Se les decía a los niños de un aula algo así como que el gobierno estaba buscando una forma de construir edificios más rápidamente de lo normal. Los niños tenían que hacer un dibujo explicando el procedimiento que ellos creían que podía utilizarse. Obviamente, las respuestas más comunes iban por la senda más convencional de aumentar el esfuerzo (como por ejemplo el aumentar el número de albañiles) o mostrando mecanismos que no tenían que ver con la construcción en sí sino con aspectos tangentes como el transporte (por ejemplo, helicópteros llevando edificios hasta su ubicación definitiva). Algunos de los niños más inteligentes o despiertos diseñaban algún tipo de maquinaria más o menos imaginativa.
Pero los investigadores citaban el dibujo de un niño que les dejó francamente impresionados (es más, a mí me puso directamente los pelos de punta teniendo en cuenta que era un nano bien pequeño). La idea del niño consistía en lo siguiente: se tomaban varios globos de gran tamaño, que eran de goma y fáciles de fabricar. A continuación se hinchaban, y se cubrían con cemento líquido. Se dejaba secar el cemento sobre los globos. Así, al secarse el cemento se obtenían edificios de forma redonda construidos en cadena y con mucha rapidez, a los que sólo faltaba abrirles huecos para las puertas y las ventanas. Es decir, ¡jodidamente brillante! Por no decir casi inconcebible no ya para un niño de corta edad, ¡es una respuesta que ni siquiera se les ocurriría a la mayoría de adultos!
La historia me ha venido la mente al leer esta otra anécdota, que ya no es sobre niños, pero que viene a reflejar un modo de pensamiento similar:
Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba rotundamente que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro.
El estudiante había respondido: llevo el barómetro a la azotea del edificio y le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de física en 1922, mas conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.
La anécdota completa aquí.
PD: Lo había puesto por error en otro subforo, lo que demuestra que yo sí que no tengo celebro. Pero de todos modos, si alguien conoce más anécdotas de cerebritos que las ponga, que me divierten bastante.