Jeff Noon

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Mr. Blonde
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Jeff Noon

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Jeff Noon: la literatura como remix
Texto: Javier Blánquez


“Los realizadores de cine utilizan técnicas como el corte súbito de una escena a otra, el fotograma congelado y la acción a cámara lenta. Los músicos pueden remezclar, scratchear y samplear. ¿Por qué no podemos los escritores divertirnos también?”
Jeff Noon, “How to make a modern novel”, The Guardian, 10 de enero de 2001

1. Dub fiction: la escritura como una sesión de DJ
Si en vez de haberle dado de comer pasteles que hacen crecer o menguar Lewis Carroll hubiera alimentado a su Alicia a base de ácidos y hongos alucinógenos, quizá tendríamos al auténtico germen de la personalidad como escritor de Jeff Noon. Si Jorge Luis Borges se hubiera sentido más atraído por las posibilidades sonoras infinitas de la música experimental en vez de por las bibliotecas monstruosas y los libros imposibles, también podría haber sido este inglés, nacido en Manchester en 1957 y que pasa por ser uno de los autores que mejor han sabido renovar la literatura de ciencia ficción en los últimos años. Si William Gibson hubiera supuesto que su mundo del futuro, en vez de sostenerse sobre edificios de cristal y silicona, se sustentaría en sueños y pesadillas, en vez de “Neuromante” habría escrito “Vurt” (Mondadori, 1993-1999), primera novela y semilla del ideario posterior de un autor que se mueve como pez en el agua entre la post-modernidad, la fantasía onírica y los lenguajes del cine y la música electrónica.

Jeff Noon habla de su escritura en los términos de ‘dub fiction’, aludiendo al dub jamaicano, una técnica de producción surgida en los años setenta que está en el origen de las remezclas y de la manipulación de sonidos –en el caso de Noon, manipulación de palabras y conceptos– en el entorno controlado de un estudio de grabación, allí donde toda experimentación es posible. En una entrevista fechada en el año 2000 que realicé con Jeff Noon y que ha permanecido inédita hasta el momento, él mismo indicaba la influencia de la música electrónica en sus libros en los siguientes términos: “la música se ha apoderado de mi lenguaje. En mis últimos libros he estado experimentando en la aplicación de técnicas de la música de baile a la prosa. Remezclar palabras para luego manipularlas como un DJ hace scratch con un disco. Es lo que llamo ‘dub fiction’. […] Veo esta forma de trabajar como un camino hacia delante, como una forma de descubrir nuevas estructuras narrativas susceptibles de reflejar cómo es la vida en este nuevo siglo”.

De este modo, algunos de sus libros más famosos pueden ser descritos según el argot de la música dance, la experimentación de vanguardia o las técnicas de mezcla de los DJs. “Automated Alice” (1996) es un remix en toda regla de “Alicia en el país de las maravillas”: Noon recompone y reordena los elementos fundamentales del lenguaje, el argumento y los temas –sueño vs. realidad, argucias lógicas, éste y el otro mundo– del clásico de Lewis Carroll hasta hacer la obra como suya y propia, con una evidente reminiscencia del original pero sin renunciar a crear algo imaginativo e inédito a partir de materiales preexistentes, del mismo modo en que los libros de relatos “Pixel juice” (1998) y “Cobralingus” (2001) van más allá de la idea de ‘cut-up’ impulsada por William S. Burroughs y se convierten en manifiestos de literatura-sampling, es decir, construcción de textos a partir de la apropiación y manipulación de frases literales e incluso párrafos extraídos de otras obras y adaptados convenientemente al contexto de la narración de Noon.

En su juventud, Jeff Noon hizo sus pinitos en la música, mucho antes de dedicarse a escribir y cuando incluso el hecho de convertirse en novelista profesional no constaba en su agenda futura. Formó parte de un grupo olvidado y amateur nacido del marasmo post-punk que agitó a la ciudad de Manchester a principios de la década de los ochenta, Manicured Noise. Fue un escarceo de juventud que sin embargo dejó huella: fan de la música tanto como lo es de la literatura fantástica y de ciencia ficción, Noon ha enfocado su creatividad, no a construir fantasía alrededor de la música como tópico, sino a escribir según las normas narrativas de una canción o un track techno pensado para sonar a todo volumen en una rave, o como un remix de un éxito pop, e incluso según las pautas de la música experimental.

En un artículo publicado en el diario The Guardian en enero de 2001, titulado “How to make a modern novel” –“Cómo hacer una novela moderna”–, Noon exponía de manera práctica su relación y dependencia del lenguaje musical en estos términos:
“Mientras estoy escribiendo ésto, estoy escuchando ‘Decks, EFX & 909’, un CD del músico y DJ de techno Richie Hawtin. Mientras lo escucho, me vienen las ideas que podrían ser las líneas maestras de una novela post-futurista. Va así: el CD consiste en 38 piezas de música que suenan a partir de diferentes fuentes de emisión, del modo que pueden sonar dos o tres discos a la vez. […] Hawtin produce una narrativa musical coherente. Utilizo la palabra narrativa en su sentido literal: cualquiera que haya disfrutado de una buena sesión de DJ en un club puede atestiguar que hay una historia que se cuenta a través de la sucesión de la música. Con esto en mente, podríamos usar el CD de Richie Hawtin como el primer borrador para una novelan. Necesitaríamos crear 38 historias, que se irían entremezclando una con otra usando el diagrama del CD como guía. En cuanto una historia llega a su final, una nueva historia, o dos nuevas historias, se mezclan con ella. […] A veces, Hawtin vuelve al mismo disco una segunda vez, o incluso a un remix del mismo disco; podemos usar esta técnica para permitir que nuestras diferentes historias puedan reaparecer en diferentes lugares de la narración. Los efectos y los ritmos programados que añade el DJ podemos interpretarlos de maneras muy diferentes, según la imaginación de cada cual. No hay reglas, sólo oportunidades. Y por encima de todo, vale la pena imaginar el placer que podemos conseguir al seguir todas esas historias a través de la mezcla”.

Y añade: “los DJs de hip hop tienen una frase con la que describen el control de la mezcla a través de dos tocadiscos, su minuto a minuto y todos los detalles que se originan, frase fijada en el título de uno de los primeros temas de Gang Starr, ‘DJ Premier in Deep Concentración’ [“DJ Premier profundamente concentrado”]. La novela post-futurista debe emplear esa profunda concentración en el uso del lenguaje”.

2. Club Fiction: letras en (y sobre) la pista de baile
Aunque Jeff Noon nunca ha evitado hacer referencias a la música moderna en sus narraciones –localizaciones en discotecas, un grupo musical como protagonista, finas alusiones a artistas o discos–, es más el lenguaje de esa música moderna lo que le empuja a crear, mucho más que no el hecho de ‘escribir sobre techno, rock, etc.’. Sus orígenes, su ciudad de residencia hasta bien entrada la década de los noventa (Manchester) y sobre todo la publicación de la novela “La aguja en el surco” (Mondadori, 2000-2003), ayudaron a que a Jeff Noon se le incluyera tangencialmente, además de en la segunda generación de autores de ciencia ficción con trasfondo cyberpunk, en un efímero movimiento que se dio en Gran Bretaña en paralelo a la expansión del fenómeno cultural de las rave parties –fiestas de música electrónica de baile de carácter masivo y al aire libre– y que se conoció como Club Fiction.
La Club Fiction no era techno-literatura, sino literatura sobre el techno, el house, los clubes y demás fenómenos musicales y de ocio nocturno derivados del cambio de paradigma musical en el cambio de década de los ochenta a los noventa. Incluso Irvine Welsh, gracias a ciertos pasajes de “Trainspotting” y “The acid house”, fue vinculado de forma vaga a una corriente que si tiene un nombre clave sería el de la novelista y periodista Sarah Champion (“Disco biscuits”) y el de Nicholas Blincoe (“Noches de ácido”), más adelante ideólogo del movimiento austero y neo-realista de Los Nuevos Puritanos.

Las alusiones a las drogas, los discos y los sonidos del club son cosa de coyuntura, aspecto que Jeff Noon reconoce. “Cuando escribí ‘Vurt’ en 1993, el tema de las drogas en las calles de Manchester estaba muy en boga, en especial el uso del éxtasis en la escena de baile. Esta situación llevó a una guerra cruenta entre diferentes bandas de traficantes rivales, y murió mucha gente a causa de esta lucha por el control del negocio. Así que quise escribir un libro que capturara parte del estado de ánimo de ese momento y que fuera honesto sobre el problema. Una vez dicho esto, no veo ‘Vurt’ como un libro sobre drogas, sino más bien sobre la trascendencia. Trata sobre el escapismo, sí, pero también sobre la confrontación. […] Veo las drogas como una metáfora del cambio. […] Es un tema antiguo en la literatura inglesa, cómo el camino que lleva a la fantasía permite una apreciación mucho más honesta de la vida real”. Lo cual lleva a afirmar que sus temas, así como sus métodos, van más allá de la reducción simplista de reducir la acción a un tiempo, un lugar y unas formas de comportamiento, para atacar una literatura de ficción que aborda las grandes cuestiones sin por ello descuidar un formato ‘pop’ y una forma de presentar la escritura más cercana a lenguajes como el hip hop, el dub y el techno que no a las técnicas de Joyce.

3. Más allá del cut-up: sampling y remix en Jeff Noon
El antes citado cut-up de Burroughs, desarrollado precisamente en una trilogía de ciencia ficción con trasfondo distópico –por lo que no sería aventurado citar a “El tíquet que explotó”, “Expresso Nova” y “La máquina blanda” como un posible precedente de la sci-fi cyberpunk a la vez que una versión alucinada de la literatura de anticipación política de Orwell y Huxley–, era más una asociación libre de ideas y recorte aleatorio de citas capturadas en diferentes textos precedentes que lo que se entiende como ‘sampling’. El cut-up tiene más relación con la técnica pictórica y escultórica del collage –la suma de elementos fragmentarios que forman una totalidad de significado en la que las conexiones entre diferentes partes pueden ser o aleatorias o caprichosas o incluso premeditadas– que no con la de sampleo o apropiacionismo.

El ‘sampler’ –la traducción al castellano sería ‘muestreador’, pero el uso extendido en el lingo musical del original inglés ha anulado la versión romance– es una máquina con un pequeño ordenador incorporado que permite capturar cualquier sonido de la realidad, guardarlo en un disco duro y, desde ahí, modificarlo, reproducirlo o combinarlo con otros sonidos almacenados en el sampler. Un ejemplo perfecto de lo que sería música hecha con sampler podría ser el hip hop, donde los sonidos tomados para formar las bases rítmicas no son tocados por un músico o una banda, sino que son ‘robados’ o tomados prestado de otros discos: líneas de bajo, bombos, efectos, y todo ello posteriormente reordenado de una forma organizada, lógica y excitante. El sampler es un instrumento que permite posibilidades infinitas, puesto que es un radar de sonidos así como una red de pesca; cualquier sonido de la naturaleza o de una colección de discos puede ser susceptible de ser utilizado como ‘muestra’ y recontextualizado en una obra musical.
Este malabarismo que los DJs y los productores de música electrónica aplican al sonido, Jeff Noon lo hace con palabras. En un juego referencial –que, por otro lado, siempre ha estado presente en literatura–, Noon multiplica el cúmulo de alusiones hasta el punto en que a cada línea, más que la imaginación del autor, se le debería rastrear una referencia premeditada, un tema robado de otro lugar, una frase convenientemente reubicada o una palabra-maleta (la figura literaria lúdica popularizada por Lewis Carroll según la cual dos palabras distintas forman una sola que no sólo suma los dos significados previos, sino que añade un tercero de creación ad hoc) en su vasta colección de lecturas –ocasionales o en profundidad–, impulsos nerviosos recibidos a lo largo del día o recuerdos. Lo que en sí ya es la forma de trabajar propia del escritor –o, como decía Umberto Eco, un libro siempre está hecho a partir de otros libros–, en Jeff Noon es concienzudamente post-moderno.

Y de igual manera en que samplea, Noon también remezcla, reconstruye o altera. En la cultura de la música de baile, la remezcla es la reelaboración de una pieza preexistente a partir de nuevos materiales –nueva estructura rítmica, nueva melodía, nuevos adornos– que a la vez mantiene una fisonomía próxima a la del original, una versión libre y con ciertos elementos de funcionalidad que incide en la idea de que una obra siempre es abierta, nunca está acabada y siempre es dada a nuevas interpretaciones e incluso nuevos finales. Antes hemos hablado del remake de “Alice in Wonderland” que fue “Automated Alice” –una hipotética tercera parte de la fábula de Carroll en la que Alicia persigue a su papagayo a traves del mecanismo de un reloj y acaba dando en un mundo maravilloso que acaba convirtiéndose en Manchester en el cambio de siglo, una ciudad en la que los seres humanos están cruzados con objetos o animales y existen tres Alicias: la Alicia real, la Alicia literaria y una tercera Alicia ‘automatizada’, o la muñeca de Alicia convertida en robot–, pero la idea de remix en Jeff Noon va más allá de la recreación de otros libros. Consiste, sobre todo, en la alteración de las estructuras y la consecución de una ‘cultura líquida’.

Explica Noon: “suelo acudir mucho a la idea de ‘cultura líquida’. […] Consiste en la idea de que la linealidad se está desvaneciendo. Estamos, cada uno de nosotros en estos días, en el centro siempre cambiante de una red de conexiones. […] No es que esté especialmente a favor de la etiqueta ‘ciencia ficción’, ya que creo que sólo tomo algunos elementos del género; en cualquier caso, siento que la ciencia ficción es muy limitada, es un género conservador que intenta dar validez a un statu quo. Y he intentado romper con eso, abrir el género, permitir que entre una actitud contemporánea para que habite ahí. Podemos decir que remezclo la ciencia ficción. Mi trabajo es en su esencia de naturaleza fantástica, e imagino que debería estar más cerca del Realismo Mágico que de cualquier otra cosa. Yo lo llamaría ‘fantasía urbana’, por qué no”.

4. Techno-cultura: la ciencia ficción interior
La multirreferencialidad de los textos de Noon no sólo le hinca el diente a los usos de la narración moderna y las convenciones de algunos de los géneros mayores de la literatura popular –ciencia ficción, fantasía y novela lírica–, sino que alude de forma directa a elementos que, de una forma prosaica, están en el mismo corazón de la música electrónica que, como hemos visto, influye en su manera de trabajar, o en el uso social de esa misma música, como son las alusiones a las drogas.

En “Vurt”, el propio comienzo del libro ya implica connotaciones psicodélicas: “un chico se introduce una pluma en la boca…”. En el mundo del futuro, nos cuenta esta novela, existen las plumas Vurt. Una pluma Vurt, una vez depositada en la boca, permite viajar al planeta –o estado mental– Vurt, y según el tipo de pluma y su calidad se tendrá un viaje placentero o de pesadilla, y sólo unas cuantas plumas Vurt rarísimas y preciadas permiten llegar hasta el mismo fondo del misterio. Los personajes de la novela continuamente vienen y van del mundo de Vurt al mundo real, con un rescate de por medio. Ésto, que tanto tiene que ver con la ciencia ficción clásica, con el planeta prohibido, con el mundo imaginario y con los usos de la tecnología aplicada al placer, no es difícil de identificar con el consumo de drogas empato-psicodélicas. La pluma Vurt tanto puede ser el LSD –fuente de alucinaciones y trips mentales que pueden ser ‘buenos’ o ‘malos’– como la pastilla de éxtasis, que acentúa la empatía, la identificación emocional con otra persona: el protagonista sólo tiene plumas Vurt para ‘conectar’ con su hermana, atrapada en el corazón de ese mundo psicotrópico. En el fondo, sin embargo, todo eso no son más que mecanismos hábiles y atractivos para llevar al lector de viaje a un mundo de sueños. “Los sueños”, afirma Noon, “son un mecanismo de transformación de la vida real. ¿No sería posible que nuestra vida despiertos estuviera ahí sólo para alimentar nuestros sueños?”

Por otro lado, está la influencia directa de la música, de la música con nombres y apellidos. En el mismo pórtico de “La aguja en el surco” –entiéndase ‘surco’ por el ídem de un disco de vinilo, materia primera de trabajo del DJ–, Jeff Noon agradece la inspiración y el apoyo no a sus familiares y amigos, sino a periodistas musicales (Jon Savage), tiendas de discos (Picadilly Records y Pelicanneck Records) y aventureros del rock (Howard Devoto), pero sobre todo a artistas fundamentales de la música avantgarde y electrónica de los últimos treinta años: Autechre –célebre dúo de abstracción post-techno, autores de ritmos de carácter cubista–, Derek Bailey –el mayor exponente de la improvisación libre, fallecido en Barcelona este mismo año 2006–, DJ Premier –el mejor productor hip hop de los últimos quince años–, King Tubby –el inventor del dub–, Microstoria –experimentación a partir de sonidos y ritmos imperceptibles–, Plastikman –techno minimalista–, Evan Parker –jazz de vanguardia–, Pole –dub microscópico–, The Smiths –grupo cumbre del pop de los ochenta–, Sonic Youth –cima del noise-rock– y David Toop, teórico de la música ambient con el que Jeff Noon editaría un disco, su único disco, una lectura de pasajes precisamente de “La aguja en el surco” sobre colchones de música flotante.

Dentro del libro, las alusiones a la música –incluso con elementos sci-fi que superan la propia sensación futurista de cierta música electrónica– son constantes, desde lo más sutil a lo más evidente. Por ejemplo, el protagonista vive en el número 808 de la calle State –quien sepa de acid house podrá identificar al grupo de Manchester 808 State–, y la banda en la que los chicos tocan y ensayan bien podría una versión mejorada de Portishead, o Massive Attack. Normalmente, la ficción sobre música no ha funcionado en literatura. “La aguja en el surco” es un raro ejemplo en el que la novela brilla en su plano simbólico-lírico-escapista como en el más prosaico, el que nos dice que éste, en el fondo, y sólamente, es un libro sobre una banda de música, sus éxitos, sus influencias –hay flashbacks al sonido skiffle de los años cuarenta, al rock’n’roll, al primer punk-rock y finalmente a la era rave– sus conflictos internos y su fracaso.

5. Coda: lirismo
Pese a todo lo siniestro que se percibe en algunos de sus libros principales, especialmente en “Vurt” y su última novela de momento, “Falling out of cars” (2003), el retrato de un mundo futuro decadente, desencantado y más peligroso para el alma que para la vida, la obra de Noon está impregnada casi siempre de poesía, de lirismo y de esperanza. Es una belleza casi de tono romántico, que busca el atractivo de ciertas ambientaciones lúgubres. También es un lirismo textual, puesto que en ocasiones Noon pretente que su literatura sea música, que se lea a un ritmo definido y que incluso el texto sea como la letra de una canción. “La aguja en el surco”, por ejemplo, presenta las frases escritas como si fueran versos de una letra pop, separadas por barras y con capítulos que parecen centrar su clímax en forma de estribillo. Lo que cierra el círculo y presenta a Jeff Noon, no sólo como un experimentador, sino como un indagador que busca sentido en las palabras más allá del artificio, alguien que busca letras bellas. Lo resume –y con ésto concluimos– de la siguiente forma: “Sí, poesía. Un montón de poesía. ¡Que las páginas del libro canten! Juego con las palabras como si las amara. Me comprometo con ellas y no me avergüenzo. Ser lírico. […] Me temo que no puedo ser más preciso al respecto. Sólo quiero que cada página, cada párrafo, cada frase adquiera vida, toda la vida posible. ¡Dejadles que canten!”. Si esa es su intención última, no puede haber nada más musical.
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The last samurai
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Mensaje por The last samurai »

Vale, pero podrías haber puesto un capítulo o algo para hacernos la idea.

Si yo te hablo de lo bien que pintaba Velázquez pero no te lo enseño, te dejo en ascuas.
Jordison escribió: 08 Jun 2018 11:33 Joder, la tienes dentrísimo.

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Mr. Blonde
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Mensaje por Mr. Blonde »

The last samurai escribió:Vale, pero podrías haber puesto un capítulo o algo para hacernos la idea.

Si yo te hablo de lo bien que pintaba Velázquez pero no te lo enseño, te dejo en ascuas.


Vale, igual tendría que haber comentado algo.

Es que yo tampoco he leido nada del tal Jeff Noon, pero después de leer este artículo te aseguro que en cuanto pueda lo haré. Por eso lo he posteado, porque me ha parecido interesante y prometedor.

Y por si alguien ha leido algo de este hombre y quiere dar su opinión.
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