de cerveza bien fresca y se dispuso a entrar en la página a la cual visitaba con asiduidad desde hacía un par de meses. Allí opinaba sobre algunos temas y conectaba con otras gentes.

_Vamos a ver quien ha posteado hoy...

La pantalla despedía un ligero resplandor, que iluminaba ligeramente su rostro en la oscuridad, mientras leía la interminable lista de mensajes que se presentaban suculentos ante él.

Ojeaba por encima algunos temas cuando algo pasó por delante de su vista llamando su atención y arrancando un destello de sus pupilas. Dio un largo sorbo a su cerveza y leyó durante largo rato. Parecía que el tema había tenido bastante aceptación entre los usuarios, había un montón de respuestas. Sonrió y encendió un cigarrillo.

Escribió en su teclado: “El sábado a las 8,00 p.m estaré allí”, le dio a “enviar” y acto seguido su comentario quedó reflejado en la pantalla, formando parte de la cadena de mensajes y esperando a ser leído.

Era algo tarde, y había tenido un día duro en el trabajo, decidió marcharse a dormir sin cenar.
Ya en la cama pensó en que sería agradable conocer a toda esa tropa de “nicks” que leía día si, y otro también, y contemplar por fin que rostros se ocultaban detrás de ellos. Le hizo gracia, era la primera vez que quedaba con gente desconocida, de la cual solo tenía referencia por los escritos que dejaban en aquella página de internet.

Se habían apuntado al acontecimiento Fresita, Kamikaze, XL, Alfreditor, Cacao-lat, Hispana, LaNiña, Level, Espadachín, y alguno más. Se entretuvo adjudicándole cara y cuerpo a cada uno de ellos.

_Será divertido. Una cita a ciegas multitudinaria- pensó, y se dejó vencer por el sueño.


La semana transcurrió tranquila y se hizo larga. El fin de semana se acercaba y la lista de usuarios que decidían encontrarse con otros desconocidos aumentaba.

Llegó el esperado sábado y durante toda la mañana de este planeo la hora de salida y el itinerario a seguir. Después de comer cogería el coche y tiraría de autopista. Le quedaban como dos horas y media de trayecto hasta la ciudad en la cual se iba a celebrar el encuentro, o “quedada” como lo llamaban algunos. Quería llegar con tiempo para alojarse tranquilamente en alguna pensión y tomar algo relajadamente en algún café de la ciudad.

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Bajó la ventanilla, necesitaba algo de aire fresco. Los árboles desnudos y la valla metálica del borde de la carretera pasaban vertiginosamente por su derecha, y en la lejanía, fijas, las montañas le observaban silenciosas. A su izquierda, más allá de la mediana y de otra calzada, se extendían sombríos campos. La postal se presentaba en tonos grisáceos y pardos.

_Qué triste es el invierno.- pensó en voz alta.

Amaba el invierno. Con su dejadez y su melancolía crónica, con su naturaleza muerta y su desnudez. Quizá era la época del año que más le gustaba porque él encajaba perfectamente con los colores fríos que ésta ofrecía. “No sé por qué inventaron las estaciones del año, en mi corazón siempre es invierno y hiela, así que me trae sin cuidado” decía siempre. “Soy un puto melancólico, y no sé por qué” se contestaba después de afirmar lo anterior, y se reía.
Estaba muy cerca de su destino.

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Llevaba una hora larga en aquella ciudad. Se felicitó por haber llegado con tiempo y haber encontrado una pensión barata tan rápidamente. Pidió un café solo y un croisant, se sentó en una de las mesas que daban a los grandes ventanales del bar y escudriñó vagamente la calle. No era un día especialmente frío, el ocaso estaba comenzando a dibujarse en el cielo.
A dos cuadras de dónde se estaba tomando café se encontraba el Parque Grande. Allí habían quedado en reunirse, él y los desconocidos de los “nicks”.

El parque se asomaba siniestro al otro lado de la acera, con su ejercito de árboles dormidos alzando sus ramas desnudas al cielo y moviéndose en un vaivén casi imperceptible. Creyó escucharlos gemir en la distancia. Cruzó la calzada y recorrió con la vista una zona de bancos cercana a los jardines de entrada. Divisó un pequeño grupo de personas. Debían de ser ellos.
Los contó apresuradamente mientras se acercaba. Siete humanos, dos mujeres y cuatro hombres, de unos dieciocho a veinticinco años.
Se giraron para mirarlo al percatarse de que se aproximaba.

_ Eh! ¿Sois los del foro?- les preguntó al estar a unos pocos pasos de ellos.

_ ¡Si! ¡Aquí la quedada tronco! ¿Quién eres?- se adelantó un muchacho moreno y de complexión fuerte.

_ ¡El Araña ya está aquí!- les dijo, señalándose con los dos dedos índices y arrancándoles una sonrisa.

Uno a uno se fueron presentando alegremente. Pronto se sintió cómodo entre ellos y charlaron como si se conocieran de toda la vida. Poco a poco comenzó a llegar más gente, hasta que se formó un grupito de unas dieciséis personas.

Siguieron conociéndose en un bar de taperio, y más tarde en un bar de copas. El júbilo flotaba en el ambiente, envolviéndolos, y la bebida fluía acompasada por la música y las conversaciones, que cada vez se tornaban de una tónica muy general a una más bien privada y personal. E inevitablemente el grupo principal se dividió en otros grupos más selectivos, acorde con las edades y con los gustos en común.

Ella estaba hablando, no la escuchaba, tampoco puso mucho esfuerzo en conseguirlo. Solo veía unos labios moviéndose y gesticulando. Le gustaban esos labios. Carnosos, bien delineados y de un color borgoña. “Fresita” pensó, y se preguntó si también sabría a vino francés esa boca que tanto le llamaba la atención. Se propuso el averiguarlo.

La noche discurrió amena y algunos de los personajes allí reunidos se perdieron en la noche, cada grupo por su lado.

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La claridad que entraba por la ventana lo hizo despertar. Miró el reloj despertador que reposaba en su mesilla de noche. Ya era el mediodía del lunes. Pensó en el fin de semana que había tenido.

_Buena forma de empezar las vacaciones de Navidad.

Abrió el cajón de su mesilla y tomó un paquete de cigarrillos que yacía en el fondo. “Tengo que dejar este vicio asqueroso”. Se dirigió a su estudio y encendió su ordenador.

Echó una ojeada a su página preferida. Ahora algunos usuarios se trataban con más confianza que antes y hacían chistes sobre lo acontecido en el fin de semana. No había ningún mensaje de Fresita, ni rastro de ella.

_ ¿Alguien más a parte de mi se habrá dado cuenta?- se preguntó en voz alta y extendió la mano hacia un estante que se ubicaba por encima de su pc. Palpo la superficie hasta encontrar una pequeña tarjeta plastificada. La miró.

_ ¿Verdad, mi querida Virginia, labios de fresa, que solo tú y yo sabemos que no volverás a escribir en internet?- le habló al D.N.I que sostenía delante de sus ojos.

Abrió un pequeño cajón de su escritorio, y dejó caer la tarjeta sobre otros documentos ajenos que yacían ahí desde hacía ya bastante tiempo.

_ Brindaré por ti y por haberte conocido.- dijo mientras cerraba el cajón.

Se dirigió a la cocina, abrió el congelador y sacó una cubitera. Abrió un armario y sacó un vaso grueso de cristal. Volcó algunos hielos en el recipiente y los devolvió al congelador junto a una pequeña bolsa de plástico que cogió y abrió. De ella sacó un trozo de carne, lo que parecían ser unos labios marchitos y desfibrados, y lo volcó en la palma de su mano. Se lo llevó a la boca, lo beso y dijo: _No estarás mucho más tiempo conmigo. Hasta que encuentre otra cosa que me llame la atención. Perdóname.

Volvió a colocar la bolsa en el interior del congelador y lo cerró.
Fue al salón, con el vaso en la mano, y abrió un mueble-bar. Recorrió con la mirada las botellas. Escogió uno de los mejores whisky de los que disponía. Llenó el vaso y volvió al estudio.

Pensó en que no estaría de más registrarse en otra página. Estuvo durante bastante rato buscando algunas, y leyendo algunos de sus contenidos. Finalmente eligió, creó una cuenta y dejó el mismo mensaje de presentación que había dejado en la primera y única, por el momento, que había descubierto dos meses atrás cuando recién instaló internet:

Internet es la red de redes, y toda buena red necesita de una araña. Hola a todos.

Fdo: El Araña

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